29 May El futuro, para Hollywood, solo puede ser infinitamente peor
Por Marcelo Stiletano
El año que vivimos en peligro. El título de la ya clásica película de Peter Weir le sienta perfecto a Hollywood para caracterizar una de las grandes obsesiones del año pasado. Un 2013 en el que los estudios gastaron millones y millones de dólares para mostrar que el porvenir del mundo no podría ser peor y que “nuestros días en este planeta, tal como lo conocemos, están contados”, como se pudo leer hace poco en el semanario The Economist.
La más reciente muestra de esta clara tendencia es Elysium. Esta nueva alegoría sobre el destino que nos aguarda pinta, como buena parte de las anteriores (Oblivion, el tiempo del olvido ; Después de la Tierra ), un escenario devastado por catástrofes ecológicas, violencia por doquier y, sobre todo, la huida del planeta por parte de sus habitantes. La única garantía de supervivencia genuina para el género humano aparece fuera de la Tierra.
Esta necesidad de escapatoria frente a la transformación del planeta entero en una única tierra yerma, inútil para el cultivo, la alimentación y cualquier atisbo de vida normal abre otro inquietante planteo, en este caso político: ¿cómo se plantean frente a una situación límite y a tantas necesidades extremas las relaciones de poder? ¿Quién impone las reglas?
De todos los intentos encarados este año por Hollywood para narrar desde el cine fantástico esta mirada distópica, Elysium cerró un largo calendario de lanzamientos y, sobre todo, apareció como la manifestación más explícita de la tendencia en términos ideológicos. El film puede verse en una línea de continuidad como la sucesora perfecta de Sector 9, la potente presentación en sociedad del realizador sudafricano Neill Blompkamp.
Aquel retrato (estrenado en 2009) de un mundo en el que grupos de alienígenas invasores terminan confinados en una suerte de gueto suburbano muy parecido a una villa de emergencia (en una precisa lectura alegórica del apartheid que selló a fuego la historia sudafricana reciente) prosigue ahora con todos los recursos de producción de Hollywood a disposición de su creador.
En Elysium, los marginados son los millones de seres humanos que por su condición social, económica y educativa deben resignarse a sobrevivir como pueden en un planeta incapaz de proveer un sustento mínimo a poblaciones condenadas a vivir entre la polución y la marginalidad. Lejos, casi inalcanzable, orbita alrededor de la Tierra una especie de inmenso satélite artificial en el que los sectores más opulentos consiguen mantener su alto nivel de vida y (lo más importante) una cura inmediata para cualquier enfermedad.
DISTANCIAMIENTO
“En el momento en que alguien dice que tiene ganas de explorar algún tipo de cuestión social desde estas películas, todos los demás quieren tomar distancia”, afirma Matt Damon, protagonista del film. El actor, que interpreta aquí a un ex convicto y trabajador casi precario, que para más datos es de origen latino y mezcla el español y el inglés (su personaje vive en una Los Ángeles muy parecida a los suburbios de una gran ciudad latinoamericana), es bien conocido en Hollywood por sus posturas ideológicas muy comprometidas y cuestionadoras de la administración Obama. A Damon, que podría ser ubicado en el ala izquierda del Partido Demócrata, también se le reconoce una activa militancia por la defensa del medio ambiente.
Quienes interpretaron Elysium, sobre todo en los Estados Unidos, desde una lectura política se detuvieron, sobre todo, en el detalle decisivo de aquí (al igual que en la mayoría de los lanzamientos que siguieron este año dicha línea) una vida mejor se desarrolla fuera de la Tierra. De hecho, más de un analista observó con sutil ironía que, en el fondo, la mayoría de los títulos representativos de esta tendencia no hicieron otra cosa que reescribir con pequeños cambios el argumento de WALL-E, esa obra maestra de la animación digital concebida y producida por Pixar en 2008.
Cinco años después, en Elysium nuestro planeta al menos conserva la existencia de vida humana a gran escala, aunque en las peores condiciones y expuesto a todas las amenazas imaginables. Lo mismo ocurre en otro de los estrenos más fuertes (en términos de presupuesto) de este año como Titanes del Pacífico, aunque en clave más terrorífica, por culpa de los monstruos de poder aniquilador que nos amenazan desde las profundidades marinas. Pero también en estos casos el retrato de un planeta huérfano de recursos y víctimas de la tormenta perfecta en términos ecológicos no puede esconderse.
Es un panorama que llega a la máxima expresión posible en Oblivion, el tiempo del olvido y en Después de la Tierra, dos superproducciones ya conocidas por el público argentino. En estas dos últimas películas, desde una postura que también podría aplicarse en el caso de Elysium, los héroes que las protagonizan se instalan en nuestro planeta y pese a los obstáculos que allí se presentan (climáticos, ecológicos) dejan en claro la voluntad de permanecer allí, de clavar una lanza en defensa de la perdurabilidad del mundo en el que siempre habitamos.
Pero la afirmación nace en todos los casos de una amenaza visible. Un estímulo que puede fácilmente encontrarse en el mundo de nuestros días (las amenazas al ecosistema, el contagio global de un nuevo virus) y disparar especulaciones de todo tipo en los mayores escenarios catastróficos que pueda imaginar el cine. Algo que también ocurrió este año con Guerra Mundial Z y con la comedia Este es el fin (This is the End), cuyo estreno a comienzos de noviembre acaba de confirmarse.
Ese disparador, como ya señalamos, puede también interpretarse en sentido político. Y eso llevó a que desde algunos sectores se hablara de Elysium como un multimillonario alegato que respalda desde Hollywood movimientos como el de los “indignados” de Wall Street. Desde esa lectura, el shutdown que mantiene paralizado al gobierno de Estados Unidos podría ser la fuente de una próxima alegoría futurista que renueve la actual obsesión de Hollywood: todo puede ser peor.
LA NACION