La búsqueda de un “maldito” en el Archivo General de la Nación

La búsqueda de un “maldito” en el Archivo General de la Nación

Por Norberto Galasso
Hoy le propongo que me acompañe al Archivo General de la Nación, aquí nomás, en la calle Leandro Alem. Supóngase que ya llegamos y empezamos a revisar un abultado legajo correspondiente a un argentino silenciado en vida y escasamente conocido después de su muerte. Trate de adivinar quién es. Mire, primero encontramos cartas amistosas que le enviaron Rubén Darío, Amado Nervo, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Gabriela Mistral y otros del mundo literario de la época.
Ahora, en otra carpeta, encontramos cartas de líderes políticos: el nicaragüense Augusto César Sandino, el peruano Víctor Haya de la Torre, el presidente mexicano Venustiano Carranza, el presidente venezolano Rómulo Betancourt, notas de la cancillería argentina y tantas otras del mundo político latinoamericano.
Veamos ahora otra carpeta: allí existen recortes periodísticos donde este argentino aparece en el comité de redacción de la revista Monde, junto al científico Alberto Einstein, al gran escritor norteamericano Upton Sinclair, al ruso Máximo Gorki, al famoso Henry Barbursse, autor de novelas sobre la guerra que recorrieron el mundo, y al escritor español Miguel de Unamuno.
Si queremos juntar otros antecedentes podemos verificar que una calle lleva su nombre en la ciudad de México; que aparece en un mural, en la Universidad de Guayaquil, junto a los grandes revolucionarios de América Latina, entre Bolívar, San Martín y los jefes de la Revolución Mexicana; como así también que fue Legión de Honor en Francia y que, en 1927, el gobierno de la Unión Soviética lo invitó a los festejos del décimo aniversario de la Revolución Rusa.
También podemos verificar que publicó casi cuarenta libros y que, sin embargo, los gobiernos conservadores de la Argentina le negaron el Premio Nacional de Literatura, le negaron una cátedra y le escamotearon por largo tiempo una jubilación de periodista a quien había publicado en los principales periódicos de América Latina, España y Francia.
Sus ideas fundamentales las expresó en sus libros, que hoy son inencontrables: Las ideas del siglo (1904); El porvenir de la América Española (1910); La Patria Grande (1922); Mi campaña hispanoamericana (1922); El destino de un continente (1923) y La reconstrucción de Hispanoamérica. Y en el diario La Patria (1916), que pudo publicar durante tres meses y cerró por falta de recursos.
Sólo en los últimos años de su vida le llegó un reconocimiento: el presidente Perón lo designó embajador en México, Nicaragua y Cuba (1946-1950).
Seguramente, usted ya sabe quién es. Sí, se trata de Manuel Ugarte, nacido en la Argentina, el 27 de febrero de 1875 y muerto en Niza, el 2 de diciembre de 1951, a raíz de emanaciones de gas que hacen suponer su suicidio.
¿Pero, cómo, me dirá usted, cómo es posible que en un país donde tanto charlatán, tanto abogado de intereses extranjeros, tanto figurón que nada aportó al país, tiene su estatua y es nombrado en los colegios y en los medios, cómo es posible que una maldición tan tremenda haya caído sobre Manuel Ugarte para silenciarlo? Y seguramente, preguntará por qué, cuál fue la causa, cuál el gran pecado de este argentino insobornable cuya herencia consistió sólo en varios baúles de cartas, artículos periodísticos y libros de su autoría, porque hasta su biblioteca debió vender en sus últimos años, para subsistir. Veamos entonces la causa.
La explicación se encuentra también en el Archivo General de la Nación. Allí están los periódicos que constatan una gira de Manuel Ugarte, entre 1910 y 1912, por todas las capitales de América Latina convocando a la unión de nuestros países en la Patria Grande y alertando sobre el peligro del expansionismo norteamericano. En grandes titulares, los diarios latinoamericanos anuncian las conferencias de este compatriota y comentan, luego, que miles y miles de oyentes apoyaron enfervorizados los planteos del orador.
Ugarte señalaba, en 1901, hace cien años, que los países latinoamericanos debían cumplir el sueño unificador de San Martín y Bolívar y constituir la Patria Grande. Señalaba, asimismo, que si no lo hacían resultarían vasallos, sometidos por la expansión de Estados Unidos y de Inglaterra.
Pero allí mismo, en el archivo, si usted tiene paciencia para seguirme, encontraremos que también Ugarte predicaba la necesidad de una cultura nacional latinoamericana, para enfrentar tanto europeísmo y tanta yanquización.
Y más aun, encontraremos una conferencia dada en El Salvador, en 1912 –¡hace 100 años!– donde Ugarte, de convicciones socialistas, sostiene: “El socialismo en nuestra América Latina tiene que ser nacional.” Por esta posición, contraria al internacionalismo del Partido Socialista, lo expulsaron en 1913 y lo volvieron a expulsar en 1935.
Unión Latinoamericana, Socialismo Nacional, rechazo del predominio norteamericano. Tres banderas entrelazadas constituyendo un verdadero cóctel explosivo.
¿Se da cuenta ahora cuál es la razón por la cual Manuel Ugarte ha sido silenciado durante décadas en la Argentina?
TIEMPO ARGENTINO