Messi resurge con su juego alegre y hace feliz al Barça

Messi resurge con su juego alegre y hace feliz al Barça

Por Claudio Mauri
Es lo que tienen los cracks, las grandes figuras. Cuando se sienten futbolísticamente en deuda, no tardan mucho en ponerse al día y recuperar el crédito. En cuanto perciben una sombra de duda o de desconfianza sobre ellos, se activan para refractar nuevamente la luz de la ilusión. Lionel Messi se puso ayer al frente para devolverle a Barcelona de todo un poco: un gol, un triunfo, la clasificación a los cuartos de final de la Liga de Campeones, la sensación de que el equipo se sacudió ese aire mustio que lo venía persiguiendo. Barcelona quizá ya no sea la máquina de jugar al fútbol que supo ser, pero se resiste a ser ese cacharro que cuatro días antes chirriaba por todos lados en una desangelada derrota contra Valladolid.
Visualmente, a Messi se lo venía notando más estático, menos participativo, desconectado de los partidos por varios momentos. Algunos medios españoles llevaron esas impresiones a los números para reflejar que en esta temporada había bajado su promedio en cantidad de pases, remates, goles y acciones.
El partido de ayer ante Manchester City no era tan importante por el resultado, a la luz del aliviador 2-0 conseguido en la ida en Inglaterra, sino como vara para medir el estado de Messi y del equipo. Saber si ambos iban a reaccionar a tanta irregularidad o si se iba a pronunciar el declive.
Apenas empezó el partido en el Camp Nou hubo una jugada que funcionó como símbolo, como premonición de lo que vendría: un pase a Messi fue interceptado cerca del círculo central; Leo corrió 40 metros hacia atrás para quitarle la pelota al Kun Agüero, que ingresaba en el área de Valdés. De ahí inició un ataque de otros 50 metros hasta ser frenado con foul. Messi se mostraba en forma y al Barça le volvía el alma el cuerpo, se sentía más fuerte y confiado.
La participación del rosarino pasó a ser más continua. Gambeteó y tocó. Creó juego en tres cuartos y también llegó al área. Aceitó una sociedad con Neymar de la que todavía se espera más. Lescott le hizo un penal que el árbitro francés Lannoy no sancionó, como tampoco convalidó un gol de Neymar por un off-side inexistente y omitió un penal sobre Dzeko en el segundo tiempo.
Todo el brillo que transmitía Messi contrastaba con el opaco rendimiento de Agüero, reemplazado más que nada por precaución en el entretiempo por una molestia muscular. El físico del Kun preocupa, ya que viene de soportar dos desgarros en los últimos tres meses. A la salida del vestuario, Agüero expresó el deseo de que Atlético de Madrid sea el campeón por los buenos momentos que pasó ahí antes de ser transferido a Inglaterra.
Mientras el City respetaba demasiado al rival y no se exigía a fondo con sus notables individualidades para intentar revertir la desventaja de dos goles, Messi seguía dirigiendo los ataques locales. Y también buscaba el arco con determinación. El poste le negó el gol tras un remate cruzado. Su amenaza constante se concretó cuando Lescott se enredó para cortar una asistencia de Cesc; Leo apareció por detrás para definir con un exquisito toque con el revés del pie izquierdo. Cerca del final empató Kompany, Zabaleta fue expulsado por protestar y Alves, en el descuento, le puso el broche a una gran jugada de Iniesta. De principio a fin, con la voz cantante de Messi, Barcelona dijo presente.
LA NACION