12 Feb Shirley Temple: la estrella infantil de los bucles de oro
Por Natalia Trzenko
Los hoyuelos y 56 bucles, ni uno más ni uno menos. Ésa fue la carta de presentación con la que Shirley Temple conquistó al público de Estados Unidos primero, necesitado de un rostro y un talento llenos de inocencia y esperanza para sacudirse los infortunios de la Gran Depresión, y al mundo después. La más grande estrella infantil salida de Hollywood falleció anteayer, a los 85 años, en su casa cerca de San Francisco.
Todo ese asunto de la actuación y la fama había empezado bastante temprano para la pequeña Shirley, hija de un banquero y un ama de casa que enseguida reconoció en su hija menor la chispa que la llevaría a ser la actriz más taquillera del cine de 1935 a 1938 sin interrupción y a participar en 46 películas antes de cumplir los trece años. Diez años antes había debutado en una serie de cortos llamada Baby Burlesks, en los que se parodiaban películas de la época. De allí el camino de ascenso fue vertiginoso.
Pronto, a los 5 años, llegaría el contrato con los estudios Fox, que se salvarían de la bancarrota gracias a las películas protagonizadas por ella. Tan importante era la pequeña bailarina y cantante para el negocio del cine que el famoso jefe de la Fox Darryl F. Zanuck decidió poner a los más talentosos artistas de su empresa a trabajar en sus films. De hecho, como cuenta la nota publicada ayer en The Hollywood Reporter, el estudio tenía toda una división integrada por 19 guionistas dedicados exclusivamente a escribir los films para la nena de los bucles de oro.
En 1934, Temple participó de siete films, entre los que se destacaron Seamos optimistas , Dejada en prenda , El encanto del hogar y Ahora y siempre, en el que compartió pantalla con Gary Cooper y Carole Lombard. Tal fue el impacto de su presencia en la pantalla que la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood creó una categoría especialmente para ella y así, a los seis años, fue la primera en recibir un Oscar en el rubro de actuación juvenil. La estatuilla era una miniatura diseñada especialmente para ella que, más allá del tamaño, la convirtió hasta hoy en la persona más joven en recibir ese galardón.
El reconocimiento de la industria del cine fue apenas el comienzo de una fama que dio la vuelta al mundo junto con sus películas más exitosas, como La pequeña coronela , un drama ambientado durante la Guerra Civil filmado en 1935 que incluye un número de tap sobre una escalera bailado a dúo con el legendario Bill “Bojangles” Robinson. A los seis años, Temple no sólo ganaba 1200 dólares por semana, sino que además recibía un promedio de 16.000 cartas al mes y en el día de su cumpleaños, el 23 de abril, llegó a recibir 167.000 regalos de todo el mundo.
Nadie podía resistirse al encanto y la inocencia de la niña que hasta inspiró un cuadro de Salvador Dalí y consiguió la inmortalidad más allá de la pantalla cuando se creó un trago no alcohólico con su nombre.
Claro que su influencia iba mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos. En tiempos en que los viajes transatlánticos se hacían en barco y el modo más rápido de comunicación era el telegrama, el carisma de Temple atravesó las fronteras.
Casi como una representante no oficial de Estados Unidos, y adelantando en el tiempo su futura tarea como diplomática en la adultez, la pequeña actriz recibía regalos de dignatarios que buscaban acercarse al poder norteamericano. Así, la leyenda cuenta que el Aga Khan le envió un Rolls-Royce en miniatura que funcionaba como los de tamaño normal y que desde china le llegó un elefante de jade hecho especialmente para su estatura.
Trabajó sin descanso hasta la década del 50. En 1948, con 20 años de edad, formó parte del elenco de Sangre de héroes ( Fort Apache ),de John Ford, junto a John Wayne y Henry Fonda. Pero una vez adulta la ex estrella infantil se fue alejando de la actuación para dedicarse a la política y la diplomacia. Fue delegada de las Naciones Unidas y embajadora en Ghana y Checoslovaquia. Aunque para muchos nunca dejó de ser la talentosa nena de los hoyuelos y los 56 bucles.
LA NACION