Los superpoderosos conquistan la ciencia y también la filosofía

Los superpoderosos conquistan la ciencia y también la filosofía

Por Juan Pablo Cinelli
Es sabido que existen cosas para las que no hay una explicación, hechos que desafían toda lógica y toda regla. Ocurre todo el tiempo, porque las leyes con que la cultura humana explica y entiende el mundo en que vive son insuficientes para cubrir la enormidad que abarca el término realidad. La fantasía es parte de esa realidad, pero paradójicamente sus fronteras parecieran ser más amplias todavía. Conforme se avanza en el empeño de explicar hoy lo que hasta ayer era imposible, el espacio fantástico se consolida como último refugio de lo inexplicable. Según este razonamiento, realidad y fantasía parecieran espacios definitivamente antagónicos, sin embargo no es así y existen ejemplos que confirman la muchas veces saludable convivencia entre ambos mundos. El libro Ciencia y superhéroes es uno de los más recientes y claros al respecto.
Escrito a cuatro manos por la bioquímica y escritora Paula Bombara y el periodista cultural especializado en historietas Andrés Valenzuela, Ciencia y superhéroes intenta buscar una explicación de base científica para diferentes conductas y poderes que manifiestan algunos personajes de ese género. Una idea tan original como brillantemente llevada adelante, que se encarga de explicar diferentes fenómenos descritos por el cómic y sus géneros derivados. De esta manera, hablan del flujo de energía en la serie japonesa Dragon Ball Z, o aplican las leyes de la luz para tratar de entender el poder de Linterna Verde. Del mismo modo, se sirven de las leyes de la física, la química o la mecánica para desestimar la posibilidad de que la chica de Los 4 Fantásticos (o cualquier otra chica que lo intente) se vuelva invisible, o de las de la genética para comprender a la mayoría de los personajes creados por la casa Marvel en los años 60. Es que en el fondo de este proyecto hay una base didáctica. “La idea se me ocurrió a partir de un taller para docentes que expuse en la Feria del Libro en 2009”, recuerda Bombara. “Entonces sugerí utilizar series animadas para introducir conceptos científicos. Al finalizar una docente se acercó y me preguntó si tenía algo de esto escrito y no, no tenía. Me pregunté ¿por qué no escribir sobre cómics y series animadas? Cuando vi la envergadura de la investigación, invité a Andrés a participar”, cuenta. El propio Valenzuela admite que cuando recibió la invitación, se tiró “de cabeza”. “No sólo por las historietas”, aclara, “sino porque Paula es una autora brillante y uno no le dice que no a una oportunidad así”.
–¿En qué momento surge la figura del superhéroe y cómo encaja en el paradigma científico de su época?
Valenzuela: –El superhéroe tal como lo conocemos hoy surge hacia finales de la década del 30 y recoge los resabios de la literatura pulp de aventuras, donde lo fantástico ocurría en nuestro mundo por el sencillo motivo de que quedaba mucho por explorar. No en vano muchos de los orígenes superheroicos tienen que ver con accidentes científicos o incluso con poderes largo tiempo dormidos que salen a la luz en excavaciones arqueológicas. Queriéndolo o no, los cómics reflejaron siempre su época desde lo social, lo ideológico y también lo científico.
–En ese sentido, ¿qué lugar vienen a cubrir hoy los superhéroes con su resignificada popularidad cinematográfica?
Valenzuela: –Quizás habría que preguntarse en qué medida influyen en la sociedad las historietas. Sí me parece claro que ellas representan lo que sucede. El ascenso en popularidad de Iron Man no me parece casual, más allá de la notable interpretación cinematográfica y del poderoso aparato marketinero detrás. Iron Man, al cabo, es la personificación de la corporación armamentística norteamericana.
–A partir de algunos ejemplos enumerados en el libro, pareciera que muchas veces la historieta no viene solamente a expresar distintas fantasías científicas, sino a algo mucho más profundo: pareciera que viene a discutir (o al menos plantear) los límites éticos de la ciencia. ¿La ciencia se detiene a escuchar esos llamados de atención?
Bombara: –Creo que es así: quienes se dedican al arte reflexionan sobre la realidad en la que están inmersos, y quienes se dedican a la ciencia y la tecnología son parte de eso. Ciertas historietas cuestionan su realidad acudiendo a imágenes futuristas donde se ven las consecuencias de determinadas faltas éticas de las aplicaciones científicas. Habrá quienes son sensibles a esas llamadas de atención y habrá quienes no (o porque no son personas lectoras de historietas o porque las leen y no hacen lugar a la crítica).
–¿Las historietas provenientes de diferentes culturas se relacionan de modo similar con el universo científico?
Valenzuela: –Claro que no, diferentes sociedades producen diferentes historietas, del mismo modo que producen distinta música, cine, teatro y literatura. Hay muchas diferencias, pero te propongo una: el modo de nombrar los “adelantos” científicos que sustentan las habilidades de los protagonistas. Los norteamericanos tienden a recurrir a las siglas y una jerga (pseudo) científica. Los japoneses en cambio prefieren nombres más líricos, más poéticos. Y no porque sean una sociedad menos “técnica”, sino porque se acercan a la creación desde otro lugar.
–Lo usual parece ser hablar de la influencia de la ciencia sobre la creación artística, pero ¿existen casos en los que algunas ideas o teorías planteadas desde una historieta hayan sido luego retomadas y/o confirmadas por la ciencia?
Bombara: –Conozco casos en que se han utilizado frases provenientes de historietas en papers científicos y otros donde se han nombrado cuerpos celestes o satélites como personajes de historietas (el más reciente: el satélite nacional Manolito). Por otra parte, no es raro que científicos y científicas se dediquen a alguna rama artística; yo misma soy un caso y no soy tan rara… creo. No sé si habrá alguno o alguna que se haya dedicado full time a la historieta pero sí sabemos de hijos de científicos que resultaron guionistas, como el escocés Grant Morrison, o Pablo Bernasconi, para darte un caso local, aunque él es ilustrador y no haga específicamente historietas.
–Suele tenerse el prejuicio de que el lenguaje científico es sumamente abstracto, pero parece que muchas veces para hacer ciencia es necesario tener tanta o más creatividad que los artistas. ¿Cuánto hay de fantasía e imaginación en el origen de toda teoría científica?
Bombara: –Desde las neurociencias te podría decir que en el momento creativo, sea para crear un verosímil o para plantear una hipótesis científica, se ponen en juego tanto la memoria afectiva como la imaginación y el saber adquirido. Todo influye y en ese instante de creatividad creo que ciencia y arte son muy parecidas. El prejuicio que mencionás sobre el lenguaje va por otro carril: yo creo que sería muy importante que las carreras científicas agregaran a sus planes de estudio una materia que les enseñara a expresar sus conocimientos de un modo menos abstracto. Como en la mayoría de las ocasiones la comunidad científica escribe para sus integrantes, no ve la necesidad de expresarse de otro modo. A mí me parece que, si consideramos que el acceso a la información científica es un derecho de todos y todas, podríamos pretender que nuestros hombres y mujeres de ciencia reciban capacitación para contarnos de modo sencillo, comprensible, lo que hacen a diario.
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