Homebrewers: la mística y la pasión de elaborar cerveza en casa

Homebrewers: la mística y la pasión de elaborar cerveza en casa

“Hacer cerveza no es más difícil que hacer una torta: tenés que seguir la receta y poner un poco de imaginación para poder ir resolviendo lo que vaya sucediendo durante el proceso de elaboración. Es más, hay tortas mucho más complicadas”, asegura Martín Montenegro, administrador de sistemas de 36 años y, desde hace cinco, homebrewer. Cada quince días, produce en su casa unos 40 a 50 litros de cerveza por cocción, todo para consumo personal.
Como resultado del boom de la cerveza artesanal en la Argentina -pero también de otros factores, como el refinamiento en el consumo de bebidas, la búsqueda de una alimentación más natural o incluso las escasez de cervezas importadas-, cada vez son más los que se animan a producir su propia cerveza en el hogar. Algunos toman cursos, otros aprenden de Internet, y así convierten la cocina o alguna habitación de la casa en una pequeña cervecería. Están los que, como Montenegro, fabrican su propia cerveza para compartir con amigos -el próximo San Patricio será una buena ocasión-, pero también quienes con el tiempo convierten ese hobby en una nueva fuente de ingresos.
“Muchas de las microcervecerías que existen hoy en la Argentina comenzaron con una persona haciendo cerveza en su casa”, cuenta Martín Boan, sommelier de cervezas y director del Centro de Cata de Cerveza, que destaca el enorme crecimiento del homebrewing: “Todos los años se hace un concurso para elegir la mejor cerveza hecha en casa, y en cada nuevo encuentro vemos un 30 o un 40% de caras nuevas. En el último concurso, que se hizo el año pasado en Tandil, hubo casi 300 homebrewers”.
Lo que los une es mucha pasión y cierta mística, afirma Boan. “Es hacer un producto y dárselo a probar a tus amigos, y ¡uy, mirá, vos hacés cerveza!, y todos los amigos te aplauden, independientemente de qué tan rica sea. Porque siempre tus amigos y tus familiares te van a aplaudir.”
“Es la satisfacción de probar una cerveza hecha por uno mismo, saber que está muy buen, y que cuando se la das a probar a tus amigos te digan qué buena que está”, confirma Manuel Tagle, de 27 años, que junto con amigos de la infancia produce cerveza bajo el nombre Bierhaus; la mayor parte de la producción la destina al consumo personal, aunque algunos litros vende a amigos para costear la elaboración.

EN BUSCA DE UN ESTILO
Detrás de la búsqueda de la propia cerveza es fácil encontrar cierto disgusto ante aquellas opciones que ofrece hoy la cerveza industrial. “Hay mucha gente que no consigue o no quiere el estilo o la particularidad que ofrece el mercado, entonces dice: yo me hago mi propia cerveza, con mi propio estilo y con los sabores que me gustan”, afirma Martín Boan.
“Yo empecé haciendo cerveza para mí porque, hace unos años, en la época en la que se abrió la importación, descubrí que había otro producto diferente al que consumía acá, ¡y que era rico!”, cuenta Lucas Ginaca, de 40 años, que produce la cerveza artesanal Sentidos, que se vende en su propio local o en las ferias de Sabe La Tierra. Su caso es similar al de Guillermo Paoletta, de 33 años, que actualmente produce y vende su cerveza Niño Hereje: “Había escuchado rumores de que la elaboracion era posible a nivel casero y siempre me tentó el tema, pero el hecho de que las cervezas en góndola cubrían cada vez menos mis expectativas hizo que me decidiera a investigar”.
Un factor no menor detrás del crecimiento de los homebrewers es que hacer cerveza no demanda mucho más conocimiento que, como dice Martín Montenegro, el necesario para hacer una torta… Un conocimiento al alcance de cualquiera, ya sea en Internet -un lugar especialmente recomendado es www.somoscerveceros.com.ar- o en la experiencia y en las ganas de compartirla de los cada vez más númerosos homebrewers.
“Años atrás, cuando jugaba al rugby, un amigo que fabricaba cerveza nos enseñó a todo el equipo a hacer cerveza para el tercer tiempo”, recuerda Martín Stachuk, de 37 años, que esta semana comenzó un curso para profundizar su conocimiento, un conocimiento transmitido de boca en boca que le permitió hacer cerveza para él, su familia y sus amigos.
“Una noche en un asado, charlando con un amigo, salió el che, estaría bueno hacer birra. Leímos un poco en Internet y terminamos haciendo nuestro primer batch [lote] de cerveza”, recuerda Marcelo Pereyra Iraola, de 27 años, y otro de los socios fundadores de Bierhaus. Martín Montenegro, por su parte, recuerda haber empezado con un apunte que le prestó un amigo (“creo que lo bajó de Taringa”, dice).
“Es apasionante el tema, uno se va metiendo cada vez más y le va gustando cada vez más”, agrega Manuel Tagle, que, junto con sus socios de Bierhaus, se encuentra actualmente haciendo un curso para perfeccionarse en el Centro de Cata de Cerveza, uno de los lugares donde se dictan cursos en Buenos Aires. “Desde hace unos años, aquel que quiere empezar tiene 5 o 6 lugares donde hacer un taller por un día, en el que ve una elaboración completa de cerveza, y se va con una noción y por ahí ya se pone a experimentar en la casa -cuenta Boan-. Existen después talleres avanzados, cursos desde 4 meses a un año en los que puede lograr un nivel de conocimiento como el de un cervecero profesional.”
No son pocos los que, habiendo aprendido los secretos de la elaboración, deciden dar el salto y comenzar a vender sus cervezas.

CAMBIO DE ESCALA
Lucas Ginaca comenzó, como muchos, haciendo cerveza en ollas de 20 litros, y hoy produce unos 1000 litros mensuales. “Yo me dedicaba a la gráfica -marquesinas, vía pública, gráfica vehicular-, pero en un momento pensé que la cerveza podría ser una alternativa”, cuenta Lucas, que entonces decidió instalar su primer equipo en la que hasta entonces era la sala de juegos de sus hijos. Hoy, con local propio, lleva ya casi un año dedicado exclusivamente a la elaboración artesanal de cerveza.
Proyectos como el de Lucas se sustentan en la creciente demanda de cervezas artesanales, con distintos estilos. “Cada vez más bares venden cervezas artesanales”, dice Guillermo Paoletta, que destaca que “los consumidores aprecian cada vez más los productos libres de conservantes, adjuntos u otros químicos y se vuelcan a optar por cervezas genuinas sin pasteurizar y de microcervecerías o artesanales.”
“Hay un cambio en la cultura del consumo de cerveza: hoy los mejores bares de Buenos Aires llaman a los productores buscando productos diferentes, porque el consumidor lo demanda, cuando hace cinco años rechazaban a todos los que iban ofrecer una cerveza diferente -sostiene Martín Boan-. Esto en parte se da porque hay homebrewers que han alcanzado un nivel muy superior a la media de la industria, a tal punto que tenemos casos de algunos que están certificados como jurados internacionales, pero que sólo hacen cerveza para sus amigos.”.
LA NACION