El hombre que sabía demasiado

El hombre que sabía demasiado

Por Pablo Planovsky
Matthew Weiner terminó de escribir el piloto de Mad Men justo cuando Los Soprano debutaba en la pantalla, en 1999. A esa serie se sumaría luego como uno de sus guionistas, trabajo por el cual ganaría dos premios Emmy, antes de que lograra llevar al aire su propia idea, en 2007. Esa idea lo establecería como uno de los referentes indiscutidos de la TV norteamericana: plantear la vida en una agencia publicitaria de Manhattan como reflejo de los rápidos cambios en la sociedad norteamericana en la década de 1960 (espejo a su vez de los de nuestros días). En especial, Mad Men -que regresa esta noche, a las 21, a HBO con su última temporada- fue un suceso instantáneo gracias a Don Draper, el director creativo de Sterling Cooper, un bon vivant que “había logrado cosas importantes y, sin embargo, se sentía insatisfecho y hasta desagradecido”. Con él se identificaba su creador.

-¿Qué lo inspiró para crear Mad Men ?
-Era algo que tenía hace tiempo en mi cabeza. Este programa es muy personal. Todos los personajes están relacionados con mis sentimientos, las experiencias que tuve con los éxitos y fracasos? Mi vida no es tan excitante como la de Don. No tengo una identidad secreta. Pero muchos detalles vienen de mí y de los escritores con los que trabajo. Cualquiera que trate de separar sus experiencias personales de la escritura no logrará escribir. Podés pensar que quizás Ian Fleming se mezcló demasiado con James Bond, pero no importa de qué personaje se trate, el guionista siempre recurre a su propia vida.

¿Hizo algún tipo de investigación para escribir y desarrollar el drama que surge de la infancia de Don o parte de su propia imaginación?
-Es una gran pregunta cuya respuesta es también es rara. No quería que la serie se centrara en los personajes que pueblan las películas de Douglas Sirk, sino de la gente que ve las películas de Sirk. Por ejemplo, un veterano de guerra como lo es Don Draper quizás haya leído o visto El hombre del traje gris. Como el personaje de la novela y la película, Draper sigue la tradición de cierto tipo de personajes norteamericanos que transforman su identidad. La historia de mi país está llena de segundas vidas exitosas, como la de Bill Clinton o John D. Rockefeller: personas que nacieron en circunstancias complejas y se rehicieron a sí mismas para triunfar. En todas esas biografías, la niñez es una etapa oscura: muchos crecieron en ámbitos rurales muy pobres. Comprender la vasta diferencia que existe entre mi propia infancia y la de un personaje como Don significa entender por qué esa persona es imparable en su ambición. Luego de las primeras temporadas de Mad Men , empecé a leer psicología. Encontré los diarios del psiquiatra que trató a Marilyn Monroe y descubrí que, sin saberlo, Don Draper tenía una personalidad muy similar. Pero el interés nació de manera inconsciente. Cuando hablo con extraños acerca de la serie, todos me preguntan sobre la infancia de Don. Ahí me doy cuenta de que toqué algún tipo de nervio en los demás.

-¿Cuál es el mayor desafío de trabajar en la temporada final?
-En general, una serie termina cuando alguien decide que ya nadie la ve. Esto es un lujo: por la propia naturaleza del medio, las series están pensadas para seguir adelante: es un gran esfuerzo crear un piloto para un ciclo que tenga una premisa capaz de extenderse más allá de ese episodio. El final no está en tu imaginación al principio, no es parte del proceso de creación. Pero siento que cada final de temporada que tuvimos funciona como un cierre. Este es especial, porque será la última vez que veamos a estos personajes. Quiero que sea una observación sobre el viaje que compartimos con ellos. A todos nos llegan los cambios. Para mí, esta historia se trata de lo difícil que es ser una persona: ¿el mundo exterior nos afecta o es algo interno?

-Me hace pensar en las formas de consumir y discutir sobre las series de televisión, que han cambiado el paradigma cultural, ¿qué piensa de eso?
-La tecnología permitió encarar el proceso creativo de maneras que el cine quizás no puede sustentar. Hay tantas formas de consumir televisión que sin dudas tiene influencia en la vida de la gente. Si ahora se pueden hacer programas más excéntricos o con voces muy específicas es porque no supone un riesgo financiero como sí lo es una película de 250 millones de dólares. Me gusta que exista un enfoque más artístico, opuesto a lo que los ejecutivos creen que son los medios masivos.

-¿Por qué cree que series como la suya o Breaking Bad, donde los protagonistas ocultan sus identidades, son un éxito?
-Mucha gente compara las dos series y yo no veo las similitudes, pero sin dudas ésa es una de ellas. Es uno de los trucos más viejos del mundo del entretenimiento: imaginar una identidad secreta, ya sea Superman o Heisenberg (el álter ego criminal del personaje de Walter White), cuando tu vida es aburrida. Somos lo que hacemos, cómo vivimos, lo que comemos? los mínimos detalles se unen para crear nuestra personalidad ante los demás. Pero todos saben que en realidad no sos así. Tanto Walter como Don cambian su identidad para poder sobrevivir. Creo que es un mito alentador, aún cuando pueda convertirte en un criminal. Al crecer te das cuenta de que si tenés mucha, mucha, suerte te convertís en la persona que querías ser.
LA NACION