Las mujeres de los tenistas son las nuevas celebrities

Las mujeres de los tenistas son las nuevas celebrities

Por Alyeson Krueger
Un tórrido día de julio último, mientras el tenista Andy Murray acariciaba el histórico logro de convertirse en el primer británico que gana un título de singles en Wimbledon desde Fred Perry en 1936, las cámaras de la BBC alternaban imágenes de todos los protagonistas de un partido que ingresaba en sus momentos culminantes.
El primero era obviamente Murray, que con expresión torturada veía cómo se le escapaba un match point tras otro. El otro era Novak Djokovic, en su esfuerzo por recuperar el título que había ganado dos años antes.
El tercer personaje, sin embargo, no estaba en la cancha, sino en la tribuna: una joven enfundada en un vestido verde capturada por las cámaras mientras alternaba hurras y muecas de contrariedad, y que cuando el desenlace del partido que se jugaba en el Center Court se extendió hasta el paroxismo, optó por cubrirse los ojos y no mirar más.
La joven era Kim Sears, novia de Murray. Su tan reseñado noviazgo con el escocés ha hecho de Sears una estrella tan famosa en Inglaterra como cualquier actriz, modelo o miembro de la familia real.
En realidad, Sears forma parte de un conjunto de mujeres a las que suele llamárselas botineras: las esposas y novias de atletas famosos, un término acuñado en primer lugar para referirse a las acompañantes de los jugadores de fútbol y que ahora ha extendido su uso a todos los deportes. A muchas de las botineras del tenis -algo así como raqueteras- se las vio en el Abierto de Nueva York de este año y sus caprichos, sus expresiones y hasta sus atuendos fueron reseñados tanto por el periodismo deportivo como por el de la moda. Doce horas después del triunfo nocturno de Murray en un partido de la primera ronda, por ejemplo, el equipo de prensa del diseñador Ted Baker estaba enviando las fotos de Sears sentada en la platea y aferrada a una cartera modelo Baillie de Ted Baker (precio de lista: 560 dólares).
A nadie le sorprendió que las cámaras rastrearan las gradas en busca de un plano de Jelena Ristic, la novia de Djokovic que aparece en el número de septiembre de la revista Vogue; María Francisca Perello, la novia de Rafael Nadal; la actriz Sara Foster, prometida norteamericana del tenista alemán Tommy Haas, y por supuesto, la ubicua Mirka Federer, esposa del 17 veces ganador del Grand Slam, Roger Federer, y ex jugadora del circuito femenino.
La esposa de Federer se ha vuelto tan reconocible que suelen abordarla en la calle. “Me ha pasado estando con ella que la paren para sacarse fotos -dijo Foster-. Ella les contesta: L a persona pública no soy yo.”
Y han hecho mucho escándalo por la atención que Kim Sears concitó en Wimbledon. Citando los registros de Google que mostraban que las búsquedas del nombre de Sears triplicaban las del nombre de la campeona femenina, Marion Bartoli, editor de The Huffington Post, escribió: “Me entristece pensar que un brushing bien hecho y un vestidito color menta atraigan más atención que la exhibición de una atleta de clase mundial”.
Los tenistas no son los únicos atletas cuyas acompañantes reciben atención de la prensa o cuyas novias se hacen famosas. Pero el tenis tiene una característica que tal vez explique por qué el público siente una especial fascinación por las parejas de sus jugadores favoritos. A diferencia de otros deportes, como el fútbol americano, donde hay muchos deportistas con cascos en la cancha, o incluso el golf, donde las tomas de los jugadores suelen hacerse a la distancia, en el tenis uno puede ver a cada jugador en primer plano, en un duro combate con su adversario, sudando y durante un buen lapso.
“Me parece que mirar tenis genera una sensación general de intimidad con los deportistas -comentó Gary Belsky, columnista de Time y ex editor en jefe de The Magazine de ESPN-. Pienso que de esa sensación de intimidad viene el interés por la vida íntima de esas personas.”
Tal vez por eso el público siempre se interesó por las relaciones de los tenistas, ya fuese Andre Agassi con Brooke Shields y luego con Steffi Graf, John McEnroe con Tatum O’Neal, Pete Sampras con Bridgette Wilson, o Andy Roddick con Brooklyn Decker. Pero hay razones para pensar que la actual generación de esposas y novias raqueteras recibe más atención.
Un factor es la existencia de las redes sociales. Debido al auge de Twitter y de los blogs, la gente se ha acostumbrado a esperar cada vez más información sobre sus celebridades favoritas. Eso implica que la prensa debe hacer un esfuerzo enorme no sólo por suministrar un flujo constante de fotos y detalles sobre sus vidas, sino también por descubrir nuevas celebridades (como esposas y novias de) a las que mostrar.
Tal como dijo Belsky, columnista de Time: “Mientras la gente pide dosis cada vez más frecuentes de sus celebridades, como si fuese una droga, se va generando también la exigencia de fabricar nuevas estrellas”.
Pam Shriver, ex tenista profesional y actual comentarista de ESPN, dijo que otra de las razones es la extraordinaria calidad de los tenistas actuales. “Nunca ha habido tan buenos campeones de tenis como en este momento -dijo la ex tenista-. Estamos hablando de algunos de los mejores deportistas del mundo. Son ricos, famosos, jóvenes, lindos y con novias espectaculares.”
Después están las tenistas mujeres. La vida amorosa de Serena Williams ha sido siempre el blanco del periodismo de chimentos, desde su época con el director Brett Ratner hasta su entrenador actual, Patrick Mouratoglu. Lo mismo le pasa a Maria Sharapova, que tras la ruptura de su compromiso con el jugador de básquet Sasha Vujacic está saliendo con el tenista búlgaro Grigor Dimitrov y ha sido el tema de conversación en la última edición de Wimbledon, incluso más que su derrota en la segunda ronda frente a Michelle Larcher de Brito.
También está Hingis, cuya larga hilera de novios, desde los tenistas Magnus Norman, Radek Stepanek e Ivo Heuberger hasta el golfista Sergio Garcia -todos sufrieron serias lesiones o reveses en sus carreras tras separarse de ella- hicieron que la revista Tennis llamara a esta ex número 1 la viuda negra del tenis.
La atención que concita la vida de estos jugadores, hombres o mujeres, cuando están fuera de la cancha, también tiene sus beneficios más allá del obvio provecho de convertirse en cartelera ambulante de cualquier producto. El Daily Mail informó un aumento de las ventas del vestido verde que Sears llevó a la final de Wimbledon, identificado como un Victoria de la línea de diseño de Victoria Beckham, y también de otras prendas de Ted Baker, Whistles y Zara, que lució en instancias previas del torneo. Y a la cena de los campeones, ambas mitades de la pareja llegaron vestidas por Burberry, alimentando la sospecha de que están negociando un contrato con esa firma.
Belsky aportó también el ejemplo de Jimmy Connors, que durante la mayor parte de su carrera era conocido como un tiro al aire, por sus múltiples noviazgos rotos, incluido uno con Chris Evert, hasta que se casó con la modelo Patti McGuire. “De la noche a la mañana pasó de ser el chico malo a ser el favorito del Abierto de Estados Unidos”, declaró Belsky.
Wolf cree que una relación sentimental también sirve para mostrar el otro lado de un deportista: “¿No es encantador verlo sonreír hacia la platea a su novia, o tirarle un beso, o abrazarlo fuerte después de un triunfo? Esos gestos naturalmente humanizan a un tipo que está en la cancha peleando con uñas y dientes para ganar un partido de tenis. De pronto, con ese gesto, se convierte en una persona diferente”.
Muchas de las novias y esposas insisten en que no quieren usar el nombre de su pareja tenista para impulsar sus propias carreras. “Por supuesto que en cierto sentido estar con Tom me ayuda -detalló Satorova, novia de Berdych-. Pero para mí es importante hacerme a mí misma, y quiero que la gente me conozca por eso, por lo que hago, que es modelar, y no que me conozcan por mi novio.”
Pero también reconoce la expectativa que despierta entre los fotógrafos su presencia o no en la tribuna. “Me lo esperaba, lo supe desde el primer día. Cuando tenés un novio famoso, la gente empieza a hablar de una y otra manera, y enseguida salen los que dicen que sos linda y los que dicen que sos fea, pero a mí no me importa -dijo-. A mí lo que me importa es lo que pasa entre Tomas y yo.”
LA NACION