05 Feb Un día en Vaca Muerta, la reserva petrolera más atractiva de la región
Por Ignacio Chausis
La secuencia transcurre en lo que a simple vista parecería ser un container, de esos que se apilan en las zonas portuarias de cualquier país del mundo. Una vez en el interior la percepción cambia rápidamente, con equipos de alta tecnología, pantallas que grafican los avatares de lo que sucede 3000 metros bajo tierra y un aire acondicionado que hace olvidar los más de 33 grados que se respiran afuera, temperatura que el uso obligatorio del mameluco y del casco correspondiente estira incluso algunos grados más. “Necesitamos que hagan silencio los próximos minutos mientras el supervisor se comunica con el personal que está en el exterior”, reclama Hugo Guiñez, supervisor de YPF que hace las veces de guía, a un reducido grupo de periodistas que lo escucha.
Tras uno o dos minutos, no de tensión pero sí de expectante observación, los supervisores –dos de ellos mexicanos– se saludan y felicitan entre ellos como si se tratara del cuerpo técnico de un equipo de fútbol que acaba de ganar un partido uno a cero, tras soportar el asedio rival durante los cinco minutos de descuentos. Lo que acaba de finalizar en realidad es la “operación de fractura”, un complejísimo proceso necesario para extraer el petróleo de la roca que la contiene, a más de 3000 metros bajo tierra. Y que al cabo de unas pocas horas volverá a repetirse.
La acción que se acaba de describir forma parte de la rutina diaria de más de 70 operarios y técnicos que trabajan para YPF –muchos de ellos pertenecientes a Schlumberger, la proveedora de servicios donde hizo buena parte de su carrera profesional el actual CEO Miguel Galuccio– en el pozo 28 de la locación ubicada en Loma Campana, una zona absolutamente desértica ubicada a algo más de 100 kilómetros de distancia de la capital provincial. Además de una condición climática calurosamente hostil, quien pone un pie por primera vez en las locaciones donde se ubican los pozos de Loma Campana visualizará en la superficie una maraña de tuberías por donde circulan, bajo una altísima presión, el agua y arena necesaria para producir la “estimulación” de la roca, lo que en la jerga técnica se denomina “fracking”, palabra que en YPF prefieren evitar por las controversias medioambientales que suscita. Algunos de los trabajadores pasan hasta una semana entera en el campamento donde se emplaza la locación, tras lo cual descansan una semana en sus respectivos domicilios. Las mujeres brillan por su ausencia. “Ayer estuvo una ingeniera”, afirma Guiñez, como si se tratara de una rara avis.
Un repaso de la operatoria pone en evidencia las cuantiosas inversiones necesarias para la extracción del hidrocarburo, y explican no sólo la llegada de Chevron sino también el interés en la búsqueda de otros inversores de peso, locales e internacionales. Las tareas de perforación de la primera etapa incluyen la instalación del “casing”, cañería de acero de alta aleación y gran espesor, que baja a lo largo del pozo, y que luego se aísla con cemento para separarlo de las napas de agua y proteger las capas de roca durante la vida útil del pozo. El mismo proceso de aislamiento y protección se repite hasta alcanzar la formación geológica donde se ubica el shale, a unos 3100 metros bajo tierra. Una vez allí, concluidas las tareas de perforación, comienza la de los responsables de la “estimulación hidráulica”. Desde las diez bombas instaladas por Schlumberger (por contrato hay dos adicionales en caso de falle alguna) circula un fluido compuesto en un 95% de agua, un 4,5% de arena y el resto de aditivos necesarios para producir y mantener la fractura, y luego el hidrocarburo fluya hacia la superficie.
Además de los containers que hacen las veces de oficina, todo el proceso, que puede repetirse hasta dos o tres veces por día en el mismo pozo, puede ser monitoreado desde las oficinas de YPF en Puerto Madero.
Un detalle no menor: en medio de una zona desértica, dos horas de operación insumen unos 1100 metros cúbicos de agua, la cual debe ser traída con camiones desde el río Neuquén y almacenada en piletones de YPF. La arena, además, tiene ciertas condiciones específicas que hacen que buena parte de ella deba ser importada desde Brasil o China, utilizándose cerca de 5600 sacos de arena en el cierre de la fractura (uno 12.500 kilos).
“El volumen de agua y arena es lo que difiere de una fractura convencional”, explica Guiñez, quien una y otra vez defiende el proceso de fracking, incluso antes que alguno de los periodistas presentes lo cuestione. “En el río Neuquén circulan 500 metros cúbicos de agua por segundo, por cada fractura se utilizan 1700 metros cúbicos que de otra manera hubiesen ido a parar al mar”, explica uno de los técnicos de YPF, desechando con argumentos propios de la geología posibles daños ambientales. No obstante, confiesa no sin un dejo de amargura un reciente episodio familiar. “Papá, en el colegio dicen que estás contaminando el agua”, dice que le dijo uno de sus hijos poco tiempo atrás, una especie de bullyng ambiental.
TIEMPO ARGENTINO