Martín Riwnyj: guardianes de cemento

Martín Riwnyj: guardianes de cemento

Por Lucía Turco
Si hay algo que obsesiona a Martín Riwnyj (Buenos Aires, 1972) es la ciudad. Los paisajes urbanos son una constante en su obra plástica, donde los seres que los habitan aparecen y desaparecen como absorbidos por el cemento. En su muestra itinerante “Rumor del tiempo” -que se inaugura próximamente en Galería De Santi y que ya estuvo en León (España) y Lima (Perú)- no faltan los habituales paisajes citadinos trabajados con técnicas mixtas (óleo, acrílico, impresiones digitales sobre la tela), pero esta vez combinados con imágenes cinematográficas y con más presencia del color. Mientras se reparte entre la pintura y el cine, otras de sus pasiones, el artista repasa su carrera y cuenta cómo trabaja.
¿Cuál es el concepto detrás de esta nueva muestra y cómo interviene en ella el cine?
El concepto que trato de desarrollar es el tiempo como materia prima de la imagen. Tiene que ver con la fluidez del paso del tiempo: el estado de los elementos de la ciudad -como los coches que se oxidan- y la velocidad a la que se vive actualmente en las ciudades. Hay cuadros en los que tomo imágenes cinematográficas de Blade Runner, El padrino y París Texas, películas que me han impactado y que se ajustan a mi temática con personajes típicamente urbanos.
¿Qué es lo que te impacta de la ciudad para que sea el gran tema de tu obra?
Hay una frase que dice: “Si quieres ser universal, pinta tu aldea”. La ciudad es lo que yo veo todos los días y de lo que me alimento de una manera casi automática. La percibo desde un punto de vista borgeano: como un gran laberinto. Uno no puede encontrar la salida, me voy al campo y aguanto cinco días porque necesito de esta sel¬va gris. Es un laberinto que nos tiene atrapados no sola¬mente desde el punto de vista físico, sino también desde el punto de vista de la conciencia, porque pensamos la vida a partir de lo que nos puede dar o no nos puede dar la ciudad. Me parece que la mejor definición es que la ciudad es un laberinto apasionante, es infinita y es eterna. Las ciudades cada vez crecen más y nos van a sobrevivir. Ésa es otra de las cosas que me alucina: nosotros estamos ligeramente de paso para lo que es la vida de una ciudad. Nacemos, morimos y las ciudades siguen ahí sin inmutar¬se, son como gigantes guardianes de nuestras vidas y de nuestras muertes.
¿Cómo logras la expresividad de tu pintura a partir de algo tan geométrico como el paisaje urbano?
Tiene que ver con una búsqueda donde pretendo combinar la geometría más dura con la mancha más expresionista.
De esa manera logro un cierto equilibrio entre lo duro de la geometría y lo blando que puede ser el azar de una mancha o de un chorreado.
Por momentos parece haber una idea apocalíptica detrás de tus cuadros…
Tuve un periodo, hace tres o cuatro años, en el que pin¬taba ciudades más bien grises, con ventanas huecas, deshabitadas, que quizá transmitían una idea pesimista o apocalíptica, pero no era mi intención directa. Siempre tiene que ver con una búsqueda en cuanto a lo pictórico, no con una propuesta narrativa. Ahora, por ejemplo, estoy trabajando con colores estridentes. A lo largo de los años, voy cambiando continuamente. Salgo a explorar nuevos recursos, nuevas técnicas, trato de que el protagonismo lo tenga lo plástico: forma, color, volumen.
¿Cómo se combinan en vos las artes plásticas con el cine y la escritura?
Mi búsqueda no se limita al rectángulo de la tela, también hay una cámara de por medio y me gusta escribir mis propios guiones. En febrero de este año vio la luz mi productora, SuperUrban. Pero en todos los formatos termino ha¬blando de lo mismo: la ciudad, la vida del ser humano contemporáneo habitándola, con sus búsquedas, sus logros, sus desalientos. Si bien podría ser que mis imágenes hablen de sueños o metáforas, lo mío es bastante realista. Se pueden ver seres algo transparentes, pero eso no está ligado a lo surrealista, como decía anteriormente, son búsquedas plásticas.
¿Cuáles han sido las mayores influencias en tu carrera?
Tengo tantas que diría que ninguna. Por un lado, el Siglo de Oro español, la pintura española del siglo XVII. En la otra punta, Bacon. Pero siempre me dejé influenciar más por lecturas y por el cine. La literatura latinoamericana -Borges, Cortázar, García Márquez- me ha creado un imaginario, un mundo, que pienso que es muy palpable en mi pintura. Shakespeare también me lleva a escribir y pensar las imágenes que plasmo en la tela. En cuanto al cine, recuerdo cuando vi por primera vez Cielo sobre Berlín (Wim Wenders) y luego estuve como dos años pintando la ciudad desde el punto de vista de un ángel.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS