17 Mar Messi batió un récord de casi 90 años
Por Martín Rodríguez Yebra
Uno no llega a jugar un partido de fútbol vestido con un esmoquin bordó a menos que esté seguro de que algo extraordinario va a ocurrir. Verlo salir a Lionel Messi ayer del vestuario del Camp Nou con el bolsito de los botines bajo el brazo y engalanado como para una pasarela de Milán invitaba a admirarlo por la fe en su talento.
Porque finalmente algo extraordinario ocurrió en la tarde catalana: Messi marcó tres goles y se convirtió en el máximo anotador histórico del Barça. Superó un récord de la belle epoque, acaso incomprobable, que la leyenda reservaba para Paulino Alcántara, un filipino tan de otra era, entre 1912 y 1927, que jugaba con un pañuelo en la cintura para secarse la transpiración.
La sonrisa del crack argentino cuando se iba a su casa trascendía la hazaña para el Guinness. Con su mejor partido de la temporada, a dúo con un Iniesta inverosímil, Messi salió otra vez al rescate de su técnico, Gerardo Martino, bombardeado por la crítica desde que su equipo perdió la punta de la Liga.
Y lo hizo justo antes del clásico con el Real Madrid -líder, a cuatro puntos de distancia-, que el próximo domingo empezará a definir el año.
Del Barça flácido que perdió contra el Valladolid hace una semana a este que ayer, 7 goles mediante, convirtió en un sparring indefenso al Osasuna medió un viaje en el tiempo.
De tanto añorarlo, el Camp Nou encontró al Barça de antes. Ese equipo voraz, que no cede nunca la iniciativa, que presiona adelante, que mete la pelota en un flipper coherente, vertiginoso, pero de máxima precisión.
Martino podía estar jugándose el puesto, pero no llegó a sacarse las manos del bolsillo. A los 17 minutos, Messi espantó el pánico con un anticipo en el área chica que redondeó una triangulación con sello de la casa.
A partir de entonces Iniesta se hizo cargo del espectáculo ante un estadio con demasiados asientos vacíos, retrato de la desconfianza culé al Barça de Martino. La sólida victoria entre semana ante el Manchester City podía ser apenas un acto reflejo puesto en la balanza de los últimos esperpentos ligueros.
Pero, decíamos, Iniesta… Hay momentos en que el hombre abandona su posición en la banda izquierda y se pierde por el campo. Es un extravío creativo, un festival de paredes, pases entre líneas, tacos, amagos o simplemente un zurdazo al ángulo, como el 3-0 que mató el partido. A Martino se le daba por aplaudirlo cuando le pasaba por al lado.
Messi entendió que no podía desaprovechar la ocasión. El gol del récord lo anotó después de una coreografía de pases con Iniesta que llegó casi hasta la línea del arco. Era el 370 en toda su carrera en el Barça, incluyendo amistosos. Hacía dos años que ya era el máximo goleador del club en partidos oficiales, pero a alguien se le ocurrió hurgar en la prehistoria para desafiarlo más.
Sobre la hora completó su hat-trick número 23 y le alcanzó el tiempo para asistir a Pedro en el 7 a 0. Días atrás se escribían tratados sobre su apatía. Ahora es fácil decirlo, pero los números muestran otra cosa: lleva 18 goles en 17 partidos desde que volvió de su última lesión muscular. Nadie -ni siquiera Cristiano Ronaldo en su esplendor- marcó tanto en Europa este 2014.
“Es algo espectacular. Pasaron muchos años para que se supere este récord y ojalá pasen muchos más para que alguien alcance el mío -declaró Messi ya en la zona mixta, vestido para recibir un Balón de Oro-. Lo tenía ahí cerquita y lo quería conseguir.”
Aprovechó para reconocer errores (“teníamos que recuperar la actitud, dejar todo en la cancha”) y apoyó a Martino. Reconoció, además, que los meses que estuvo afuera por lesión le sirvieron para volver mejor: “Nadie quiere lesionarse, pero me vino bien para enfocarme en el tramo más importante del año”. Que incluye, aunque no lo dijo, el Mundial.
El Camp Nou celebró aliviado en la antesala de un clásico que asomaba aterrador. Esos hinchas hacía rato que vivían de murmullos; ayer incluso recordaron lo bonito que es mirar un partido con tiempo para aburrirse y, por ejemplo, hacer la ola. Se fueron coreando a Messi.
Martino salió también con buena cara. Aunque le faltaba la rueda de prensa, su tortura. Le tocó responder de cinco maneras distintas si en Madrid alistará el 4-3-3 que deslumbró ayer o volverá al más equilibrado 4-4-2 con el que recobró la fe ante el City. Respondió con evasivas y resignación, como si intuyera que se está gestando su próxima lapidación. La Liga está cara. Nadie se acordará del 7-0 al Osasuna ni del récord de Messi si este Barça pendular sale derrotado del Santiago Bernabéu.
LA NACION