Un texto del escritor que admiró Freud es hoy una novela gráfica

Un texto del escritor que admiró Freud es hoy una novela gráfica

Por Juan Pablo Cinelli
Puede decirse que el arte, como cualquier otra expresión, no puede y no debe dejar de ser visto como la impresión de una época, cuyas marcas físicas sobreviven a través del tiempo y a la vez dan cuenta de su afilado devenir. Desde ese lugar, un libro, una canción, un cuadro o una película tienen el mismo valor que los huesos convertidos en piedra de un dinosaurio milenario. Arte, sí, pero también piezas arqueológicas que facilitan la comprensión del momento histórico al que pertenecen, instrumentos para entender mundos extraños y muchas veces por completo ajenos al presente desde el cual se los vuelve a contemplar. La obra del austríaco Arthur Schnitzler, de quien la editorial española Nórdica Libros acaba de publicar una exquisita versión de la nouvelle Relato soñado, es un ejemplo claro de esa capacidad. Sus textos, y este en especial, conservan entre sus palabras, de manera consciente o inconsciente, los rasgos de una época que puede ser desmontada y reconstruida a partir de su lectura.
Poderoso, sofisticado y vanguardista, el trabajo de Schnitzler es un emergente palmario del caldo cultural que se coció a finales del siglo XIX en una Europa conocedora de su decadencia, en medio de las contradicciones victorianas de una sociedad que presumía de ser la cúspide del progreso humano. Una sociedad tan capaz hacer estallar todos los paradigmas, alumbrando las teorías más complejas –del psicoanálisis a la física cuántica, pasando por la teoría de la relatividad–, como de adolecer de los más nefastos prejuicios raciales, religiosos y de género. Ese fue el microcosmos histórico en donde el austríaco dio a luz a su obra.
Escritor y dramaturgo, Schnitzler no sólo fue contemporáneo de Planck y Einstein, del triunfo de la electricidad o el surgimiento del cine y su inmediata ascensión al grado de séptimo arte, sino que fue vecino del propio Sigmund Freud. Ambos fueron fundamentales e influyentes animadores de la escena cultural de la imperial ciudad de Viena, en donde conceptos como superyó, represión, fallido, interpretación onírica y, por supuesto, inconsciente, comenzaron a convertirse en parte de una idea de realidad cada vez más extendida. La mayor parte del mérito de que esas ideas se hayan popularizado le corresponde al trabajo de Freud y sus alumnos más destacados, como Karl Jung, pero tal vez fue Schnitzler quien más las aprovechó literariamente. Al punto de que el propio Freud, que sin ser su amigo se declaró muchas veces admirador de su trabajo, solía considerarlo su alter ego literario.
Poco difundida en la actualidad y mucho menos en castellano, sin embargo Relato soñado recobró notoriedad hace 15 años merced a la versión cinematográfica realizada por Stanley Kubrick en su última película, Ojos bien cerrados (1999). El título original en alemán de esta breve novela, Traumnovelle, deja en claro su filiación con el imaginario psicoanalítico, del cual de todos modos Schnitzler era muy crítico. Gracias a la reciente y lujosa publicación de Nórdica Libros, ese Relato soñado puede leerse nuevamente en Buenos Aires con un bonus track irresistible. Como si se tratara de uno de esos vendedores ambulantes que recorren los colectivos de la ciudad y que siempre tienen un regalo extra para que sus ofertas se vuelvan difíciles de rechazar, dicha edición no sólo consta del texto original, sino que incluye una atractiva adaptación gráfica realizada por el ilustrador Jakob Hinrichs. Habitual colaborador de medios importantísimos, como el diario New York Times, Hinrichs consigue una relectura original del trabajo de Schnitzler logra ir incluso más lejos, en tono y atrevimiento, de la ya de por sí poderosa visión cinematográfica de Kubrick.
Relato soñado cuenta la historia del doctor Fridolin y de su esposa, quienes luego de ser seducidos por extraños en un baile de disfraces, se obligan a una reveladora charla en la que aparecen algunas historias y deseos que hasta entonces habían preferido ocultar en el pasado. Abrir esa puerta significa para ellos la irrupción de lo reprimido: psicoanalítico por donde se lo mire, el relato irá tomando dimensiones siniestras. Schnitzler trabaja sutilmente la narración, manteniendo siempre abierto el límite entre lo real y lo onírico, al punto de que sus personajes le atribuyen el mismo valor a ambas realidades. Herido por los sueños de Albertine, su mujer, Fridolin comienza una espiral descendente hacia el infierno de sus propios deseos ciegos, en un recorrido en donde los encuentros y la tensión sexual serán cada vez más tortuosos, como si habitaran el mismo universo de las creaciones de El Bosco, pero también de Dalí, Magritte o Ernst. Porque Relato soñado no puede entenderse sin el contexto del auge de las ideas de comienzos del siglo XX, aunque el propio autor abjurara de gran parte de ellas. Pero sus alcances llegan mucho más allá de la simple teoría: Schnitzler consigue contar una historia que bien puede resumir una de las tantas maneras en que hombres y mujeres se abrazan a la vida con pasión. Que es ni más ni menos que contar, a su manera y con sus virtudes literarias, una posible historia de la humanidad.
TIEMPO ARGENTINO