13 Feb Unas confesiones al mejor estilo de un grupo de autoayuda
Al final de la ruta de los excesos comienza la etapa del relato. En ese momento está María Eugenia Ritó. Sentada en la rueda de Intrusos, usó la emisión del programa de Jorge Rial cual simulacro de grupo de autoayuda y lanzó una seguidilla de confesiones de su pasado de experiencias “extremas”.
Reconoció que es su voz la de las escuchas en el Narco Vip, el caso de la narco modelo Zahina Rojas, y como si no fuera suficientemente impacto su exposición abierta, sumó al tema de su adicción su pasado como “gato”.
Afirmó: “Fui un gato, una prostituta”, para luego narrar que se prostituyó tanto por dinero como por trabajo, legitimando al sexo como práctica de acceso a su profesión de vedette. Nadie se sorprendió ante sus declaraciones.
“Quien se encargó de hacer popular estos temas, hasta me hizo bien: me hizo recapacitar. Es algo que te saca el alma, la vida y te ponés muy oscura”, reflexionó Ritó acerca de sus hasta ahora vivencias secretas. ¿Hacer públicos sus demonios la redime o la hace sustancia más jugosa para la platea televisiva actual?
Su exposición obedece a un cambio de vida que pretende también volver a los escenarios: “Tengo la suerte de poder hacer terapia dos veces por semana y poder salir de eso. Si me aferré es porque estaba muy mal. Cometí excesos, pero hoy mi vida pasa por otro lado. Borré gente de mi vida”, expresó a poco de separarse de Marcelo Salinas, con quien estuvo casada durante siete años. “Mi marido me conoció como cliente”, contó, y su intención de ser exorcizada ante el público y el show business provocó a su ex y su entorno que no se quedaron en silencio.
“Tuve sexo con mujeres”, siguió Ritó, y Jorge Rial le preguntó si alguna vez se había “zarpado” con la hija de Marcelo Salinas. A lo que Ritó respondió: “Dicen que yo me zarpé con una de las hijas de él… Si yo salgo a hablar de él, tiene mucho más para perder que yo. Yo por lo menos me hago cargo. La persona que dice esas cosas, que venga y me lo diga en la cara.”
Alejandra Salinas, hija del ex de Ritó, usó su Facebook para contestar: “Hay una gran diferencia entre la gente que nace con mala suerte y la gente que nace con mala leche. Aunque se trate de acompañar, ayudar y que se haga todo lo humanamente posible para espantar demonios, el peor infierno está en su propia cabeza. Se causó mucho dolor, pero espero que encuentre eso que tanto le falta y que vuelva la paz a mi familia.”
Por encima del litigio de divorcio y las propiedades que haya que dividir, el punto que no debería pasar inadvertido en el descargo de honestidad brutal de Ritó es su experiencia de haber intercambiado sexo por trabajo, porque aunque muchas veces oímos hablar de gatos y casting sábanas. Según la propia Ritó, “alguien”, hasta ahora no dio nombres, le “aconsejó” hacer uso de su cuerpo para “¿merecer?” formar parte de un elenco. ¿La intención de Ritó fue hacer una denuncia? ¿Quiénes se habrán mantenido alerta escuchando hasta dónde contaba? “La prostitución es como la droga, nadie te obliga”, reconoció. Pero esa idea de salir de la oscuridad quedándose sólo en su confesión sin transformarlo en denuncia no desactiva el engranaje que ¿alguien puede sospechar que aún gira? Hay un abismo de distancia entre una riña mediática de aspirantes de fama que se acusan de “gatos” por la misma pantalla de América, a los empresarios que “invitan” a considerar entre sábanas si una persona estará o no en la marquesina de su próxima obra. Ritó abrió una hendija, pero no iluminó lo suficiente.
TIEMPO ARGENTINO