Una escuela en San Isidro donde se forman los futuros jockeys del turf

Una escuela en San Isidro donde se forman los futuros jockeys del turf

Por Sergio Di Nucci
La pasión por el turf, o por el caballo y punto, no se extingue en los corazones de mucha gente, aun en tiempos en que el deporte equino ya no es tan famoso como lo era en los años ’40, cuando competía en popularidad con el fútbol. “El mundo del turf, y el de esta escuela en especial, es una gran familia. Por ponerte un ejemplo, los jockey consagrados ayudan mucho a los chicos que están aprendiendo, por ejemplo poniendo dinero para que todos tengan obra social, por eso me parece una injusticia que el mundo del turf a veces se lo juzgue con injusticia.” El que habla es Héctor Libré, actual director de la Escuela de Jockeys Aprendices del Jockey Club Argentino, que funciona en el Hipódromo de San Isidro, y cuya trayectoria y calidad la vuelven una de las mejores a nivel mundial.
La escuela se inauguró en el año 1940, junto a la de entrenadores, y de allí egresaron los mejores jockey y jocketas del país. Interrumpida sólo por un período de cinco años, hoy continúa entrenando jóvenes que sueñan con correr. Hector recibió a Tiempo Argentino en el salón de la escuela sobre la Avenida Márquez, junto a las dos grandes pistas de entrenamiento, y en un alto de la segunda clase de este año brindada a una veintena de aspirantes a jockey.
El curso es gratuito, dura dos años, cinco días a la semana: dos de ellos dedicados al entrenamiento físico, y que está a cargo de Diego Dávide, dos clases teórico-prácticas (a cargo de Héctor y de Víctor Sabín, otro ex jockey), y una clase más donde se les enseña nociones de inglés. Héctor cuenta que, como los chicos que vienen a estudiar provienen de pueblos muy alejados “y no cuentan con una pensión, se pone en contacto con los studs, donde varean los caballos y se ganan unos mangos”.
La gestión de Héctor nace luego de que en 1999 la escuela de San Isidro cerrara sus puertas. Desde la reapertura en julio de 2004, los ex-jockeys Libré y Sabin quedaron a la cabeza. “La idea original era incluir un profesor de equitación y un caballo de andar –continúa Libré– pero fue desestimada, así que nos enfocamos en el entrenamiento físico. Pusimos énfasis en la postura del jinete, que hoy en día es marca registrada de la escuela. Un estilo de montar ‘a la americana’, que se centra en la aerodinamia y se adapta mejor que ninguna a las pistas modernas. Pero es la más exigente físicamente.”

JOCKEY Y JOCKETAS
Los alumnos escuchan a Héctor, y este quiere que Tiempo haga una entrevista pública, delante de los alumnos. Su estilo para hablarles es ameno, repleto de anécdotas y de oraciones rotundas. “Yo suelo utilizar una frase turfística muy usada: ‘el mejor jockey es el que menos se equivoca’. Y esto se los repito siempre, porque todo jockey se equivoca. No hay que olvidar que se trata de carreras de caballos. Igual que las carreras de autos: son los pilotos, y los jinetes, quienes definen las carreras.”
Los chicos escuchan al maestro con timidez, alguno se anima a hablar en público y contar sobre las rispideces de dejar el pueblo y llegar a Buenos Aires. “Yo me acostumbré recién al cuarto o quinto mes, pero extrañar se extraña”, dice Leonardo Chaparro, un chico de 18 años, que llegó de Marcos Paz. Los demás coinciden con el período de tiempo para adaptarse.
Héctor continúa enseñando: “Yo quiero que cada uno de ellos quiera ser el mejor del mundo: sólo así lo serán algún día.” Si tiene que elegir a un jockey actual, Héctor dice que elegiría a “Pablo Gustavo Falero, porque es jockey hasta cuando va al baño. Mira carreras, piensa todo el tiempo en eso, y me hace preguntas, lo que me obliga a estar atento, para responder con precisión. Al jockey hay que mirarle las manos. Porque por lo general, por el trabajo de entrenamiento, tienen manos gruesas, pero las manos de los buenos jockey son como de seda.”
Si bien existen en la actualidad otras escuelas de jockey –en La Plata, en Tucumán, en Río Cuarto, en San Luis–, la de San Isidro es la más prestigiosa. Tal como cuenta otra alumna, Luján Ascóniga, 20 años, nacida en La Plata: “Estudié dos años y medio en La Plata, pero se sabe que esta es la mejor del país, además por la salida laborar en este hipódromo.”

CUESTIÓN DE PESO
Héctor está luchando para que se produzca un cambio en el turf: modificar la medida de pesos para los jinetes. “Porque está produciendo estragos en los chicos. El límite de peso es de 50 kg, pero el pibe no se sube al caballo desnudo, a eso hay que sumarle un kilo de equipo y un kilo de la ropa. A medida que el chico crece, va ganando peso, y eso genera un montón de trastornos de alimentación. Muchos chicos caen en bulimia o anorexia, o toman pastillas para no comer. Hay que ver los dramas que ocurren con esta situación, dramas personas y familiares, porque las familias acompañan el sufrimiento de los chicos, comiendo todos porciones ínfimas de comida para no tentar al chico, etcétera. Lo extraño es que en la Argentina la medida de pesos no se ha modificado, pero sí se ha modificado en varios países, por ejemplo en Irlanda. Y fijate que la tabla fue creada hace 150 años, cuando la gente era más pequeña que hoy, y si no vean en los museos las camas donde dormían los reyes.”

DE SEXOS Y SEXO
El mundo del turf es un mundo machista, admite Héctor y hacen que sí con la cabeza las tres jóvenes alumnas que escuchan su clase. ¿Por qué? “Porque si yo o una de mis compañeras me caigo del caballo, enseguida me convierto en una estúpida”, dice Florencia Peñalva. Héctor agrega: “Pensá que acá son todos hombres y sólo hay seis o siete chicas, por eso les digo a ellas que están locas de querer venir acá.”
Las incomprensiones de los sexos se replican en los animales. ¿Es mejor correr con un caballo, o con una hembra? “Yo prefiero los caballos, y eso que corrí con excelentes yeguas, pero hay algo en las yeguas…”, y ahí Florencia, la alumna que sufre el desprecio de los hombres, interrumpe al maestro: “Las yeguas son más taradas.” Explosión de risas, y nueva frase de Héctor: “Algo de eso hay, pero sucede que en algún momento de la carrera la yegua hace algo que no estaba previsto y además está el tema de la ovulación, ahí sí es mucho más azarosa su conducta.”
TIEMPO ARGENTINO