Kafka, bajo la lupa de un ensayista omnívoro

Kafka, bajo la lupa de un ensayista omnívoro

Apuntes hasta 1928
Idea de un misterio
Representar la historia como un proceso en que el hombre, al mismo tiempo como procurador de la naturaleza muda, presenta una demanda sobre la creación y la no llegada del Mesías augurado. Pero el tribunal de justicia decide escuchar algunos testigos para lo futuro. Aparece el poeta que lo siente, el escultor que lo ve, el músico que lo oye y el filósofo que lo sabe. Por eso, sus testimonios no coinciden, aunque todos testimonian su llegada. El tribunal de justicia no se atreve a reconocer su irresolución. Por eso las nuevas demandas nunca tocan a su fin, como tampoco los nuevos testigos. Hay tortura y martirio. Los estrados del jurado están ocupados por los vivos, quienes oyen tanto al acusador-hombre como a los testigos con el mismo recelo. Los puestos del jurado se van heredando a los hijos. Al final se despierta un miedo en ellos, que acaso puedan ser expulsados de sus estrados. Por último todos los jurados huyen, sólo quedan el demandante y los testigos.

Apuntes hasta 1931
La fábula de Bucéfalo, el caballo de batalla de Alejandro que se ha convertido en abogado, no es una alegoría. Al parecer, en Kafka ya no hay ningún otro espacio que el tribunal para las grandes figuras, mejor dicho: poderes de la historia. El sistema de justicia parece haber impuesto obligación a todos ellos. Así como los hombres, según las creencias populares, se transforman después de la muerte -en espíritus o fantasmas-, del mismo modo en Kafka los hombres parecen transformarse, después de haberse vuelto culpables, en miembros del sistema judicial.
Para el tema de la metamorfosis, es importante que en Kafka tenga lugar desde los dos lados: el mono se vuelve hombre; Gregor Samsa se vuelve animal.
Informe para una academia: aquí ser hombre aparece como salida. No es posible seguramente ponerlo en cuestionamiento de un modo más radical. “En la totalidad de su contenido simbólico los cuentos maravillosos y los mitos son comparables”, dice con razón [Helmut] Kaiser de los textos de Kafka.
Si en Julien Green el auténtico vicio, que domina a todos los personajes, es la impaciencia, en Kafka es la pereza. Las personas se mueven como en un aire húmedo lleno de vapores sofocantes. Nada les está más lejos que la presencia de ánimo. En especial en las figuras femeninas está claro que existe un vínculo entre su disposición a las relaciones sexuales y su pereza.

Una verdadera llave para la interpretación de Kafka es la que sostiene Chaplin en la mano. Tal como Chaplin ofrece situaciones en que se enlazan de un modo único el ser expulsado y el ser desprovisto, eterno dolor humano, combinado con las circunstancias particulares de la existencia de hoy, el dinero, la gran ciudad, la policía, etc., también en Kafka cada suceso tiene el carácter de Jano, totalmente inmemorial, sin rostro, y al mismo tiempo de última actualidad, de una actualidad periodística. A hablar de interrelaciones teológicas tendría derecho, en todo caso, aquel que investigara este carácter doble; es seguro que no aquel que adhiriera únicamente al primero de estos dos elementos; por lo demás, esta doble nivelación se impone de esta misma forma en su postura literaria, que en el estilo de los calendarios populares, con una sencillez casi rayana a lo carente de arte, persigue figuras épicas como sólo pudo encontrarlas el expresionismo.
Kafka desaloja enormes áreas que estaban ocupadas por la humanidad, efectúa, por así decir, una retirada estratégica; hace retroceder a la humanidad hasta la línea del pantano.
Lo que le importa es eliminar por completo el presente. Sólo conoce el pasado y el futuro, el pasado como existencia de pantano de la humanidad, en total promiscuidad con todos los seres, como culpa, el futuro como castigo, expiación, es más: desde la culpa el futuro se presenta como castigo, desde la redención el pasado se presenta como la doctrina, la sabiduría.
El profeta ve el futuro bajo el aspecto del castigo. Kafka reformula la historia:
El saber provoca al castigo y la culpa a la redención.
Una grieta atraviesa los nombres de sus personajes: en parte pertenecen al mundo cargado de culpas y en parte al redimido. Esta tensión es acaso también la razón de la determinación excesiva en las indicaciones de Kafka.

Apuntes hasta junio de 1934
Si uno quisiera resumir en unas pocas páginas lo que Kafka, en el correr de sus narraciones, cada tanto va esparciendo sin que se note y como algo evidente, resultaría entonces la tremenda y desconcertante perspectiva de un mundo,
{en que los hombres caminan encorvados de susto (El portón)}
Los mendigos reciben como limosna el poso de café para beber (El jinete del cubo)
{Los solicitantes alzan sobre la palma extendida su papel, mientras se van incorporando de la silla, hacia las autoridades (El proceso)}
{los hombres los brazos cruzados sobre el pecho} o los dedos extendidos entre el pelo
{en el que la máxima expresión del amor es cuando un funcionario salta por sobre las guías del carro}
La obra de Kafka fue una inversión temporal. Volvió a sentir la gran pretensión que el oyente exige al narrador: tener un consejo. Pero él no conocía ese consejo. A lo sumo sabía cómo luce un consejo hoy. Y que para otorgarlo hay que apartarse del arte, del desarrollo, de la psicología.
Kafka y Brod – Un Laurel que buscaba a su Hardy, un Pat que busca a su Patachon. Que le haya dado este divertimento al buen Dios hizo a Kafka libre para su obra, de la que entonces Dios ya no tuvo que preocuparse. Pero es probable que en esta amistad Kafka haya dado libertad de movimiento precisamente a su demonio. Acaso su posición respecto de Brod y sus profundos filosofemas judíos haya sido como la de Sancho Panza con Don Quijote y su honda quimera de caballería. Kafka tenía ideas diabólicas bastante notables alojadas en su propio cuerpo y podía estar contento de verlas retozar en forma de indecencias, faux pas y situaciones no agradables. Es probable que se haya sentido al menos tan responsable de Brod como de sí mismo -incluso más.
Si todo lo cómico se ha obtenido del horror, esto es, del mito, y si la comedia griega habrá encontrado su primer objeto de risa en el horror. – Que todo lo horroroso pueda tener un lado cómico, no necesariamente también todo lo cómico uno horrendo. Descubrir ese primer lado quita valor al horror, no así descubrir el segundo a lo cómico; su primado. Máxima disponibilidad: poder captar los dos lados.

No vivir en la historia como en la casa.
En la medida en que el lenguaje de las novelas de Kafka se asemeja al lenguaje del cuento popular casi hasta la indistinción, la brecha que separa la novela del cuento sólo aparece aún más infranqueable. El “individuo, que en sí mismo está desconcertado y no es capaz de dar consejo alguno” tiene en Kafka, así como nunca antes, la falta de color, la banalidad y la transparencia vidriosa del hombre promedio. Hasta Kafka uno podría haber creído que el desconcierto del héroe de la novela sería un engendro de su especial constitución interior, de su sutilidad o de su índole compleja. Recién es Kafka el que convierte en el punto central de la novela precisamente al hombre al que se dirige la sabiduría de los pueblos, el hombre de constitución sencilla, bienintencionado, el hombre a quien el refrán provee de consejo y a quien el confortamiento de la gente mayor provee de consuelo. Ahora bien, si este hombre bien constituido es quien va cayendo de un apuro en otro, no puede ser entonces su naturaleza la culpable. Debe obedecer al mundo al que ha sido enviado el hecho de que, allí, él obre de un modo tan torpemente desviado.

Dossier de insistencias ajenas y reflexiones propias

Para una revisión de “Kafka”
En una nota de su diario personal Hebbel se imagina a un hombre que tiene la habilidad de encontrarse, sin prever nada y una y otra vez como testigo, en el escenario de alguna catástrofe. Pero no se percata de ella inmediatamente sino que se topa sólo con sus consecuencias: comensales perturbados, camas sin hacer, una corriente de aire en las escaleras, etc. Y siempre se escandaliza con estos contratiempos sin vislumbrar en lo más mínimo sus causas. Kafka se asemejaría a un hombre para quien estos contratiempos mismos serían la catástrofe. Un abatimiento que podría medirse con el del predicador Salomón se verifica en él sobre la base de la minuciosidad.

Proust y Kafka
Hay algo que Kafka tiene en común con Proust y, quién sabe si este algo se encuentra también en algún otro lugar. Se trata de su uso del “yo”. Cuando Proust en su recherche du temps perdu, Kafka en sus diarios, dicen “yo”, en ambos es por igual un yo transparente, un yo cristalino. Sus recámaras no tienen color local; todo lector hoy puede habitarlas y mañana abandonarlas. Observarlas y conocerlas por dentro sin tener que depender de ellas en lo más mínimo. En estos autores el sujeto adquiere la coloración protectora del planeta, que en las catástrofes venideras se pondrá gris.

Es posible explicar formalmente: el procedimiento de la Odisea es el prototipo del tratamiento de los mitos en Kafka. En la figura de Odiseo, el muy experimentado y astuto, el jamás carente de consejo, anuncia la creatura ingenua, sin culpa y sin pecado, nuevamente su derecho a la realidad ante el mito. Un derecho que está garantizado en el cuento maravilloso y que es más originario que el “ordenamiento jurídico” mítico, aunque acaso también sus testimonios literarios puedan ser más recientes.
Lo que hace incomparable el rol de los griegos en Occidente es la discusión del mito que ellos asumieron. Pero esta discusión se efectuó doblemente. Mientras que para los héroes de los trágicos al final de su pasión se abría la redención, precisamente el mártir divino de la épica -Odiseo- más que en el padecimiento es un modelo en el hacer fracasar lo trágico. Y precisamente en este último rol fue un maestro de Kafka, tal como lo muestra el cuento de las sirenas.
LA NACION