04 Apr Por qué Twitter nos hizo más sociables
Por Hernán Iglesias Illa
En 1975, el sociólogo estadounidense Fred Kent instaló cámaras de video en Bryant Park, al lado de la Biblioteca Pública, y en las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte, dos lugares emblemáticos de Nueva York, y filmó durante varios días el tránsito de gente yendo, viniendo, fumando y esperando. Quería entender cómo los neoyorquinos usaban el espacio público.
Las filmaciones quedaron guardadas durante décadas en un depósito de Nueva Jersey hasta que otro sociólogo, Keith Hampton, las rescató y las actualizó. En el verano de 2010, instaló cámaras en los mismos lugares grabados por Kent con la intención de comparar los cambios en el comportamiento público desde 1975. ¿Es cierto que hemos sido secuestrados por las pantallas de nuestros teléfonos? ¿Es cierto que nos hemos convertido en seres menos sociables de lo que éramos hace 40 años?
Me acordé de la historia de Hampton el otro día, mientras caminaba a encontrarme con un tipo que había conocido por Twitter. Había estado nevando todo el día, a la noche había bajado mucho la temperatura y aún así agaché la cabeza contra el viento y hundí las manos en los bolsillos para ir a comer con alguien de quien hasta hace no mucho no sabía nada. Cuando llegué al restaurante, Miguel Sal, arquitecto, consultor y diseñador argentino que vive entre Bologna y Barcelona, me estaba esperando. Nos saludamos como si tuviéramos una relación que no tenemos. O quizá sí. Nos habíamos estado leyendo desde hacía varios meses, sabíamos bastante sobre la vida reciente del otro…
A Hampton le sorprendió lo que vio en los videos. “Nuestra tendencia a interactuar con otros ha mejorado desde los años ’70”, dijo hace poco a The New York Times. En 2010, según su estudio, había menos gente sola en las escalinatas del Met (casi un tercio menos) y los pocos que miraban las pantallas de sus teléfonos (el 3%) eran los que tenían tiempo para perder. No había rastros de la supuesta ola de antisociabilidad de los neoyorquinos en los espacios públicos. “No somos muy buenos mirando el pasado-dijo Hampton-. Lo idealizamos demasiado.”
De eso también hablamos con Miguel, que, entre muchas otras cosas, diseña o rediseña cadenas de librerías: Feltrinelli, en Italia, Waterstone, en Inglaterra, La Central, en España. Con “aquellas comunidades e interacciones tradicionales”, nos dimos cuenta, nosotros nunca nos habríamos conocido: vivimos lejos el uno del otro, no somos de la misma generación, no tenemos amigos en común y no trabajamos en la misma industria. En Twitter, sin embargo, uno puede encontrar gente con una longitud de onda, un sentido del humor y una sensibilidad parecidas. Y eso es tan potente que anula los obstáculos de la sociabilidad tradicional. Cuando el mozo nos interrumpía, chequeábamos nuestros teléfonos: nos fijábamos si teníamos mensajes, si alguien había metido un gol, si algún otro había hecho un chiste. Después volvíamos a la conversación, a la sociabilidad clásica, con vino y comida, sin sentir que haber mirado nuestras pantallas nos había contaminado para siempre.