“Se habla de inclusión económica, pero la palabra incluye de manera radical”

“Se habla de inclusión económica, pero la palabra incluye de manera radical”

Por Mónica López Ocón
Según se cuenta bajo el rubro “Curiosidades” en la página oficial de Antonio Skármeta –quien viajó a Buenos Aires convocado por el Congreso Federal de la Palabra– siendo aún un adolescente le llevó su primer libro a Pablo Neruda para que le diera su opinión. Se llamaba El entusiasmo y Neruda lo abrió con gesto aburrido mientras se subía los pantalones. Le dijo que a los dos meses le daría la respuesta. Cumplido el plazo, emitió su opinión: “Es bueno, pero eso no quiere decir nada, porque todos los primeros libros de los escritores chilenos son buenos.” La relación entre el poeta consagrado y el escritor incipiente tuvo luego su elaboración literaria y más tarde cinematográfica y se convirtió en un éxito internacional: El cartero de Neruda, Ardiente paciencia, Il Postino.
En el mismo rubro se consignan los errores lingüísticos de su abuela croata que solía decir prostíbulo cuando en realidad quería decir vestíbulo. De todas estas cosas, es decir, de su relación con las lenguas y con el cine habló Skármeta con Tiempo Argentino antes de dar su charla en el Parque del Bicentenario.
–Usted ha sido convocado para participar del Encuentro Federal de la Palabra por su condición de escritor. ¿Cuál ha sido específicamente su participación?
–Usar la palabra y tratar de que esa palabra se guíe por el lema que tiene este encuentro que me parece muy feliz: “La palabra incluye”. El tema de la inclusión es algo que a mí me preocupa como escritor y también como un hombre consciente de América Latina. Hablamos siempre de la inclusión como un tema económico, educacional, pero la palabra poética, la palabra del escritor muchas veces no está cerca de la gente que la anhela. Entonces. Por eso este encuentro, con esta filosofía tan ganosa de la inclusión me parece especialmente atractivo y me encuentro muy a gusto en él. Por esa razón hablé precisamente de cómo la palabra poética en mi literatura se incluye en la vida cotidiana de la gente para producir un estímulo, una reacción, una apertura de horizontes.
–¿De qué forma particular la palabra incluye? ¿Hay una especificidad de la palabra?
–Por supuesto. La palabra incluye de una manera profundamente radical. La palabra, el hablar es probablemente la actividad más intensa de nuestras vidas al extremo de que la gente quiere estar comunicada todo el tiempo ya sea tecnológicamente o con la familia y los amigos. La comunicación es “la gran cosa”.
–¿Y qué pasa con la palabra literaria?
–La palabra poética, la palabra literaria está un poco acorralada entre medio de otras que son las palabras de la eficiencia, de la eficacia, de la tecnología. La palabra poética, arrasada o muy limitada por un mundo que tiene otros destinos que va hacia otras cosas, está postergada. Eso es lamentable porque la palabra poética incluye siglos de creación, incluye maravillosas tradiciones que tienen que ser actualizadas hoy. Es decir, Shakespeare escribió para nosotros, Cervantes escribió para nosotros, Baudelaire escribió para nosotros, Platón escribió su filosofía para nosotros. Si no entendemos esto, que la cultura universal tiene que ser dinamizada y actualizada, en el momento de nuestras vidas y que es preciso encontrar el camino para hacerlo, estamos negándonos a una dimensión humana que tal vez es lo más humano de lo humano. Entonces vamos a tender a la monocromía, a la monotonía de sociedades que cada vez funcionan más descargadas de emotividad y espiritualidad.
¿Qué es lo que caracteriza a la palabra poética?
–El Twitter es un ejemplo de uso pragmático de la palabra. La palabra poética, en cambio, es una palabra que mira a la realidad, que siente el peso y la emoción de estar vivo y con los elementos que le da la realidad construye una metarrealidad que deja de herencia a los contemporáneos. Esa es la palabra poética, no la palabra que dice “nos juntamos hoy a tomar un café”, “dale, loco, vamos”. Eso está bien, está fenómeno, pero la palabra poética es otra cosa, es una palabra fundacional, una palabra que revela, que considera el mundo como un enigma, como un dato maravilloso para ser interpretado y recreado. Definitivamente, es otra cosa.
–Se dice que, sobre todo para un escritor, la lengua es la patria. ¿Cómo fue para usted, un escritor de habla hispana, el largo exilio que vivió en Alemania?
–Divertido, muy divertido, sobre todo tratándose de una lengua tan preciosa y de una gran poesía como la lengua alemana.
–¿Pero usted sabía alemán?
–No, cuando llegué a Alemania no sabía absolutamente nada de alemán, no tenía ninguna conexión familiar con el alemán, nada. Entonces comencé a aprender y lo hice de dos maneras, escuchando y grabando las noticias de la televisión y repitiendo lo que decía el locutor. Básicamente estaba interesado en las noticias de América Latina. Y cuando comencé a hablar un poquito de alemán y a entenderlo me metí inmediatamente no en la actualidad poética alemana ni nada eso, sino que me leí los escritores románticos alemanes. Me leí a Gothe, a Schiller y comencé a tener una relación muy intensa con el romanticismo alemán más que con la actualidad literaria. Una vez que tuve esa base ya me comuniqué bien con los poetas y escritores alemanes.
–Es decir que el contacto con otra lengua fue beneficioso para usted.
–Es que aprender otra lengua es dejar que entre en ti otro mundo, tu alma se democratiza cuando en tu vida entra otra cultura. Eso es bonito. Tú sabes que no todas las campanas suenan igual, que el mundo es mucho más amplio de lo que tú te imaginas, que aquello que tú dabas por tan sentado y por tan seguro en otra parte es de otra manera, que es distinta la manera como se mira, como se baila, como se recuerda, como se olvida. Son estilos muy distintos y mientras más uno absorbe la complejidad del mundo, más rica se hace tu literatura y más creces tú como ser humano.
–Usted desciende de croatas.
–Sí, mis abuelos eran inmigrantes croatas, pero mis padres eran chilenos.
–Entonces en su infancia usted debe haber escuchado hablar una lengua que no era la suya, es decir que ya en su niñez tuvo cierta noción de la amplitud del mundo. ¿Eso lo marcó de alguna manera?
–Bueno, sí, tenía la sensación de que había una anomalía dentro de mi vida de niño, pero al mismo tiempo, mis abuelos eran inmigrantes que me daban tanto afecto, que me protegían tanto que yo aprendí de ellos las palabras de amor y las de reto o riña. Es decir, los garabatos, las malas palabras que me decían cuando me portaba mal y las palabras amorosas con las cuales expresaban su afecto, su cariño. Toda esa generación de inmigrantes era básicamente gente que tenía muy poca educación, no era gente de fortuna. Cuando migran quieren paz y quieren progresar económicamente. Lo que más anhelaban los inmigrantes en esa época es que sus hijos tuvieran educación, la educación que ellos no pudieron tener. Entonces se esmeraban para que sus hijos leyeran, tuvieran buenas notas en el colegio, fueran ordenados, fueran buenos ciudadanos. Yo tengo un recuerdo muy agradecido de mis abuelos croatas. Eran de una parte de Croacia que es la Dalmacia, venían de una isla que se llama Brac.
–Le señalaba lo de la lengua de sus abuelos porque de chico es difícil comprender que existen otros mundos. Esa “anomalía” que usted señala posiblemente ya lo había abierto a otras lenguas y a otros mundos.
–Claro, fue tener como preensayado el exilio. (Risas)
–Usted tiene una obra muy vasta, pero su reconocimiento internacional viene de Ardiente paciencia, que sería Il Postino. ¿Cómo nació esa obra?
–Yo escribí un material muy especial que era mi experiencia con el poeta Pablo Neruda. Esto fue una materia que fue tomando distintas formas. Escribí ese material y lo fui ofreciendo a editores de distintos medios y el éxito de este material fue significando que se produjera y reprodujera en distintos medios. Fue así que Ardiente paciencia o El cartero de Neruda para decir el nombre de la novela pasó a ser una obra de radio que se dio en muchos países, fue traducida a treinta y cinco lenguas , fue la base de dos películas, Ardiente Paciencia y Il postino, fue la base de la ópera Il Postino de Daniel Catan que cantó Plácido Domingo y es muy posible que evolucione hacia otros géneros.
–¿A qué le atribuye el éxito, además, por supuesto, de la calidad?
–A la nobleza del material, a la fricción entre cultura y subcultura, entre ingenuidad y experiencia, entre espontaneidad y sabiduría que hay en la relación entre Neruda y el cartero. Es muy atractivo dramatúrgicamente y eso hace que directores y artistas de diversos géneros se interesen en esta obra.
–Es una obra conmovedora.
–Aparentemente la gente lo ha sentido así.
-¿Por qué dice “mi experiencia con Neruda”? ¿Cuál fue esa experiencia?
–Bueno, yo soy chileno, vivía a tres horas en auto de la casa de Isla Negra de Neruda. Como escritor quería conocer a Neruda y quería que Neruda conociera lo que escribía. Lo admiraba y como escritor y conecté con el poeta y allí comenzaron ciertos diálogos, ciertas bromas, cierta familiaridad que me inspiraron una versión distinta de Neruda. Por eso hablo de una experiencia personal y no de una experiencia libresca de Neruda. No es que primero yo haya leído la obra completa de Neruda y luego haya hecho un retrato de él, sino que fue un gesto personal de aproximación.
–Usted es un hombre de la palabra que tiene una relación muy estrecha con el cine. ¿Cómo es esa relación?
–Tuve la suerte de que directores muy buenos se hayan interesado en mi obra. Michael Radford hizo una película preciosa, Il postino. Fernando Trueba hizo la bellísima película El baile de la victoria y basándose en una obra de teatro mía que se llamó El plebiscito. Pablo Larrain hizo la película No. Muchos autores se quejan de que los directores de cine echaron a perder sus obras. Yo no.
TIEMPO ARGENTINO