10 Mar Empastillados: el consumo de ansiolíticos y analgésicos, en alza
Por Pablo Tomino
Raúl P. es un abogado de 42 años que vive en la ciudad de Buenos Aires. Sufre de hipertensión crónica, para lo cual su médico le indicó un medicamento de por vida. Pero a su vez el cardiólogo le recetó Neuryl, un ansiolítico, para que tome cuando sienta que está “acelerado”.
“La verdad es que consumo el ansiolítico cuando siento que en el trabajo no paré y llego a mi casa a 1000 revoluciones. Para descansar tranquilo, me tomo una pastilla, o media, y al otro día me levanto relajado. Pero no lo hago habitualmente: el médico me dijo que si tomo salteado, de vez en cuando, no me genera dependencia. Tomo unas dos cajas por año y me hago renovar la receta con un médico amigo”, contó Raúl.
Pastillas para dormir, pastillas para evitar estar tristes, para superar muertes o traumas, o para intentar controlar el porvenir. En la Argentina, el consumo de ansiolíticos creció más de 5% en 2013, y su uso es considerado abusivo por los especialistas. Eso lo que concluye el informe de una importante consultora internacional, que analiza la cantidad y tipo de medicamentos que circulan por la red comercial (laboratorios, droguerías y farmacias).
El Alplax lidera el ranking de remedios con receta archivada más vendidos en el país entre enero y septiembre del año pasado, con 4,3 millones de cajas. Luego, le siguen los medicamentos Clonagin (2,9 millones), Rivotril (2,4 millones, un 28,8% más respecto del año anterior), Tranquinal (1,3 millones) y Neuryl (1,1 millones) (ver infografía).
En 2012, la intoxicación por ingesta de medicamentos fue la segunda causa de atención en la guardia de la división de Toxicología del hospital Fernández. Allí se asistió a 3105 pacientes, de los cuales 271 fueron por consumo de medicamentos, detrás de la intoxicación por alcohol, con 1107 casos.
El especialista en toxicología Carlos Damín, jefe del área en el hospital Fernández, dijo a LA NACION que “llama mucho la atención el alto consumo de Clonazepam (Clonagin y Rivotril) en nuestro país, que, calculado por número de habitantes, es uno de los más altos del mundo, aunque se trata de una medicación con indicaciones muy precisas. La cantidad de cajas que se venden es absolutamente excesiva. Esto se ve reflejado en las estadísticas de nuestro servicio, donde este tipo de medicamentos es la segunda causa de intoxicación en las guardias”.
En tanto, en la lista de ansiolíticos aparecen los medicamentos Diocam, Somit y Lexotanil, y también la “droga del amor”, que si bien debe utilizarse para la disfunción sexual masculina, también se emplea en forma abusiva como estimulante sexual. Así, Magnus se ubica en el sexto lugar del ranking de medicamentos con receta archivada, con 1,1 millones de cajas vendidas, y luego Vimax, con 820.000, algo que también despierta polémica, ya que estas drogas hoy se consiguen fácilmente en quioscos y bares nocturnos, y hasta las ofrecen en un combo que incluye tragos con alcohol.
“Otro tema preocupante es la venta de Sildenafil (el popular Viagra, que también se comercializa con los nombres Magnus y Vimax), si tenemos en cuenta que se lo está usando indebidamente, ya que la única indicación es la disfunción sexual como enfermedad. Y que se lo vende sin receta en farmacias y hasta en quioscos”, aseguró Damin.
Marcelo Cetkovich, jefe de los departamentos de Psiquiatría de Ineco y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, aseguró que en la Argentina el uso de ansiolíticos es muy preocupante. “Sabemos que en nuestro país tenemos un problema con el consumo de ansiolíticos, en su mayor parte automedicados. Si bien existe una regulación al respecto, no sabría explicar cuáles son los mecanismos por los cuales las personas acceden a las recetas. La mayor parte de las prescripciones suelen venir de no especialistas en el campo de la salud mental”, dijo Cetkovich.
Según diversos estudios, la mayoría de los médicos que recetan ansiolíticos no son psiquiatras, algo que también se repite en otros países. “Es bastante frecuente que la primera indicación del ansiolítico haya sido efectuada por algún profesional en una situación de necesidad de la persona que lo consulta (una pérdida, un trauma). El problema es que casi nunca se les advierte a las personas que deben tomar esa medicación en forma puntual y durante un lapso breve. Progresivamente, dado que ya tienen «la caja» del ansiolítico, las personas comienzan a utilizar el medicamento cuando les parece que lo necesitan, justamente por su alta eficacia para controlar la ansiedad y la preocupación. Después, ocurre el mecanismo en el cual aprovechan cualquier visita para pedirle al médico que, «ya que está», les confeccione la receta pertinente. No siempre el médico está con la disponibilidad para indagar sobre quién y cómo hizo la indicación del ansiolítico, y lamentablemente el paciente lo consigue”, aseguró el psiquiatra.
“Hoy día muchas personas se auto medican, y los nombres Clonazepam o Rivotril se han hecho comunes. También están quienes mezclan fármacos con otras drogas o con alcohol. Es una situación lamentable que se agrava debido a que este tipo de medicación, que no es de venta libre sino bajo receta archivada, se comercializa vía internet, por ejemplo”, explica la licenciada Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (Ceeta).
Para Cetkovich, la Argentina no tiene una estadística confiable que permita afirmar que en el país hay una incidencia de trastornos de ansiedad más elevada que en otros lugares del mundo. “El fenómeno cultural pareciera ser otro… Al mismo tiempo que tenemos récord en uso de ansiolíticos, tenemos récord absoluto de psicólogos por habitante. No debemos pasar por alto un detalle importante: los ansiolíticos son fármacos de los que se abusa en el mundo por su alta eficacia para controlar el síntoma. Comparados con otras drogas de abuso -como los analgésicos-, son bastante menos nocivos y más seguros. Sus efectos se dan, fundamentalmente, en el nivel cognitivo”, aseguró Cetkovich.
Pablo Abadi, médico psicoanalista y profesor de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), cuestionó la utilización de drogas para superar situaciones de la vida. “Los fármacos no son un medio para sobrellevar las tensiones de la vida: las postergan, las agravan y dejan a los pacientes en muy mal estado para resolverlas. Ofrecen un aura de seriedad y cientificismo que los hace más creíbles. Parte del problema es que los laboratorios inventan síntomas y trastornos de a centenas y después ofrecen la solución. Es sólo un tiempo, dicen, y una dosis mínima. Así, logran introducir la idea en la población de que sentir dolor y estar triste o ansioso es parte de un trastorno. Una vicisitud vital se transforma en un síntoma que se inscribe en un diagnóstico. Así se medican penas, esperas, amores, separaciones, muertes, se medican duelos, niños inquietos, etcétera. Y nos invitan a olvidar el alma y las emociones”.
El negocio de la venta de medicamentos moviliza unos 50.000 millones de pesos anuales. Según el estudio mencionado, la medicación más vendida con receta simple es el Actrón 600, un analgésico antiinflamatorio de rápida acción que también se consigue sin ella. Las ventas de este medicamento crecieron un 25,2% entre enero y septiembre del año pasado..
LA NACION