“Si los pobres están distraídos, los ricos no tienen nada que temer”

“Si los pobres están distraídos, los ricos no tienen nada que temer”

Por Ivana Romero
Si Marshall Berman retomaba la máxima del Manifiesto Comunista para afirmar en los ochenta que “todo lo sólido se desvanece en el aire”, Zygmunt Bauman decidió que en el siglo XXI el estado de disolución había dado paso al estado de liquidez. Líquido significa, literalmente, “aquello que no puede mantener su forma”. Así es como Bauman –que sólo desde los noventa hasta acá publicó unos 40 libros– aplicó el concepto de liquidez a los vínculos afectivos, a la modernidad, al concepto de tiempo, al arte y a la cultura. Ahora decidió poner el foco en la desigualdad social y en la construcción que, considera, es la primera afectada por este problema histórico: la democracia. ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Ese es el eje de su último libro editado por Paidós, que llegará el mes próximo a nuestro país y que ayer presentó en Madrid con una conferencia. “Hoy la sociedad está cambiando, y los multimillonarios son un grupo cada vez más pequeño que se beneficia del desarrollo de las rentas ascendente, de la renta nacional. Sin embargo, la clase media está más cerca de los proletarios y de la gente que vive en la miseria: es lo que yo llamo el ‘precariado'”, dijo durante una entrevista concedida ayer a Carmen Sigüenza, de la agencia Efe.
“El Estado democrático durante años se ajustó a su promesa y a su responsabilidad de proteger y dar bienestar a cualquier colectivo en contra de la desgracia individual. La gente tenía sentido de pertenencia y solidaridad”, historizó el autor. “Hoy todo eso ha cambiado y, cuando llegan los problemas comunales y compartidos, el Estado dice: ‘Es asunto de ustedes; resuélvanlo ustedes'”, sostuvo, con una mirada puesta específicamente en la realidad de Estados Unidos (de donde extrae varios análisis cuantitativos) y de Gran Bretaña (el pensador polaco vive desde 1971 en Leeds, al norte de Inglaterra).
Bauman recuerda que en 1900 y hasta 1970 hubo una tendencia en el mundo que marcaba que la desigualdad estaba menguando. “Pero, a partir de 1970, la situación cambió, y la tendencia fue al revés. Hoy las 85 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que los 4 billones de los ‘no-habitantes’ más pobres de la tierra y este es el magma de la situación”, añade. Para acompañar esta observación cita al Papa Francisco: “Las ganancias de una minoría están creciendo exponencialmente, al igual que el hueco que separa la mayoría de la prosperidad que unos pocos de seres felices disfrutan.” Esta frase corresponde a la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Se trata de una interpretación de la Biblia hecha por el Papa en consonancia con los conflictos actuales.
Según el sociólogo y ensayista, la sociedad acepta la desigualdad de forma pasiva por varios motivos. El primero, porque en las últimas docenas de años “cuando hay que enfrentarse a un problema, solo se hace a través de lo que se llama crecimiento económico”. “Este crecimiento nos dicen que es la solución, piensan que es ilimitado, pero nosotros sabemos que no es así y que los problemas crecen”, advierte. Otro factor que contribuye a esta parálisis es el consumo: “Nos han hecho esclavos del consumo, las tiendas, las grandes superficies. La búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras.” Por último y como consecuencia de la aceptación de todo lo anterior, la nueva organización de la vida es “más individual y desregularizada, y eso hacer crecer la insolidaridad”. Y añade Bauman, parafraseando a Richard Rorty: “Mientras el proletariado esté distraído en su propia desesperación con acontecimientos ficticios creados por los medios de comunicación, los superricos no tiene nada que temer.”
Para demostrar que los problemas políticos no son novedosos pero que sí debe ser la forma de abordarlos, Bauman abre el texto con cuatro epígrafes: uno bíblico, otro de Shakespeare y dos del economista y filósofo escocés Adam Smith, que vivió en el siglo XVIII. Uno de ellos dice: “Dondequiera que hay gran propiedad, hay gran desigualdad. Por cada hombre rico debe haber por lo menos quinientos pobres.”
¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? se divide en cuatro capítulos. Sobre el final, Bauman advierte que “no hay beneficios en la codicia” y que es necesario revisar la contradicción entre los valores que las sociedades actuales proclaman –es decir, la igualdad, el respeto, la solidaridad– y el modo en que realmente son las cosas, basadas en la individualidad, el consumo y la resistencia a cuestionar la lógica capitalista. “Si se tiene riqueza, educación y privilegios, también se tiene un deber moral por los demás”, agrega este profesor, quien ante otra pregunta dice que no es profeta y que nada hay definitivo en este mundo. “Un mundo que tiene un cementerio lleno de desgracias pero también, de esperanzas”, indica en un tramo final de la entrevista.
Bauman nació en Polonia en 1925 y debió huir del nazismo primero y del comunismo polaco, después. En nuestro país, sus últimos libros editados y publicados el año pasado son La cultura en el mundo de la modernidad líquida (Fondo de Cultura Económica) y Vigilancia líquida, en coautoría con David Lyon (Paidós).
TIEMPO ARGENTINO