09 May Javier Zanetti anuncia su retiro: “Fui un abanderado lejos de su país”
Por Cristian Grosso
¿Te gusta mucho el fútbol?”. De repente se interrumpieron los martillazos. Rodolfo se secó la frente y preguntó mirando a su hijo a los ojos. Esa pared que estaban picando podía esperar. Javier, que ayudaba a su padre en las changas de albañilería, les acababa de decir que no a los pibes que lo habían venido a buscar para prenderse en alguno de los picaditos en las calles de Dock Sud. “Dale, andá a probarte a un club”, lo impulsó Rodolfo. Ese club fue Talleres de Remedios de Escalada, y la vida de Javier Zanetti comenzó a girar lentamente mientras se entrenaba, daba una mano con el reparto de leche de La Vascongada y cursaba en el Comercial 5 de Entre Ríos e Independencia, justo en el límite entre San Cristóbal y Balvanera. Pasaron casi tres décadas de aquel recuerdo. Podía ser el principio o el final. La historia y los méritos le corresponden. Y en estos tiempos líquidos, cuando para muchos la trayectoria suele ser un valor casi secundario, él se convirtió en leyenda.
Se retira Zanetti, el hombre que desafió al tiempo. Todo comenzó en 1992, cuando el Newell’s del Loco Bielsa perdía la final de la Copa Libertadores con el mítico San Pablo de Telé Santana. Nigel Mansell se coronaba en la Fórmula 1. Dinamarca, con los hermanos Laudrup, entraba por la ventana y se llevaba la Eurocopa. Jim Courier ganaba en Australia y Stefan Edberg se imponía en el US Open. Por primera vez los NBA, con Magic Johnson y Michael Jordan, participaban de los Juegos Olímpicos y arrasaban en Barcelona. Un nene llamado Lionel Messi tenía 5 años e iba de la mano de su mamá Celia al preescolar del Colegio Las Heras, en Rosario.
La impactante carrera de Javier invita al fascinante ejercicio de viajar en el tiempo. Cuando aterrizó como un desconocido en Italia, en 1995, a cambio de 2.900.000 dólares, el celular recién aparecía en Europa. No estaba al alcance de cualquiera, costaba fortunas. Por eso Zanetti se atrincheraba en una cabina que tenía a dos cuadras de su casa, en Como, para sentirse más cerca de la Argentina. Cuando salieron los aparatos de fax, se compró uno para convertirse en un revolucionario tecnológico. Apenas una instantánea para calibrar desde dónde, desde cuando viene Pupi siendo un sinónimo de nobleza y profesionalidad. Es más, dos integrantes del actual plantel de Inter, dos de sus compañeros, el volante croata Mateo Kovacic y Mauro Icardi ni habían nacido cuando Javier debutaba en la primera de Talleres (RE), el sábado 22 de agosto de 1992, en la 3ra fecha de la B Nacional, en Escalada, con victoria por 2 a 1 ante Instituto de Córdoba.
-¿Por qué decidís retirarte ahora?
Porque sentí que llegó el momento. Porque el fútbol me dio muchísimo y lo disfruté todo. Porque después de la lesión [ se rompió el tendón de Aquiles el 28 de abril de 2013 y volvió en noviembre, 6 meses y 12 días después] me propuse demostrar que podía regresar y volver a ser competitivo. Y lo hice. Me siento completo y realizado. Retirarse cerca de los 41 años sintiéndose vigente no tiene precio. Para mí, es un inmenso valor, y ahora era el momento justo. Y es muy difícil acertar cuándo es el momento.
Ya lo había anticipado la semana pasada Erick Thohir, el millonario indonesio dueño de Inter. Pero por primera vez él se lo cuenta al mundo a través de LA NACION, él lo oficializa.
-¿Le tenés miedo al día después?
No, miedo no. Seguro que me van a faltar cosas, seguro que voy a extrañar detalles de la rutina, momentos en los vestuarios y especialmente la competencia. Pero me imagino que el miedo debe de aparecer cuando uno no sabe cómo ocupar su nuevo tiempo libre, y eso afortunadamente lo tengo resuelto. Claro que ya nada será igual, pero estoy preparado porque seguiré ligado al fútbol y eso me mantendrá vivo.
-Serás un hombre de escritorio, ¿de camisa y corbata??
Espero que no sea necesario. Soñé terminar mi carrera en Inter, mi casa, y es un orgullo poder cumplirlo. He tomado una decisión de vida al seguir radicado en Italia y, desde ahora, en mi función de manager deportivo buscaré serle útil al club también fuera de la cancha. Se abrirá un mundo nuevo para mí y estoy muy entusiasmado por empezar a recorrerlo. Siento que habrá mil cosas por hacer.
Javier tiene una escuelita de fútbol [Leoni di Potrero], un restaurante [El Botinero], varias canciones en la Curva del Meazza y hasta grabó un disco con la cantante Mina. Pero también tiene una estatua en el estadio y distintos correos del mundo han emitido estampillas con su rostro. El eterno Zanetti, el inoxidable, hace años que atravesó todas las fronteras. La lealtad por los colores lo distingue. Es un caso excepcional, quizá comparable con Maldini (Milan), Del Piero (Juventus), Giggs (Manchester United), Totti (Roma) o Xavi (Barcelona) Pero los números de Pupi son aún más impactantes.
-¿En la Argentina también te sentís reconocido?
Sí, en la Argentina también me valoran. tal vez se demoró un poco más. Pero de la gente siempre recibí respaldo y cariño. Quizá, las críticas fueron de algunos sectores de la prensa. Fui un abanderado lejos de su país y eso la gente me lo recompensó. Alguien que dejó una buena imagen en cada lugar al que fue. Que se brindó por los colores de su país. Y que, más allá de los resultados que conseguí, porque soy el primero que lamenta no haber ganado títulos, nunca elegí cuándo estar y cuándo no. Siempre quise estar con mi selección, jamás elegí los momentos convenientes.
-¿Cuándo creés que te van a traicionar las emociones?
Y, el sábado será la última vez en el Giuseppe Meazza, y aunque la Curva estará clausurada por cantos racistas, habrá mucha gente y sé que están preparando algo. Y cuando me vaya de la cancha del Chievo Verona, en la última fecha, en apenas diez días más, seguro pasará mi carrera como una película. Mi vieja, mi papá, mi mujeres, mis tres hijos, los amigos que me sostuvieron todo este tiempo. Ufff, cómo me voy a quebrar.
-¿Qué es lo que más te sorprende de tu carrera?
Los números, las estadísticas. Cuando pienso que llevo jugados 1112 partidos, que estoy cuarto en la tabla histórica y los tres que me superan son arqueros, que soy el único argentino que superó los mil, que soy el extranjero que más partidos jugó en el calcio y que apenas Paolo [por Maldini] me supera en toda la historia del fútbol italiano. Que nadie jugó más que yo en un club de la talla del Inter y en la selección de mi país. Me abruma, ¿yo hice todo eso?, a veces me pregunto. Y a la vez me llena de orgullo.
-¿Qué partido volverías a jugar?
Dos. Uno para disfrutarlo nuevamente y otro para cambiar el destino. Volvería a jugar la final de la Champions, en 2010, para revivir esa noche mágica en el Bernabéu. Y daría todo por jugar otra vez y ganar el partido contra Suecia, el que nos dejó afuera del Mundial de Japón.
-¿Los tres mejores compañeros con los que jugaste?
Ronaldo, Baggio y Messi.
-¿Los tres mejores rivales que enfrentaste?
Giggs, Kaká y Zidane.
-¿Sos un ejemplo?
Ojalá, no sé si ejemplo, esa palabra hablaría de mi vanidad. Pero ojalá alguien pueda rescatar algo positivo al recorrer mi historia en el fútbol. Especialmente por los modos con los que construí mi carrera.
-¿Te enojás alguna vez?
Sí, más veces de lo que la gente debe de imaginarse. Pero hasta en los momentos desagradables se pueden cuidar las formas.
LA NACION