El nuevo destino de las flores

El nuevo destino de las flores

Por Daniel Balmaceda
El 26 de julio de 1931 se fundó en Río Cuarto la Sociedad de Damas Sirio Libanesas. La presidencia quedó en manos de Victoria Jaule, quien entonces tenía 23 años y era un mujer muy activa. Acumulaba alguna experiencia como vendedora -en Buenos Aires trabajó en un negocio de sus tíos, Simón y Tufik-, había estudiado labores en la Academia Singer y realizado un curso de comercio. Además era corresponsal de ¿La Gaceta Árabe?¿La Gaceta Árabe?La gaceta árabe de Buenos Aires y estaba de novia con Juan Miguel Sarquís, gerente de La Cuna de Oro, una importante tienda de la ciudad cordobesa.
Luego de que se casaran en 1935, Victoria hizo el profesorado de Corte y Confección. Fueron llegando los hijos, entre ellos la poeta María del Carmen Sarquís, apodada Monona, que tuvo la feliz idea de recopilar escritos de su madre y poesías. También se ocupó de difundir rasgos biográficos de Victoria Jaule, acompañados de anécdotas, como la siguiente: Monona se había enfermado a los 7 años y la fiebre no bajaba. Mamá Victoria la hizo revisar por una junta de médicos que concluyó que había serias posibilidades de haber contraído tifus. Ante un cuadro tan desalentador, Victoria decidió hacer una promesa: si su hija Monona se curaba, cada año, en las vísperas de la fiesta de la Virgen del Carmen, la propia Monona (es decir, María del Carmen) llevaría una alcancía de la iglesia y recorrería las casas de la ciudad pidiendo limosna para la parroquia. Así, hasta cumplir los 15 años. Monona se curó y durante los próximos ocho años se ocupó de cumplir la promesa ¡que había hecho su madre!
Victoria Jaule de Sarquís tenía parientes en la ciudad de Córdoba. Su hija reveló que, cada vez que volvía de visitarlos, “llegaba con veleidades de alta burguesía”. En cierta oportunidad regresó a su casa con una madre soltera que se emplearía como mucama. Luego de vestir el uniforme característico, la mucama acudió al living de la casa, ya que Victoria quería presentarle a sus hijos, Monona, Jorge -también llamado Kuky- y Juan Carlos -o Bocha-. La dueña de casa anunció: “Tendrás que llamarlos: niño Kuky, niño Bocha y niña Monona, que es la que desayuna a las 7 para ir a la escuela”. La inesperada respuesta de la mucama fue: “Ah, que no haga mucho ruido porque yo duermo hasta más tarde”. La carcajada de los chicos desmoronó el marco pomposo que pretendía la madre que, por su parte, no vio ninguna gracia en el comentario, envió a sus hijos al fondo de la casa, desde donde igual podía oírse el monólogo que debió soportar la mucama no madrugadora.
Para terminar, un cuento de Nochebuena. En 1959, horas antes de la clásica reunión familiar, los Sarquís partieron al velorio de una vecina llamada Bachela. En el momento en que estaban saliendo de su casa llegaron flores para Monona, con 20 años y muchos más pretendientes. Victoria interceptó el ramo de flores, arrancó la tarjeta romántica y escribió una simple dedicatoria a doña Bachela. Las flores del pretendiente de Monona terminaron acompañando el cajón de la finada.
LA NACION
ILUSTRACION: DIEGO PARÉS