13 Apr “Salinger podía ser intratable”
Por Eduardo Berti
Aunque todos los admiradores y devotos de J. D. Salinger conocían el sitio web www.deadcaulfields.com, ignoraban que su creador y editor, Kenneth Slawenski, al mismo tiempo que administraba la página (nacida en 2004 y elogiada incluso por The New York Times), preparaba una colosal biografía del escritor, la más completa que jamás se le hubiese consagrado.
El 28 de enero de 2010, cuando Slawenski revisó la casilla de correo de su sitio web, vio que estaba inusualmente atiborrada. Había, en total, cincuenta y siete mensajes, mientras que lo normal era que recibiera tres o cuatro por día. Al mirar el primero en la lista supo con exactitud lo que había pasado. Los mensajes llevaban títulos como “J. D. Salinger, descanse en paz”.
Ironías del destino: la última actualización del sitio web era un mensaje de felicitación a Salinger por su flamante cumpleaños número noventa y uno, y hacía apenas una semana que Slawenskihabía entregado a su editor el manuscrito de la biografía. “Durante siete años había estado completamente sumergido en Salinger, en sus escritos, su filosofía y los más pequeños detalles de su vida. Se había convertido en mi compañero permanente. Y ahora se había ido.”
Slawenski publicó la biografía semanas después de la muerte de Salinger y eligió llamarla A Live Raised High . El título de la traducción castellana, Una vida oculta , establece un lazo especial con uno de los títulos en español de la famosa novela de Salinger The Catcher in the Rye (1951): El cazador oculto , aquel con que lo bautizó en la Argentina Fabril Editora en 1961 y luego retomó, en 1998, una nueva versión de Sudamericana. La versión española, El guardián entre el centeno , es de 1978.
Una vida oculta es una proeza: el libro de un “fan” (entre comillas, como prefiere Slawenski) que ha evitado cualquier clase de hagiografía y ha ejercido como verdadero “cazador” de informaciones hasta entonces inaccesibles o, en el mejor de los casos, dudosas. La biografía de Slawenski muestra a unSalinger lejos de cualquier estereotipo. El futuro misántropo duda, de joven, entre ser actor o escritor y frecuenta fiestas de moda detrás de su gran amor, Oona O’Neill, hija del dramaturgo Eugene O’Neill, hasta que el romance acaba cuando ella se convierte en la mujer de Charles Chaplin. El escritor, todavía no consagrado, digiere los rechazos de las revistas más prestigiosas (de Story a The New Yorker ) y toma el camino de las páginas “satinadas” de las publicaciones femeninas.
Apodado Sonny en el seno de su familia, Salinger “florece bajo la protección de su madre”, estudia en Valley Forge(escuela preparatoria que inspira la de Holden Caulfield en El guardián entre el centeno ) y hasta compone el himno estudiantil que todavía se canta allí. Le gustan los deportes, escribe guiones radiofónicos y se anota en un curso de escritura en la Universidad de Columbia, donde conoce a su primer mentor: Whit Burnett.
En 1943 se convierte en agente de contraespionaje del ejército de Estados Unidos. Poco después viaja a Europa y conoce el frente de batalla. Varios de sus compañeros lo recuerdan “escabulléndose para escribir”, cuenta Slawenksi. Una vez, mientras caía un fuego persistente, “vieron a Salinger tecleando debajo de una mesa sin que su concentración fuera perturbada por las explosiones”.
El libro ahonda en los efectos de la experiencia bélica. Tras toparse con los campos nazis, Salinger ingresa voluntariamente en un hospital de Nuremberg para curar su depresión. “No está claro que Salinger tuviera conexión con el tribunal criminal de guerra”, pero se sabe que interrogó a antiguos miembros de la Gestapo y que acaso trabajó repatriando refugiados.
Desde luego, Slawenski indaga las causas del silencio y la reclusión pero, en vez de simplificar, ofrece múltiples respuestas que, al sumarse, ayudan a comprender la compleja situación: desde la herencia de un padre dado al secretismo hasta la influencia de la espiritualidad zen y, más en particular, del maestro Yogananda que pregonaba el desapego.
Slawenski lee los Nueve cuentos (1953) como un “camino de exploración espiritual”. Tras la desesperanza de los primeros cuatro relatos, Salinger le ofrece al lector “una alternativa a través del amor verdadero”.
Después del éxito, la tapa de la revista Time y su casamiento con Claire Douglas,Salinger dio inicio a su vida como ermitaño en el pueblo de Cornish: la pareja, según se cuenta en el libro, llevaba una vida tan despojada que sacaba el agua de un viejo pozo, cultivaba sus propios alimentos y consagraba sus tardes a meditar y hacer yoga.
El silencio de Salinger, considera Slawenski, fue un “arma de doble filo” porque hizo que creciera una especie de leyenda urbana a su alrededor. Mientras esto sucedía, el matrimonio ingresó en una crisis irremediable. El escritor pasaba horas y horas encerrado en una especie de ermita que había edificado en un bosque lindero a su casa.
El libro concluye con una serie de episodios más o menos jurídicos. Salinger contra la biografía de Ian Hamilton, en 1986, y contra una secuela no autorizada de El guardián ? ; Salinger que vuelve a casarse en 1992 (con una enfermera llamada Colleen O’Neill) y que escapa, meses después, a un incendio en su casa que atrae a tantos bomberos como periodistas; Salinger que se resigna a la versión que la escritora Joyce Maynard da en 1998 del vínculo que tuvieron veintiséis años antes.
Después de su divorcio, cuenta Slawenski, Salinger salió con varias mujeres y con casi todas ellas pareció equivocarse, pero Maynard fue acaso el error más grave. En abril de 1972, leyó un artículo en The New York Times Magazine escrito por una estudiante y le atrajo tanto el contenido como la foto de la joven, que aparecía en la tapa de la revista. Le escribió, hubo un intercambio epistolar y pronto Maynard abandonó el hogar de sus padres para instalarse en Cornish con un hombre treinta y cinco años mayor que ella. El vínculo duró muy poco.
¿Salinger hubiese llevado a Slawenski a tribunales de haber salido este libro antes de su fallecimiento? Tal vez sí, pero eso no habría alterado la honradez y la seriedad de este trabajo que evita el panegírico y, al mismo tiempo, ilumina la esencia de un escritor esencial. Mientras el sitio web sigue adelante, Slawenski -nacido en Nueva Jersey y, al igual que Salinger, de raíces polacas- acaba de lanzar en Estados Unidos la versión de bolsillo de su libro, cuya traducción al castellano (a cargo de Jesús de Cos) fue editada en España por Galaxia Gutenberg.
“Mi amor por la literatura de Salinger es lo que me intrigó y me inspiró a escribir esta biografía -dice a adn -. Pero mi enorme aprecio por su obra no se traduce, necesariamente, en admiración por el hombre. Salinger hizo muchas cosas que considero tontas o insensatas. Podía ser autoritario e intratable. Valorar la literatura de Salinger no eclipsa sus defectos. Más bien los hace más fascinantes, incluso más comprensibles.”
-¿Hubo algún hecho decisivo para que usted resolviera escribir Una vida oculta?
-Al principio, me resistía a interesarme en el hombre porque temía que saber mucho acerca de su vida pudiese arruinar, de algún modo, el impacto que las historias ejercían en mí. Sin embargo, como “fan”, intenté siempre leer todo lo que Salinger había escrito. De este modo, una tarde localicé en los archivos de Princeton un cuento inédito suyo. El manuscrito estaba oculto en una caja llena de carpetas. Al sacarlo, varias cartas se esparcieron. Habían permanecido hasta entonces metidas entre las páginas del cuento: decenas de viejas cartas amarilleadas por el tiempo. Algunas habían sido escritas por editores y amigos de Salinger y se referían a su obra, pero muchas otras llevaban la firma del propio Salinger y hablaban de su vida. Mi biografía empezó esa misma tarde.
-Contamos con muy poca información acerca de usted en la solapa o en la contratapa. Tienta leer eso como un “gesto salingeriano”.
-Nunca tuve la idea de emular o de parodiar a Salinger al ofrecer tan poca información acerca de mí o al decidir que no se pusiera una foto mía en la solapa. Estoy orgulloso de mi libro, pero lo cierto es que la autopromoción me resulta dolorosa, no me agrada posar para los fotógrafos y me cuesta hablar en público. No tiene nada que ver con Salinger y mucho que ver conmigo.
-Su libro fue publicado poco después de la muerte de Salinger. ¿Lo hubiese dado a conocer de todos modos si él hubiese estado vivo?
-Mi intención fue, desde un comienzo, publicar el libro estando Salinger con vida, pero eso exigía que yo fuese muy vigilante en cuanto a la ley. Salinger era famoso por litigar en defensa de su vida privada y sus derechos de autor. Yo estaba al tanto de los problemas que enfrentó Ian Hamilton en los años ochenta, cuando intentó un proyecto similar. Salinger llevó a Hamilton a la justicia y finalmente ganó el juicio. Leí acerca del caso y hasta conseguí unas galeras de la versión inédita del libro, la que Salinger objetó. Así que usé la experiencia de Hamilton como guía para mi libro. El caso Hamilton me proveyó una serie clara de límites. Yo opté por mantenerme a salvo, dentro de ellos.
-¿Cómo reaccionó el círculo íntimo de Salinger tras la aparición del libro?
-Desde la publicación de mi biografía he estado en contacto con muchos miembros de la familia Salinger y de su círculo más íntimo. Pienso que, en su mayoría, están aliviados porque no he brindado un relato escabroso ni chismoso de su vida, algo que habría sido una injuria para su reputación. Así y todo, ningún miembro de la familia Salinger emitió un veredicto formal sobre mi libro. Lejos de sentirme desilusionado, creo que es una excelente noticia. Si no les hubiese agradado, habría terminado seguramente compareciendo ante la justicia.
-Su libro me hizo pensar, por ejemplo, en la excelente biografía que Brian Boyd consagró a Nabokov, entre otras cosas porque usted y él nunca pierden de vista la obra literaria. ¿El libro de Boyd fue una referencia para su biografía? En todo caso, ¿la idea de poner en relación vida y obra fue algo central desde un principio?
-Cuando Brian Boyd escribió sus libros sobre Nabokov gozó de un acceso sin precedentes a los documentos privados y a la correspondencia de Nabokov. Así y todo, optó por plasmar una biografía crítica que traza la evolución de la obra de Nabokov en paralelo con su vida. Yo no usé a Boyd -ni a ningún otro autor- como modelo formal para mi libro, pero pienso que Boyd y yo tuvimos la misma actitud al reconocer los vínculos entre la obra y la vida de un escritor. En verdad, empecé a escribir el libro sin ningún preconcepto ni modelo. Eludí esas tentaciones. Quería que la historia de Salinger hablara por sí misma, que nos contara tal vez algo novedoso. No quise preestablecer opiniones que pudieran influir en mi objetividad. Así, ocurrió que fui descubriendo cosas a medida que escribía, tal como espero que les pase a los lectores. Y muy pronto comprendí que la obra de Salinger es inseparable de su vida. Él fue un autor, después de todo, que básicamente se hizo humo dentro de su obra. Me pareció muy sensato, en consecuencia, vincular los hechos salientes de su vida con las historias que él escribía en simultáneo, de modo que fuese posible seguir la evolución de su oficio a la vez que él iba transformándose como persona. Algunos me han echado en cara el método. Arguyen que examinar la obra va contra las “reglas básicas” de una biografía literaria. Ignoro quiénes fijan esas reglas ni cómo las fijan, pero sé que no entienden nada acerca de J. D. Salinger. La literatura fue, para él, mucho más que una mera ocupación. Fue su plegaria, su terapia, su método consciente de autoexploración. Y, por sobre todas las cosas, su modo de comunicarse con el mundo. Hasta usó la literatura para apartarse del mundo. Si no prestamos atención a lo que Salinger decía mientras aún estaba en plena actividad, jamás podremos entender el mensaje que libró después por medio del silencio.
-Su libro está lleno de anécdotas e informaciones reveladoras acerca de Salinger, por ejemplo, su primer matrimonio en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, con una tal Sylvia, una mujer alemana que murió en 2007. ¿Tuvo usted ocasión de conocerla?
-Sylvia Louise Welter, la primera esposa de Salinger, murió a los 88 años en un hogar para ancianos de Michigan. Lamentablemente no llegué a encontrarme con ella, pero pude entrevistar a sus amigos más cercanos. Todos ellos me pidieron que no revelase sus identidades, pero todos deseaban con ansiedad que contara su historia. Hasta ese momento no se sabía absolutamente nada acerca de Sylvia, más allá de su nombre de pila y de un montón de rumores que, tras mis pesquisas, resultaron falsos. Incluso los amigos de Sylvia tenían ideas erróneas sobre su pasado. Al parecer, ella llevó una existencia tan secreta como la de su ex marido.
-Al margen de sus investigaciones (cartas, documentos, partidas de nacimientos), usted realizó muchas entrevistas. Imagino que fue especialmente díficil charlar con la gente más cercana a Salinger.
-Salinger exigía lealtad a sus amigos y familiares. Esto incluía la promesa de no hablar con periodistas ni biógrafos. De quienes lo conocieron a fondo, quedan muy pocos con vida. Los pocos que aceptan hablar sobre él piden no ser identificados, mientras que la mayoría declina toda invitación. Un ejemplo es el de John Keenan, quien fue el compañero de Salinger en sus tareas de contraespionaje y lo conoció a fondo durante la Segunda Guerra Mundial. Keenan hizo con Salinger un solemne voto de silencio y nunca rompió su promesa. Yo siento que es mi deber respetar y honrar su decisión.
-En su libro enumera algunas de las principales virtudes artísticas de Salinger: personajes en contacto directo con el lector, un ojo especial para los detalles, una gran conexión con su propia niñez y con la infancia en general. ¿Qué otros puntos fuertes le gustaría destacar?
-Técnicamente, la precisión y la fluidez de los diálogos de Salinger es tal vez inigualable. El diálogo fluye con naturalidad, absorbiendo a los lectores. Salinger llegó a dominar tanto esa técnica que su talento puede resultar natural; pero, en verdad, trabajó duro hasta perfeccionar los diálogos. Personalmente, lo que más me atrae de la escritura de Salinger es su asombrosa habilidad para sugerir y significar más allá de las palabras. Solemos sentir, más que intelectualizar, la escritura de Salinger. Sus páginas nos hacen estimar que hemos sido testigos de momentos importantes, aun cuando en una primera lectura no terminamos de saber ni entender por qué. Más allá del uso económico del lenguaje, el efecto es casi místico. El propio Salinger aludió cierta vez a este fenómeno. Le aconsejó a A. E. Hotchner, el biógrafo de Hemingway, que incrustara “fuego entre las palabras” en lugar de depender exclusivamente de las palabras para engendrar sentido. Para Salinger, ésa era la diferencia entre la auténtica inspiración y la mera eficiencia.
-¿Por dónde le recomendaría empezar a alguien que nunca leyó nada de Salinger?
-Por su volumen de relatos Nueve cuentos ( Nine Stories ). Desde los poderosos, “Un día perfecto para el pez banana” y “Para Esmé, con amor y sordidez”, hasta el más gentil, “Down at the Dingy” (“En el bote”), y el humorístico “El hombre que ríe”, Nueve cuentos ofrece tal variedad y calidad que puede seducir a lectores de todos los gustos.
-Una de las principales teorías de su libro es la importancia capital que tuvo la Segunda Guerra Mundial en la vida de Salinger. Muchas cosas se explican a la luz de esa experiencia: desde las últimas palabras de El guardián? hasta sus sentimientos religiosos.
-La Segunda Guerra Mundial fue el hecho fundamental en la vida de Salinger. Lo transformó por completo y sus efectos, desde luego, repercutieron en su obra. Cuando Salinger desembarcó en las playas de Normandía, en pleno Día D, era un joven sarcástico y altanero, muy semejante a Holden Caulfield. Al término de la guerra se había vuelto melancólico, miedoso, menos seguro de sí mismo, pero se había convertido en mucho mejor escritor. Salinger participó en algunas de las más sangrientas batallas de esa guerra y fue testigo de muertes y atrocidades que demolieron su inocencia y lo dejaron totalmente abatido. Su experiencia bélica suscitó hondas preguntas, de esas que suelen cimentar la buena literatura. Empezó a investigar la existencia de Dios y a examinar la dualidad de la naturaleza humana, dividida entre el bien y el mal.
-Los orígenes polacos y judíos de Salinger están bien presentados en su libro. Sin embargo, a usted no parece tentarlo en ningún momento leer a Salinger desde esa perspectiva, me refiero a la tradición judeo-estadounidense que va desde Nathanael West hasta Cynthia Ozick o Philip Roth. ¿Cuál ha sido, a su entender, el lazo de Salinger con la tradición judía, la religiosa e incluso la cultural o literaria?
-Nunca he sentido que Salinger viviera ni escribiera desde una perspectiva judeo-estadounidense, no de la manera deliberada como lo han hecho Saul Bellow, Bernard Malamud o Philip Roth. No hay “hombres de Kiev” en Salinger. Esto no quiere decir que no me haya fascinado la historia de su familia. Ojalá hubiese podido consagrarle cien páginas, pero habría sido un desvío del tema central. Lo concreto es que la herencia de Salinger incide en su obra, pero se trata de una herencia mixta. Su madre tenía raíces irlandesas-alemanas y su padre era hijo de un rabino (que más tarde se convirtió en doctor) emigrado de la Rusia zarista. Si bien la familia iba al templo Emmanuel de la Quinta Avenida, en Manhattan, mientras Salinger crecía su identidad judía fue más étnica que religiosa. Los padres de Salinger eran miembros de la Ethical Cultural Society, una organización humanista que promovía “valores morales”, más allá de la religión. En términos religiosos, Salinger fue educado como un agnóstico. Así y todo, sorprende que él mencionara tan pocas veces su herencia judía, sobre todo si tenemos en cuenta que fue testigo directo del holocausto. Tal vez el tema era muy doloroso para que hablara de eso en público. Lo mismo ocurrió con la guerra, a la que raramente aludía.
-La influencia y el legado de Salinger no han perdido vigencia. ¿Qué escritores de los últimos años mencionaría usted entre los más marcados por Salinger?
-Salinger ha tenido un efecto tan en cadena en la literatura estadounidense que se ha vuelto imposible escribir hoy sin invocar, en cierta medida, su estilo o su modelo. La influencia de su obra en los posmodernistas de su propia generación (desde Philip Roth hasta Kurt Vonnegut o Jack Kerouac) fue tan profunda que es probable que Salinger siga marcando por años la manera en que escribimos y leemos. Cada temporada, un puñado de nuevas novelas son comparadas con El guardián entre el centeno , y los escritores aún luchan por igualar la perfección de Salinger en el fluir de conciencia. Escritores populares como Thomas Robbins, Hunter S. Thompson y el finado David Foster Wallace reconocieron abiertamente la influencia de Salinger, pero muchos otros (por ejemplo, Jay McInerney) adoptaron en forma inconsciente pinceladas de su estilo. El propio Salinger estaba en deuda con escritores del pasado. Reconocía su deuda con Dickens en El guardián? , y su empleo del “scaz” – la voz callejera que emplea Holden Caulfield- puede rastrearse en décadas pasadas en los escritos de Sherwood Anderson y en los primeros cuentos de Ernest Hemingway.
-La gran incógnita de si Salinger siguió escribiendo, si ha escrito algo en el período de su “desaparición” del espacio público (desde 1965 hasta su muerte), sigue despertando la fantasía de mucha gente que sueña con una gran valija (como la de Pessoa) llena de milagros? A dos años y medio de la muerte de Salinger, ¿qué pistas o datos fehacientes hay al respecto?
-La pregunta que me hacen con más frecuencia es si Salinger continuó escribiendo tras lo último que publicó y si, en tal caso, alguna vez podremos leerlo. Salinger publicó su último cuento en 1965, pero siguió escribiendo con devoción, tal vez hasta su muerte en 2010. Eso equivale a 45 años de trabajo, por lo cual es probable que haya dejado varios manuscritos. Desde luego, resulta imposible decir si alguno de ellos será tan importante para la literatura como El guardián? , pero hay muchas posibilidades de que no sea así. El mundo de Salinger fue achicándose al tiempo que él envejecía, y el aislamiento suele ser terreno infértil para la inspiración literaria. Los sucesores de Salinger son su viuda, Colleen, y su hijo, Matthew. Ellos crearon el “J. D. Salinger Literary Trust” y por ahora no han dicho nada acerca de manucritos inéditos, ni siquiera han reconocido su existencia. Pero las cartas de Salinger desde 1966 hasta su muerte no dejan ninguna duda de la existencia de esos manuscritos. De hecho, ya en 1966 Salinger dijo que había completado dos novelas que el mundo todavía espera. Aun cuando tengo ilusiones de que un día podremos leer “nuevos” textos y libros de Salinger, pienso que eso no ocurrirá hasta dentro de varios años. Es muy probable que Salinger le haya pedido a su familia que esperase un rato antes de publicar algo nuevo, al menos para evitar que los admiradores bailen sobre su tumba. A medida que envejecía, Salinger se iba volviendo más y más celoso con sus derechos de autor. Dejó su obra y los beneficios de ella en manos de su viuda y de su hijo porque pensó que ellos respetarían su voluntad. Actualmente, la máxima preocupación de sus herederos no pasa por el dinero ni por la publicación de los manuscritos ocultos, sino por preservar y realzar el legado. Por lo tanto, la elección es simple y lógica: si alguno de los manuscritos inéditos posee la calidad suficiente, algún día lo harán público. Pero si el talento de Salinger se hubiese agotado, jamás leeremos una sola palabra.
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