Ricardo Bauleo: de galán a superagente, figura de un cine popular

Ricardo Bauleo: de galán a superagente, figura de un cine popular

Por Marcelo Stiletano
EL cine argentino más liviano, popular y taquillero de otros tiempos, aquel que convocaba multitudes entre las décadas de 1960 y 1980 con producciones y géneros que hoy parecen extinguidos, perdió a uno de sus protagonistas más consecuentes y entusiastas. A los 67 años, falleció en esta ciudad Ricardo Bauleo, que pasó de galán de intrigas y relatos policiales a transformarse en uno de los rostros más populares de la pantalla grande como Tiburón, el más astuto de los tres superagentes, en 9 de los 11 largometrajes de la exitosa saga de los “superagentes” argentinos, entre 1974 y 1983.
Lejos del reconocimiento que supo disfrutar en aquellos felices años, Bauleo residió durante los últimos años en la Casa del Teatro. Muy atrás habían quedado los buenos tiempos en los que esta figura sacaba el mejor provecho de su apostura y de su voz profunda para convertirse en un galán muy cotizado, primero en las fotonovelas y más tarde en la pantalla grande. Cuatro exactas décadas atrás había debutado en el cine, integrando el elenco de una de las comedias en las que Carlos Balá interpretó a Canuto Cañete, y poco después comenzó a transitar un camino que, por un lado, lo marginó de los circuitos de mayor proyección, pero al mismo tiempo lo llevó a convertirse en una figura de culto entre los seguidores del cine de suspenso, terror y erotismo clase B, incluso fuera de nuestras fronteras. Al punto de que, según recuerda el especialista Diego Curubeto, más de una de estas películas llegó a Estados Unidos con un tal “Richard Baulex” en los títulos de crédito.
De la mano de Emilio Vieyra, un prolífico director que nunca dejaba de convocarlo, Bauleo apareció en títulos de escaso vuelo que con el tiempo se transformaron en motivo de celebración casi kitsch (La venganza del sexo, Placer sangriento, Sangre de vírgenes) y rindió también como contrafigura de Sandro en algunas de sus apariciones cinematográficas: Gitano, Simplemente una rosa, La vida continúa. También supo ser galán en la pantalla grande (junto a Libertad Leblanc y Susana Giménez, entre otras) y fuera de ella: con la muy bonita Gilda Lousek formó una pareja de la que nacieron las mellizas Astrid e Ingrid. También estuvo casado con Thelma Stefani.
Su momento más popular llegó a partir de 1974, cuando se inició con La gran aventura la extensa serie de películas de los superagentes, junto a Víctor Bo y Julio De Grazia. Allí encarnaba a Apolo, junto a Bo (Hércules) y De Grazia (Centauro). Desde el film siguiente, la trama comenzó a mezclar acción y parodia, y los personajes pasaron a llamarse, respectivamente, Tiburón, Delfín y Mojarrita. Como el primero, Bauleo tuvo asistencia casi perfecta y sólo faltó en el cierre de la saga, con Superagentes y titanes (1983) y Los superagentes contra los fantasmas (1986). Después tuvo una pequeña participación en el fallido regreso de la fórmula, Los superagentes, nueva generación (2008).
Con el tiempo, la estrella de Bauleo se fue apagando. No le valieron ni sus sólidos antecedentes teatrales ni los compromisos que, con fervor, siempre asumió en TV. Algunos papeles olvidables en comedias picarescas lo sacaron de un prematuro olvido, y en los últimos años supo demostrar (quizá tardíamente) su veta humorística en la serie televisiva Todos contra Juan, donde jugaba a parodiarse a sí mismo con el ocurrente “Baúl de Bauleo”, y en la obra teatral Póstumos, de la mano de José María Muscari. Allí disfrutó de los últimos aplausos en escena.
LA NACION