10 May Insólitas repercusiones de un relato de Haruki Murakami
Por Juan Pablo Cinelli
El famoso escritor Haruki Murakami no tiene paz. Eterno habitué en la lista de favoritos a quedarse con el premio Nobel de Literatura, triunfo que rigurosamente festeja algún otro autor cada mes de octubre cuando la Academia Sueca anuncia los ganadores, el japonés no tiene más remedio que sobrellevar ese repetido trago amargo ahogando sus penas en las ventas de sus libros, que lo convierten también en un pasajero frecuente de las listas de más vendidos. Pero aunque salda las ediciones de sus libros de a millones, parece que el pobre Murakami no gana para sustos. Porque ahora resulta que el ayuntamiento del pueblo japonés de Nakatonbetsu le ha enviado una carta en la que sus habitantes se le quejan porque consideran que la descripción que hace en su último relato, Drive my Car, de la localidad en donde viven “no se ajusta a la realidad”.
La protesta, tan escrupulosa como es posible y habitual en cada tarea que emprenden los japoneses, apunta con el dedo a un pasaje puntual del relato, en el que el protagonista de la obra da por hecho que Nakatonbetsu, un pueblo de 1900 habitantes en la isla septentrional de Hokkaido, es un sitio en el que es “natural” que la gente tire las colillas de los cigarrillos sin apagar por la ventanilla del coche. En este fragmento de la discordia, Misaki, la mujer que trabaja de chofer para Kafuku, el protagonista, arroja por la ventana abierta del auto una colilla con su brasa todavía ardiendo y explica que en su pueblo el suelo está cubierto de nieve y hielo la mitad del año. Naturalmente Misaki resulta ser uno de los 1900 vecinos de Nakatonbetsu, y de ahí concluye Kafuku, un actor de unos 50 años de edad, que en ese pueblo esta es una costumbre que “todo el mundo hace de manera natural”.
Pero resulta que lo que Murakami consideró una conclusión oportuna puesta en boca de su personaje, para los nakatombetsujines –que tal vez sea el secreto gentilicio para los habitantes de esa villa japonesa– resultó una ofensa a su cultura. “Es un contenido difamatorio para el pueblo”, se lamenta el pueblo entero a través de un comunicado del ayuntamiento. Uno de los concejales de la localidad explicó a un diario local que el “90 por ciento del pueblo está cubierto de bosque, lo que hace que tengamos especial conciencia” de los peligros de andar tirando cigarrillos encendidos ya no por las ventanas de los autos, sino de cualquier otra plataforma de lanzamiento posible. “Hay seguidores de la obra de Murakami en todo el mundo y hay muchas posibilidades de que la gente se forme una opinión equivocada de nuestro pueblo”, explicó otro funcionario con el orgullo también a la miseria.
Por su parte Drive my Car, una texto lo suficientemente extenso como para que casi se lo pueda considerar una novela corta, fue publicado en noviembre pasado en una revista muy popular en el Japón. El texto, en el que Murakami vuelve utilizar como título un tema del disco “Rubber Soul” de los Beatles, se centra en la interacción que mantienen Kafuku y su chofer veinteañera, a quien el actor contrata para pilotear su viejo auto amarillo. Seguramente este incidente servirá para que Murakami y todos los escritores del mundo, temerosos de las represalias de sus lectores, piensen que tal vez no está tan bueno eso de darle siempre la razón a la imaginación.
TIEMPO ARGENTINO