El trabajo a más de un siglo del 1 de mayo de 1886

El trabajo a más de un siglo del 1 de mayo de 1886

Por Jorge Muracciole
A 138 años de los sucesos producidos en Haymarket Square, Chicago, la lucha por mejores condiciones de trabajo para millones de asalariados sigue siendo una asignatura pendiente.
Ese 1 de mayo de paros, mitines y lucha callejera, por la disminución de la jornada laboral a ocho horas diarias, que concluyera con heridos detenidos y siete sentencia de muerte sobre los trabajadores anarquistas George Engel, Samuel Fielden,Adolph Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons y August Spies, quienes pasaron a la historia como los mártires de Chicago, por ser víctimas de un juicio injusto que intentó servir de escarmiento a la creciente insumisión obrera, constituyéndose sus muertes en el símbolo por décadas de la luchas proletarias, instaurándose en todo el mundo, a excepción de los Estados Unidos, como el Día Internacional de los Trabajadores.
A pesar de las conmemoraciones y los recordatorios de la histórica jornada del 1º de Mayo, en el mundo contemporáneo siguen persistiendo, tanto en África, Asia, América y la vieja Europa, una profunda asimetría en la relación entre las ganancias empresarias y las precarias condiciones de existencia de millones de seres humanos que subsisten de su trabajo. Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo, existen más de 200 millones de personas desocupadas, con el agravante de que las formas precarias en las relaciones laborales son el común denominador de por lo menos la tercera parte de la mano de obra a escala planetaria.
Veinte millones de trabajadores migrantes en Medio Oriente y el Norte de África provienen de países pobres, donde no se han establecido mecanismos para proteger a sus ciudadanos contra abusos, condiciones inhumanas de trabajo y el tráfico de personas, ni se les suministran medios de repatriación en tiempos de crisis.
Según De Wilde, coordinador de la oficina de la Organización Internacional de Migración (IOM), en Túnez hay grandes cantidades de migrantes –sobre todo de Bangladesh, las Filipinas, Egipto, África Occidental y la región subsahariana– que parten de Libia desde mediados de febrero a una frecuencia de entre 1000 y 3000 por día, en muchos de los casos como puente para intentar ingresar a Europa.
Se estima que 9,5 millones de seres humanos son víctimas de trabajo forzoso en la región de Asia y el Pacífico, lo cual representa más de tres cuartas partes del total de 12,3 millones de personas a escala planetaria. La mayoría de las mismas, que hacen trabajo forzoso en la región –casi dos tercios, 6 millones de personas– es obligada por particulares a trabajar con fines de explotación económica en el sector de la agricultura y en otros sectores de la economía.
Se estima que los beneficios anuales generados por la trata de personas para realizar trabajo forzoso en la región de Asia y el Pacífico se elevan a 9,7 millones de dólares. En Europa desde la última crisis, la doble tendencia de crecimiento de la desocupación con la creación de nuevos puestos de trabajo a tiempo parcial, –violando convenios, rebajando el valor de los despidos– son el común denominador en España, Grecia, Portugal, Francia, Italia e Irlanda. Las recetas de la Troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y el Banco Central Europeo) no han servido para superar el deterioro de la vida cotidiana de los asalariados formales y los precarizados, sin poder modificar los angustiantes porcentajes de desocupación que azotan al sur de Europa.
En América Latina, producto del crecimiento sostenido de la región en la última década, el desempleo registra una tasa mínima histórica del 6,3% en 2013, aunque la situación laboral es “preocupante” según la Organización Internacional del Trabajo: “Debido a que la falta de dinamismo económico ha impactado al mercado laboral”. El panorama en el mundo del trabajo en 2013 destaca también que si bien el desocupación ha bajado, aún es necesario mejorar la calidad de los empleos. Hay al menos 130 millones de personas que están ocupadas pero trabajan en condiciones de informalidad.
El informe también señala que hay al menos 6,6 millones de jóvenes desempleados. La tasa de desempleo juvenil en las zonas urbanas incluso experimentó una leve alza en el promedio regional al pasar del 14,2 al 14,5 por ciento. Los gobiernos que han avanzado en políticas heterodoxas en distintos países de la región, se encuentran con un obstáculo hasta ahora insalvable, la lógica empresarial anclada en concepciones retrogradas que impiden la profundización de cualquier programa distributivo que permita morigerar las profundas inequidades heredadas de décadas de neoliberalismo.
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