22 May Fingir un orgasmo, una frecuente pérdida de tiempo
Por Sebastián Ríos
“¿Qué estás diciendo? ¿Que fingen el orgasmo?”, pregunta un incrédulo Billy Cristal en el papel de Harry a Meg Ryan, Sally, dando el pie a la clásica escena del film Cuando Harry conoció a Sally, en la que ella deja en claro lo sencillo que es para una mujer fingir un orgasmo, al mismo tiempo que expone la aparente incapacidad masculina para percibir si su pareja está disfrutando o no de un encuentro sexual. Sin embargo, un reciente estudio de psicólogos canadienses sugiere que no vale la pena que Sally gima, grite y se despeine en el restaurante, tampoco que repita la escena en la cama. Ellos se dan cuenta cuando la mujer finge. Ellas, también. Las conclusiones del estudio publicado en la última edición de la clásica revista Archives of Sexual Behavior dan por tierra con los argumentos de Sally: tanto hombres como mujeres son igualmente capaces de percibir la satisfacción sexual de su pareja. Es más, para ello no hace falta que medien palabras, no hay nada que preguntar.
“Observamos que, en promedio, tanto hombres como mujeres tienen una percepción bastante precisa y sin sesgo de la satisfacción sexual de su pareja”, señaló Erin Falls, psicóloga de la Universidad de Waterloo, Canadá, y principal autora del estudio.
“También hallamos que tener una buena comunicación sobre temas de sexo ayudó a los participantes [del estudio] a comprender la satisfacción sexual de sus parejas”, agregó Falls, que basó su trabajo de investigación sobre 84 parejas, entre cuyos integrantes se indagó en forma individual acerca de su satisfacción sexual, su comunicación sexual y su capacidad para reconocer emociones. Pero quizás el aspecto más llamativo de sus conclusiones es que, en palabras de la psicóloga canadiense, aun en ausencia de una buena comunicación sexual, “una persona puede ser bastante precisa a la hora de reconocer la satisfacción sexual de su pareja si es capaz de leer bien las emociones”.
Es justamente esa capacidad de reconocer la satisfacción sexual del otro la que permite construir los “guiones sexuales”, que, según Falls, son los que guían la vida sexual de una pareja. “Con el tiempo, una pareja desarrollará rutinas sexuales. Creemos que tener la capacidad de reconocer con precisión la satisfacción sexual de la otra persona es lo que ayuda a cada uno de sus integrantes a desarrollar guiones sexuales que ambos disfrutan. Más específicamente, el ser capaz de determinar si la pareja está sexualmente satisfecha es lo que ayuda a las personas a decidir si seguir con la rutina habitual o si hay que probar algo nuevo.”
Llegado a este punto, y tomando como válidas las conclusiones de los psicólogos de la Universidad de Waterloo, es que vale preguntar por qué si la mayoría de las personas tiene la capacidad de percibir si su partenaire sexual lo está pasando bien, muchos optan por recrear con mayor o menor empeño la clásica escena de Cuando Harry conoció a Sally. Algunos quizá no crean mucho en la psicología o, por el contrario, estén muy convencidos de sus dotes actorales, sin embargo, en la mayoría de los casos fingir responde a otras causas.
“Todas las personas, por lo general, han fingido alguna vez un orgasmo. Por diferentes motivos: agradar y complacer a su pareja, ocultar por vergüenza alguna dificultad para lograr el orgasmo, por ansiedad, para que la relación termine lo antes posible, por inexperiencia, etcétera”, afirma la psicóloga y sexóloga Andrea Gómez, autora de Sexualidad, pareja y embarazo. Mitos y verdades (Lugar Editorial), que advierte que “el problema es mayor cuando esta forma de actuar se instala, es frecuente y la persona se resigna a vivir su sexualidad de esta manera”.
Los motivos por los cuales se finge el placer sexual son múltiples, coincide el médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien, autor de Cuerpos equivocados (Paidós). “El más común es el miedo al abandono: pensar que si tengo un problema sexual él [o ella] me va a dejar -afirma-. En varones y mujeres influyen ciertos mandatos, agravados por cierta presión social para no fallar en la cama, como, por ejemplo, el pensar que hay que obligatoriamente tener un orgasmo siempre y de infinitas maneras. En parejas estables, el fingir muchas veces está ligado a evitar discusiones. Otras veces, no se quiere lastimar a la pareja, ya que en algunas situaciones la pareja se siente responsable de la anorgasmia de su compañero o compañera. Otra justificación está vinculada a cierta culpa que aparece cuando el problema está instalado y la pareja quiere solucionarlo: él o ella hacen lo imposible para que su pareja tenga un orgasmo, u ante la imposibilidad el otro finge.”
Detrás de la mala costumbre de fingir un placer que no se obtiene también pueden encontrarse trastornos del orden de lo sexual: “Fingir es una situación mayormente vinculada con la anorgasmia, que es no llegar al orgasmo de manera persistente o recurrente, pero aclarando que no es anorgasmia cuando sucede de manera ocasional o esporádica -cuenta Helien-. Según mi experiencia clínica, alrededor del 60% del total de las personas con anorgasmia fingen en algún momento o en la mayoría de los encuentros. También hay personas que fingen y tienen problemas del deseo y la excitación”.
Independientemente de la causa de la engañosa puesta en escena de un goce que resulta esquivo, el saber popular sostiene que es la mujer la única capaz de tamaña actuación; después de todo, “al hombre se le nota si lo está pasando bien”, ¿o no? “En los varones, el orgasmo generalmente va acompañado de la eyaculación; por lo tanto, fingirlo es más difícil que para la mujer”, admite en primera instancia Gómez, pero agrega: “El orgasmo es una reacción fisiológica, pero también psicológica y emocional. Si la reacción fisiológica no es tan visible como en el caso de las mujeres, fingir la satisfacción emocional resulta más sencillo. Pero no tiene nada de sencillo en cuanto al «dolor» psíquico que esto puede causar. Resignarse a la no satisfacción y ocultarle a la pareja esta dificultad es condenarse a una vida sexual pobre y mentirosa”.
Pero volviendo al varón, erección no necesariamente es sinónimo de satisfacción. Un ejemplo de la era pos-Viagra lo aporta ahora Helien: “Una situación particular es la que se da en algunos varones que toman sildenafil [nombre genérico de la droga popularmente conocida como Viagra] y en los que a veces puede disociarse la erección de la excitación. Así, tras tomar el medicamento tienen una erección de 9
10 puntos, pero su excitación, que es la responsable del orgasmo, permanece en 5/6 puntos”, explica Helien.
“Sea cual fuere la situación, en hombres y en mujeres, fingir el orgasmo no soluciona nada, al contrario, sostiene la disfunción. Aceptar que se tiene un problema permite abordarlo y, por supuesto, solucionarlo. La indicación es la consulta con un profesional especializado”, concluye Helien. Para Gómez, el punto de partida para dejar de actuar y vivir una sexualidad realmente satisfactoria se encuentra en el diálogo en la pareja.
“Las mentiras, los secretos y actuar sensaciones que no se tienen nos condenan a vivir una mentira que, si se descubre, causará decepción y un dolor emocional muy difícil de reparar -advierte-. Cuando esto ocurre, es recomendable realizar una consulta psicosexual con un especialista para poder resolver tabúes, temores, propiciar el diálogo, resolver alguna fantasía que reprime el placer, desplegar un diálogo sincero con la pareja y recibir consejos para mejorar la sexualidad de ambos.”
LA NACION