07 Apr En la ciudad del amor, las citas ahora empiezan en Internet
Por Nathalie Kantt
Rita llegó a París hace cuatro años, directo desde las islas Canarias, en busca de trabajo. Con el tiempo consiguió empleo, exploró la ciudad, se hizo amigos y también entendió que su batalla más ardua sería otra: el amor. “En las fiestas no te miran. En el metro, tampoco. Estaba harta. Nunca pensé en buscar por Internet. Pero un día me cansé”, cuenta esta morocha de 29 años. Golpeada por la falta de iniciativa masculina en París, sobre todo en comparación con Canarias, Rita siguió el consejo de sus amigos franceses y se inscribió en un sitio para conocer hombres. Creó su perfil -con un nombre inventado-, subió una foto “con un cóctel en la mano, medio mona”, y esperó. Dos días más tarde, casi cien hombres habían visitado su perfil y unos treinta la habían contactado.
París es una ciudad romántica… para quien venga acompañado. En pareja, se pueden cruzar los puentes tomados de la mano y mirando el Sena, colgar un candadito en alguno de ellos y jurar amor eterno, y beber vino francés a la luz de las velas en algún bistró. Para quienes buscan encontrar el amor en esta ciudad, es una historia diferente. La vida de los parisinos está desbordada de trabajo y de amigos. Los hombres no suelen tomar la iniciativa en los lugares públicos, y si lo hacen es después de varias copas y bien entrada la noche, en ese momento en el que los objetivos empiezan a diferir. Y las mujeres se debaten entre la independencia y la espera del príncipe azul. Como si algo de esa revolución femenina de los años setenta, que tanto bien hizo en otras causas, se hubiera trastocado, o al menos bloqueado.
El terreno se vuelve más que propicio para la proliferación de sitios de encuentros, ese universo virtual que permite seducir y empezar a conversar sin ser vistos ni asumir demasiado. “El anonimato y la ausencia del cara a cara son vividos como factores que suprimen el riesgo de lo ridículo y crean un espacio más propicio para la seducción porque hay menos en juego”, analiza la socióloga Marie Bergström, del Observatorio Sociológico del Cambio (Sciences Po-CNRS). “La ambigüedad ocupa un rol importante en los juegos de seducción. Pero los sitios de encuentro tienen la particularidad de ser espacios explícitamente organizados para los encuentros amorosos y sexuales. Ello empuja a los usuarios a decidir rápidamente sobre el futuro de esa relación”, añade esta especialista en relaciones amorosas y sitios de encuentro.
Este sector mueve 250 millones de euros (338 millones de dólares) en Francia. Uno de cada cuatro franceses reconoce haber estado inscripto en al menos uno de los 2000 sitios web que existen en este país y el 40% confiesa que haría uso de ellos en momentos de soltería -14% hace ocho años-, según un estudio del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) del 2012.
COMO UN SUPERMERCADO
Además de multiplicarse, estos sitios web se especializan. Y los hay de todo tipo. Para profesionales que buscan perfiles “de alto nivel”, para católicos o musulmanes, y varios para la comunidad homosexual. El más original, y en sintonía con la dinámica parisina, es adopteunmec.com (se acaba de lanzar en la Argentina con el nombre adoptaunchico.com.ar), un “supermercado” en el que las mujeres tienen el poder y deciden cuáles son los “hombres producto” que quieren poner en su carrito. Ellos pagan 30 euros por mes (para los argentinos por ahora es gratis) y pueden enviar la cantidad de charmes que quieran, pero sólo eso. Recién cuando la agasajada lo acepta, pueden empezar a chatear. Si todo sale bien, serán “adoptados” por una noche, por varias o, mejor aún, para toda la vida. “Es una mina de oro para conocer gente muy rápido, y es sobre todo esa instantaneidad lo que seduce a los usuarios. No saben lo que van a encontrar porque no nos posicionamos en el simple binomio sexo o amor”, explica a La Nacion la responsable del marketing internacional, Clara Bizien. Creado en 2008 por dos amigos de 28 años, el sitio reúne hoy 7 millones de miembros, 500.000 perfiles activos y 40 empleados. En 2013, y sólo en Francia, facturó 22 millones de euros. Las oficinas, situadas en el centro de París, tienen el aspecto típico de una startup: unos pufs en un rincón, un flipper, una mesa de billar y decenas de jóvenes (el promedio de edad es 24) con auriculares y frente a sus pantallas, compartiendo mesas grandes. Después de haberse instalado en España, Italia, Alemania y Polonia, desembarca en América latina: Brasil, Colombia y México, además de la Argentina. “Las brasileñas ponen a los hombres directamente en el carrito. Los buscan, los eligen y los reservan. Están en la acción. Las francesas, no tanto. Es interesante observar los diferentes comportamientos según el país”, agrega Bizien.
Jueves a la noche en París. A punto de entrar en un bar, Cécile mira a su amiga, devorada por una aplicación que instaló en el teléfono y que le permite ver perfiles de hombres disponibles a la redonda. “Desconectate, quizás adentro también hay gente que te puede interesar”, lanza Cécile.
“París es una ciudad con mucho ritmo. Todo va rápido y todo es intenso. La gente no se toma el tiempo y muchas veces crece dentro del mismo círculo de amigos. Por eso muchas veces es difícil conocer gente en grandes ciudades como ésta”, explica Valentine Schnebelen, directora de marketing de Meetic France. Pionero en los encuentros virtuales, Meetic fue creado hace diez años y hoy está presente en 17 países europeos. Sigue liderando el mercado con ganancias en 2012 de 178 millones de euros. Su target son los 25-35. Los usuarios deben pagar 35 euros por mes (o 15 por una suscripción de seis meses).
Matthieu es uno de ellos. Es de Lille, norte de Francia, y vive en París desde hace once años. En 2011 terminó una relación de tres años con su novia. Estaba triste. Miró a su alrededor: un grupo de amigos homogéneo en el que todos estaban en pareja, una vida profesional rodeada de hombres o de alumnos, pocas ganas de salir y falta de confianza en sí mismo. Los franceses pueden ser muy cartesianos a la hora de explicar lo que los lleva a probar nuevas maneras de conocer gente. Un amigo le recomendó que se inscribiera. “Tenés que venderte, lo que te obliga a revalorizarte, y eso te permite tener más confianza en vos. Y además podés encarar de manera más liviana. Es un acelerador de encuentros”, explica este fotógrafo de 35 años. Y continúa: “Las chicas parisinas no saben lo que quieren. Quieren controlar y no largar nada de lo que hacen, pero también buscan el coup de foudre. Hay mucha gente sola”. Después de un año y decenas de salidas con chicas que conoció por Internet, Matthieu se encontró con Louise. Todavía están juntos. Louise vivía a sólo 200 metros de lo de Matthieu y fue al mismo colegio que su mejor amiga. La conoció por Internet.
La primera cita de Rita no fue buena. No le gustó el chico. Tenía dientes feos. Pero el segundo le encantó. Viven juntos desde hace un año. La mamá le dice que en la familia “no se debe saber cómo se conocieron”. Así que ella no se lo cuenta a nadie. Salvo a sus amigos. Y así como los de París la incitaron a inscribirse, los de Canarias le preguntan: “¿Tan desesperada estabas?”.