La lógica detrás del negocio tecnológico del año

La lógica detrás del negocio tecnológico del año

Por Richard Waters
Cuando un emprendimiento prometedor se vende en u$s 19.000 millones, queda claro que algo importante cambió en el mundo. Pero antes de apresurarse para unirse al grito de ¡”burbuja”!, vale la pena analizar si está ocurriendo algo más.
El monto que Facebook está abonando por Whatsapp (que incluye u$s 3.000 millones de pagos futuros a ingenieros que decidan no retirarse inmediatamente a una playa de Hawái) es más de 10 veces superior al que Google invirtió en YouTube. También es más de 20 veces superior a lo que Facebook pagó por Instagram: otra compra de una aplicación para celulares que en su momento se consideró que implicaba una cifra desorbitante.
Un mensaje es que los vendedores de compañías como estas se avivaron de lo que estaba en juego. En un mercado de ganadores, las plataformas digitales más importantes reclaman una participación desproporcionada de la actividad del usuario.
Los u$s 1.650 millones que Google pagó por YouTube o los u$s 1.500 millones que eBay desembolsó por PayPal en su momento parecieron precios muy elevados. Pero estos negocios continuaron dominando los videos y pagos por Internet: actividades online esenciales. En retrospectiva, los vendedores de dichas compañías entregaron dos de los bienes online más valiosos a un precio demoledor.
Sequoia Capital, el grupo de capital de riesgo que respaldó ambas operaciones, también es el único inversor externo tras la venta de WhatsApp. El retorno de entre u$s 2.500 y 3.000 millones que obtuvo en este negocio, sobre una inversión de casi u$s 60 millones, demuestra que aprendió la lección.
La escala de actividades que las plataformas digitales ganadoras generan es alucinante. WhatsApp afirma manejar casi todos mensajes que circulan por todos los sistemas de mensajes de texto para celular del mundo.
Desde ya, esto no significa que tendrá el mismo valor que YouTube o PayPal. En particular, no tiene sentido aplicar formas de valuación viejas a comportamientos digitales nuevos.
Para justificar el elevado costo que está pagando, Facebook señaló que el negocio de los mensajes de texto genera u$s 100.000 millones al año… obviamente, esto implica que una gran tajada de ese dinero pasará del bolsillo de la empresa de mensajería móvil al suyo.
Pero las aplicaciones de mensajería despegaron precisamente porque muchas son gratuitas (no se sabe cuántos de los 450 millones de usuarios de WhatsApp abonan los 99 centavos anuales que la empresa cobra luego de los primeros 12 meses). Es una característica de Internet que la mayor parte del valor creado por los nuevos servicios que genera el sector le correspondan a los usuarios.
Facebook apuesta en grande a que los mismos genios de la monetización que transformaron su propia aplicación en una máquina de hacer dinero hagan maravillas con WhatsApp. Por cierto, si la adquisición tiene alguna lógica “industrial”, tiene que ver con esto. Pero esto no tiene nada que ver con los u$s 100.000 millones de ingresos por mensajería, que ahora se están evaporando rápidamente.
Los vendedores de compañías como WhatsApp también se avivaron que algunos compradores están desesperados… y tienen los bolsillos llenos.
A minutos de ser coronado rey de Sillicon Valley, Mark Zuckerberg quedó sumido de lleno en uno de esos dilemas que suelen enfrentar las empresas de tecnología: cómo poner a punto sus negocios para un mercado completamente nuevo, en este caso, el mercado de la telefonía móvil.
Hay dos modos de analizar esta ola de adquisiciones. Si resulta ser una operación única, diseñada para levantar a Facebook por encima del abismo que yace entre el pasado de computadoras de escritorio y el futuro de teléfonos celulares, probablemente sea dinero bien invertido. Un 75% del costo de adquisición de WhatsApp, después de todo, está en las acciones de Facebook, que valen casi tres veces más que a mediados de 2013 y las propias acciones de Facebook subieron por sus éxitos recientes en el sector móvil.
Con la compra de aplicaciones para compartir fotos y enviar mensajes, adquirió servicios en dos de las principales actividades que se realizan con celulares. Con el reciente lanzamiento de Paper, una aplicación bien recibida por hacer lucir sus noticias, Facebook puede tener una tercera aplicación en la manga para el futuro.
Ser propietaria de un conjunto sólido de aplicaciones de por sí no será suficiente. Saber cómo asegurar la distribución en un mundo dominado por plataformas de software para celulares de propiedad de rivales, y por empresas de servicios de telefonía celular que exigen una tajada, tampoco será el problema menor de Facebook. Pero, al menos, tendrá más poder.
Si, por otro lado, los trastornos que enfrenta Facebook reflejan más que una transición excepcional a los servicios para celulares, el panorama es sombrío. Un modelo de negocio basado en la búsqueda incesante de adquisiciones a medida que los usuarios cambian sus hábitos parece estar destinado a fracasar. Casi con seguridad no podría anticipar nuevas tendencias con la suficiente antelación ni contaría con el dinero suficiente para seguir en el mismo camino.
EL CRONISTA