24 May Darío Grandinetti: “El arte te salva de un montón de cosas”
Por Analía Rivas
Intenta evitar que lo reconozcan, pero los lentes de vidrio negro no son suficientes. “Es Grandinetti, uno de los mejores actores argentinos”, se escucha desde la mesa cercana. El comentario flota y se diluye al instante, sin alterar la intención de anonimato.
El café y las dos medialunas también desaparecerán con velocidad, mientras Darío Grandinetti acepta cada pregunta como una invitación a compartir una reflexión que pensará y expresará con dedicación. La excusa del encuentro en un café de Belgrano es el estreno de Inevitable, película de Jorge Algora que se estrenó ayer, con guión basado en la obra Cita a ciegas, de Mario Diament.
La historia que protagoniza junto con Federico Luppi, Carolina Peleritti, Mabel Rivera y Antonella Costa plantea la existencia de un destino que no puede esquivarse: “El amor y la muerte son inevitables”, a la vez que postula el interrogante de realidades alternas.
Grandinetti personifica a Fabián, un gerente bancario que además de soportar un entorno laboral que sigue la ley del gallinero –”La gallina de arriba caga a la de abajo”–, mantiene un matrimonio estancado en el tedio y, a partir del encuentro de un escritor ciego, se entusiasma con comenzar una vida distinta.
–¿Cuál es tu lectura de lo que le pasa a Fabián?
–Es un hombre que decide hacerse responsable de su destino o cambiarlo. No sé qué grado de peligrosidad habría tenido al seguir sus mandatos familiares. No sé si por lo que se ve en la película, o por otro motivo, hubiera aparecido la idea de cambiar su vida. Pero esas son cosas que no necesité saber para el personaje, no las necesito como actor, no me importan.
–¿Qué aspecto sí te importa?
–El recorrido que hace el personaje. Me ha pasado con otros roles que tienen esta especie de trampa. Lo que me preocupa es que en algún momento del recorrido, cuando pasa lo que pasa ahí, uno puede decir “era inevitable”. Creo en la necesidad que tiene la película y pretendo tener en claro que tengo que estar al servicio de todo el cuento. Y que no sean una isla mi personaje ni mi trabajo.
–Lo de inevitable…
–Es una linda frase romántica.
–Hay varias referencias además de la del amor. Inevitable aparece también la ley del gallinero. Inevitable es la muerte.
–Si yo considerara que fuera inevitable, nada valdría la pena.
–Para Fabián, ¿la frase que escucha del escritor es una excusa para justificar sus elecciones?
–Creo que lo aplica más a la relación con la chica. Me parece que ahí pone el acento. En realidad, los personajes que hacen referencia a eso hablan del amor y de la muerte. El escritor habla del amor, y la chica del amor y de la muerte como dos cosas inevitables. Después, nada más. Y él hace referencia cuando le reprocha a ella que se vaya. Creo que ha decidido meter la mano al destino de su vida profesional y familiar, por culpa de ella.
–¿En tu carrera o en tu vida ha habido circunstancias en las que aceptaste que algunas cosas eran inevitables?
–No.
–¿Nunca te reconociste perturbado frente a algo que pareciera no poderse evitar?
–Yo he reaccionado siempre. Si no, no hubiese sido actor. Siempre me he rebelado ante los mandatos familiares, por ejemplo, que señalaban que determinadas cosas están para los elegidos. Soy de una familia donde no había ningún actor, de clase media, donde todo costaba mucho esfuerzo, y para ellos determinadas cosas estaban predestinadas a los privilegiados. Y en ese sentido yo no lo era de antemano. Ahora soy un privilegiado, siento que lo soy porque me puedo ganar la vida haciendo lo que elegí, pero también sé que no me lo regaló nadie, que tuve que hacer mis cosas para que eso ocurriera.
–¿Pero creés que la circunstancia de elegir, dedicarte con pasión y seguir un recorrido inevitablemente te conduce hacia una meta estipulada?
–No. Porque si no sería fácil. Apasionarse y ser emprendedor.
–¿Qué establece que algunos lleguen y otros no?
–Eso no lo sé. Creo que hay algo dentro de uno. Hay una frase de Saramago que me parece tan genial que me da la chance de usarla siempre. En uno de sus libros dice: “Todos tenemos algo adentro que no tiene nombre.” Eso es lo que somos, cada uno que le ponga el nombre que quiera, el alma, el espíritu, o que cada uno crea lo que quiera. Hay algo adentro que somos y que de alguna manera es nuestro motor.
–¿Y cómo relacionás eso con la búsqueda del propio destino?
–Creo que ese motor hace que uno avance, que decida retroceder o no. Que pueda lograr lo que se propone, que no es el destino que lo define, es algo de uno. Creo que es uno que no le permite o que le da posibilidades. También sé que no es lo mismo haber nacido en un lugar que en otro. Hay mucho de casualidad o de destino, pero uno puede modificarlo. En todo caso, puedo decir “era el destino” después de haber trabajado para alcanzarlo. Ahora no me voy a quedar cruzado de brazos diciendo: “El destino me va a poner donde corresponda.” No es que descrea del destino, al contrario.
–El escritor ciego es Borges, pero la película no lo nombra.
–Son datos que a mí no me importan. Es algo del director y de Federico Luppi, que lo interpreta. A mí me daba igual. Después, uno lo ve y en la obra está. Es ciego, el escritor más famoso, y Federico hace lo que hace. Fabián se relaciona con un hombre sabio para él, y que viene de otro lado que le hace descubrir un mudo diferente y lo ayuda a pensar de otra manera. En ese sentido, me pareció importante rescatar la importancia del arte en la vida de una persona. Un contacto con lo artístico o con lo que dispara tener una profesión relacionada con el arte. Alguien que escribe piensa de una manera, alguien que hace música de otra. Si escuchás una hora por día a Bach o a Beethoven, al cabo de un año sos mejor persona. En ese sentido, a mí parece genial que a mis hijos les haya gustado dedicarse a la actuación; me parece que el arte te salva de un montón de cosas.
–La historia habla de realidades alternativas. ¿La imaginación se entrena?
–¡Por supuesto! Aquel que trabaja con ella y trabaja todos los días, llega un momento en que le resulta más fácil recurrir a ella o convocarla o que simplemente aparezca. Algunos la trabajan de manera más consciente. Ir a hacer un taller de actuación es eso. Uno ejercita su instrumento. Dentro de ese instrumento que es uno, también está la imaginación. Todo lo que tiene que ver con la sensibilidad, con lo que relacionás, con lo que te conmueve o lo que no, todo se ejercita. Lo que tenga que ser que te agarre la inspiración, la musa, esa luz divina que cae, seguramente acostado en la cama no te va a caer ni te va a agarrar.
–¿El amor es inevitable?
–Para mí, el amor es complicado. Y más que inevitable, es impune. Es muy tentador decir “Si tiene que ser, tiene que ser” o “Eso que no fue, si no fue por algo será”. Yo no estoy tan seguro de eso ni de nada. Las sentencias alrededor del amor son geniales en los libros, poemas y películas, pero si en la vida yo ando por ahí diciéndole a una chica “Lo nuestro es inevitable”, se me va a cagar de risa.
–¡Y adiós la inevitabilidad!
–Lo inevitable es la vida. Vivir.
TIEMPO ARGENTINO