El mito del genio loco: ¿los excéntricos son más creativos?

El mito del genio loco: ¿los excéntricos son más creativos?

Por Sebastián Campanario
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Las noticias de personas altamente creativas comportándose como “gente común” no promueven titulares demasiado atractivos. Más bien, estamos acostumbrados a relacionar a Charly García con su lanzamiento a la pileta desde el noveno piso de un hotel; al publicista Ramiro Agulla exigiéndole un auto Jaguar a un cliente, o a la cantante islandesa Björk asistiendo a una ceremonia de premiación vestida de cisne. En el imaginario social, la “excentricidad” viene asociada a las personalidades creativas como una marca de fábrica. Pero ¿es esto una regularidad comprobada, con su respectiva explicación desde la psicología o las neurociencias?
¿O se trata de una ilusión, de una demanda del resto de la sociedad que los creativos se preocupan por satisfacer, aunque sean personas promedio?
“Mucho se ha estudiado sobre las personas creativas y, en particular, de aquellos llamados genios “, explica Álvaro Rolón, director de Neelus y autor de La creatividad develada . Uno de los estudios pioneros más extensivos sobre personas creativas data de 1950, se conoce como “The Berkeley Studies”, y fue realizado por los académicos de la Universidad de California Frank Barron y Donal MacKinnon. “Ellos descubrieron que, en promedio, la gente altamente creativa correlacionaba con signos leves de no sanidad mental, y otras investigaciones posteriores develaron que los talentosos a nivel creativo muestran, en promedio, características como introversión, poca habilidad para controlar emociones y poca preocupación por las convenciones sociales, además de ser inmaduros, irresponsables e impulsivos”, enumera Rolón.

MENOS FILTROS
El debate por “el mito (o no tanto) de los genios locos” se reavivó meses atrás, cuando la profesora de Harvard Shelley Carson, autora de varios libros sobre innovación, publicó un trabajo en Scientific American en el cual afirmaba que “la creatividad y la excentricidad a menudo van de la mano”. Carson argumenta que las personas altamente creativas tienden a tener más “desinhibición cognitiva” que el resto de los mortales, lo que las lleva a filtrar menos los datos y estímulos que los rodean, una característica que se presenta también en desórdenes psicopáticos leves.
La visión fue criticada desde varios frentes. Por un lado, hubo quienes acusaron a Carson de tener un razonamiento circular: a menudo, actitudes que se califican como “excéntricas” (Björk vestida de cisne) son creativas en sí. Por otro lado, las profesiones creativas suelen sostenerse en esquemas de autoempleo, no estructurado, con problemas económicos que pueden correlacionarse con factores como la depresión, pero que no provendrían de las habilidades creativas en sí.
De hecho, la depresión y otros desórdenes cognitivos, en un nivel no leve, suelen causar estragos en el pensamiento creativo. “Hay que cuidarse mucho de la idea romántica de que de algún modo la locura es algo deseable. Es un sufrimiento enorme que no se condice con la fantasía popular del ser interesante y genial. La «creatividad de todos los días» tiene correlación con la motivación, el bienestar y la sensación de crecimiento personal”, cuenta a LA NACION Pablo Polosecki, un neurocientífico argentino que actualmente se encuentra investigando en la Universidad Rockefeller, en Nueva York.
“Creo que la neurociencia más dura está esquivando estos temas por considerarlos intratables. Cuando digo neurociencia dura pienso en laboratorios con animales que realmente miden lo que las neuronas hacen y lo vinculan con medidas objetivas de performance -sigue Polosecki-. Las técnicas experimentales no invasivas en humanos (como fMRI) producen resultados muy ruidosos, particularmente en este tipo de preguntas, en los que es muy fácil encontrar resultados que son artefactos de la metodología o sencillamente fluctuaciones estadísticas que se filtran ante los ojos hambrientos de novedad del investigador.”
A pesar de todo eso, Polosecki cree que las conclusiones de Carson son “bastante sensatas. No parece que haya una relación demostrable y útil entre creatividad y locura extrema, pero sí un conjunto de rasgos compartidos entre patologías leves y personalidades creativas”.
En el ámbito publicitario, el comportamiento “no convencional” de los creativos es moneda corriente. “Hay una tentación en los tiempos actuales a vender el relato del genio, y para ello se utiliza lo que es fácil de replicar en él. La rareza, la excentricidad. Definitivamente es útil hacerse el loquito a los efectos de construir la imagen de un personaje con talento. Útil porque remite al estereotipo de la genialidad y, secreto a voces, porque oculta una gran inseguridad, un persistente agujero afectivo”, señala ahora Carlos Pérez, director de la agencia BBDO.

CREATIVO “NORMAL”
Pérez es uno de los creativos publicitarios más reconocidos de la Argentina y, en paralelo, la quintaesencia de un “tipo normal”, criado en un hogar de clase media baja y hasta con un nombre (¡Carlos Pérez!) que no podría ser menos promedio. Se levanta todos los días a las siete y media de la mañana, desayuna mate parado, almuerza un fin de semana en lo de sus papás y el otro con sus suegros y mira, feliz, Peligro s in codificar, a Tinelli y las series de Pol-ka.
Para Pérez, “hacerse el loco” es más cómodo que disciplinarse atrás de algo y darle sin parar. “Habiendo leído unas cuentas biografías de personajes excepcionales, uno encuentra que en su vida diaria, por lo general, eran bastante «normales». La excepción en ellos es la pasión que, literalmente, los coopta. Lo que Malcolm Gladwell definió en Fuera de serie como la regla de las 10.000 horas : la inmensa mayoría de los “genios” han dedicado como mínimo 10.000 horas de entrenamiento o dedicación a lo suyo. Esa dedicación, esa energía, ese «no me importa nada más» es un punto de partida muy fértil para la construcción de un personaje freak “, continúa Pérez. Y agrega: “Curiosamente, una sociedad como la actual, ávida de estas figuras (para el consumo, aquí el problema), no favorece las condiciones necesarias para que este tipo de personalidades florezcan. Creo que cada vez se hace más difícil encontrar personas apasionadas con algo (con producir algo, personas apasionadas con House of Cards se las cuenta de a millones) y, por ende, personas con la disciplina necesaria para que la genialidad florezca. Las obras de Picasso se calculan por encima de las 6000. Fue un genio, sí, pero antes fue un trabajador de la pintura”.
Fernando Isella es músico y director creativo de Limbo Digital, un servicio de distribución digital de música independiente. Isella cree que en las personas altamente creativas “la excentricidad es una forma más de soledad, ese esfuerzo por la diferenciación que a veces es necesaria para las «desviaciones naturales» de las mentes de los artistas”. Según el músico, “si la creatividad es materia prima para la imprescindible interrupción del statu quo, entonces el ser excéntrico sólo busca irrumpir con una visión de «piquete conceptual», un llamado de atención que no se priva de actitudes fuera de lo normal. A veces, es necesario gritar en un medio tan plagado de ruido, proclamando como sea la idea rupturista que hay que impulsar”.
Pero la excentricidad no es imprescindible, ni mucho menos. “No considero necesario que las mentes creativas se transformen en aparatos excéntricos como único recurso para llegar a encontrar lo que, por ejemplo, los artistas más ansiamos: la inspiración para crear y comunicar la idea de una manera diferente y original”, concluye Isella. Y ello no parece estar divorciado de lavar los platos, indignarse en el supermercado, llevar una rutina diaria más o menos previsible y ver programas populares de TV abierta a la noche.
LA NACION