22 Apr Habitantes de la villa 31 ocupan una parte de la autopista Illia
Por Valeria Musse
En los últimos cinco años, William Ávila, de 25 años, alquiló una pieza en la villa 31, en Retiro. Pero como el costo del arrendamiento se incrementó, dejo ese lugar y ocupó un pequeño espacio junto a la autopista Illia. Desde hace casi dos semanas, unas 100 familias, algunas con idéntico problema y otras en situación de calle, se instalaron allí en precarias casillas a la espera de una solución habitacional.
Resguardado en su nueva morada, Ávila justificó su decisión de vivir a escasos metros de la concurrida arteria, consciente del peligro que significa. “Yo pagaba 900 pesos dentro de la villa, pero ahora subió a 1200”, explicó. Su esporádico trabajo en obras de construcción no le permite solventar el aumento del alquiler, además de la manutención de su hermana y sus dos pequeños sobrinos.
La humilde pieza de Ávila le da la espalda a la Illia, mano hacia el Norte, antes de llegar al peaje. Y no es la única. Con el correr de los días, se sumaron más y más precarias moradas en esa franja. Los primeros en llegar levantaron casillas de madera; los últimos acudieron a los materiales que tenían a mano. Al verlas, da la impresión de que el viento podría hacer volar las lonas, el nylon y los cartones utilizados para la edificación.
“Le daba al dueño $ 900 por una pieza para mí y mis tres hijos, pero me dijo que en noviembre el precio se va a $ 1300. Así que agarré mis cosas y me vine para acá”, relató Diego, mientras clavaba las maderas que se convertirían en la pared de su nuevo hogar.
El aumento de los alquileres de habitaciones y viviendas dentro de la villa 31 es una de las razones que llevaron a varias familias a ocupar el terreno que recorre una franja de 300 metros a lo largo del costado de la autopista. Así lo contó a LA NACION Zulema Albornoz, referente del lugar conocida como “Chana”.
“La mitad de las casi 100 familias que se instalaron reciben un subsidio habitacional de $ 700 del gobierno de la ciudad. Hasta ahora, la gente pagaba entre 800 y 1200 pesos por el alquiler de una piecita dentro de la villa, pero ahora se fue a 1500”, explicó la joven de 24 años.
Y cuestionó: “¿Cómo podríamos pagar los alquileres con ese dinero que da el gobierno, si el monto no se actualiza desde hace dos años?”.
Albornoz decidió ocupar el sector lateral de la Illia después de vivir 13 años en la calle. Tras irse de la casa de sus padres a los 11 y ser mamá a los 15, la mujer pasó por distintos rincones de la ciudad. Hasta que cayó en la cuenta de que su hijo discapacitado de 9 años necesita un lugar fijo para crecer. “Por eso reclamo una vivienda digna, como todos los que estamos acá”, señaló.
Las casillas ni siquiera tienen baño. Para el aseo, la iglesia del Padre Mugica fue puesta a disposición, igual que el comedor del vecino Tapia.
Cada mediodía, Norma Benítez, de 18 años, se acerca a esa casa para obtener el plato de comida que necesitan ella y su pequeña hija, Naiara, de 10 meses. “Me mudé acá porque no tenía otro lugar para vivir, ya que en la villa me peleé con mi familia”, relató. Un colchón en mal estado era lo poco que tenía dentro de su improvisada casilla.
A metros de allí, Karen y Lucas, de 18 y 20 años respectivamente, intentaban que Santino, su bebe de dos meses recién cumplidos, durmiera en la piecita que habían levantado con chapas y cartones. Los jóvenes dicen que vivir allí es su única opción. “No tenemos dónde estar”, enfatizaron casi a dúo. La joven, que debió abandonar sus estudios secundarios tras ser mamá, agregó que recorrió distintos organismos públicos porteños y nacionales para pedir ayuda, “pero nunca dieron una respuesta sobre un lugar para vivir”. Ayer, en el gobierno porteño indicaron que censarán a las familias instaladas.
A pasos de allí hay otro conflicto en ciernes. Es que, pese a que la Administración General de Puertos (AGP) ya finalizó con la limpieza de los rieles del tren Belgrano Cargas entre la avenida Castillo y la calle 10, la zona está inutilizable porque las familias que habitan en las 20 casillas edificadas bajo la Illia no permiten que las vías sean despejadas. Para la limpieza de las vías, la AGP entregó subsidios que, según los habitantes, variaron entre los 30.000 y 160.000 pesos.
LA NACION