La peligrosa broma del bikini bridge

La peligrosa broma del bikini bridge

Por Silvia López
Quizás nunca hayan oído hablar de 4chan, pero esta comunidad virtual ha tenido mucho impacto a través de sus bromas virales. Muchas de las operaciones orquestadas desde 4chan tienen bastante de denuncia social y de lucha contra el sistema: no en vano, aquí nació la comunidad ciberactivista Anonymous en 2008. El último ejemplo de sus acciones ha dado la vuelta al mundo. Se trata del hashtag #bikinibridge o “puente de la bikini”, que hace alusión a cuando una mujer está tan flaca que, entre los huesos de la cadera, la bombacha de la bikini forma un puente sobre el vientre cóncavo.
El domingo antes de Reyes, un usuario de un foro de 4chan propuso la idea de inventar y viralizar la tendencia. Los pasos: crear primero el hashtag , convertirlo en trending topic , difundirlo a través de redes sociales (incluso creando fakes de cuentas de celebrities ) e, inmediatamente después, inventar la réplica, es decir, falsas respuestas indignadas con una tendencia que ni siquiera existe. Y consiguieron su propósito: muchos medios se hicieron eco de la peligrosa moda, hasta que se descubrió el origen y se acabó el #bikinibridge … ¿O no?
La bromita en cuestión demuestra que no hace falta ser Orson Welles para conseguir que la gente crea una información falsa; basta con desperdigar los mismos datos en distintas web aprovechando lo que la neurociencia llama “amnesia de la fuente” (el típico “no sé dónde he leído que?”) y la capacidad que tienen las redes sociales, a semejanza de las neuronales, de propagar ruido y extenderlo sin control.
Y además, es creíble: sería sólo la enésima etiqueta enfermiza del fenómeno thinspiration , que surge de la fusión de las palabras, en inglés, thin e inspiration , “delgado” e “inspiración”. El bikini bridge es algo que presentan las mujeres muy delgadas. Como el thigh gap (“hueco entre los muslos”) que causó furor en 2013, hasta el punto de que, en una conocida clínica estética londinense, aumentó en un 240% la demanda de una intervención que elimina la grasa de la parte interna de los muslos. O como las hotdog legs (“piernas salchicha”), uno de los memes estrella del verano pasado, fotos en las que sólo se ven los muslos de la autorretratada, tan delgados y uniformes que puedan parecer salchichas. O como el belfie , un selfie del trasero o bum , en inglés (aunque, a diferencia de los anteriores, no es exclusivo de las mujeres excesivamente delgadas, como muestran las espectaculares curvas de Kim Kardashian en el mejor belfie de la historia).
La thinspiration tiene muchas fórmulas. El uso de imágenes de mujeres muy delgadas como revulsivo motivacional para adelgazar es habitual en las páginas pro-ana (en varios sitios en Internet, a la anorexia se le llama “ana”): el 85 por ciento de ellas recurre a la thinspiration como una motivación para adelgazar cueste lo que cueste. En las fotos, a veces planos de cuerpo entero, a veces partes concretas de éste, como unas costillas marcadas, pueden aparecen las propias “princesas” o las modelos y actrices a las que ellas desean parecerse.
Ahora bien, ¿sería posible hacer un viral tan enfermizo como el del bikini bridge que aludiera a alguna parte de la anatomía masculina, como denuncia en el Telegraph la escritora feminista Radhika Sanghani? En las redes cuesta encontrar consejos masculinos para desafiar al hambre: en su caso, la presión está encaminada a que hagan ejercicio para unos abdominales sixpack . El apremio a hacer deporte también está dirigido a mujeres: se llama fitspiration y, a priori, tiene connotaciones más positivas, aunque algunos especialistas en trastornos alimentarios no ven grandes diferencias entre fitspo y thinspo son formas de “glamourizar” la delgadez.
Para destacar la diferencia, Antonia Eriksson, una joven sueca, ha creado una cuenta fitspo en Instagram en la que describe su evolución, desde su ingreso hospitalario por anorexia hasta su recuperación mediante tratamiento psicológico, alimentación consciente y actividad deportiva sana.
Pero son pocas las enfermas recuperadas que hacen como Eriksson. Muchas veces, incluso, sus testimonios se leen en busca de trucos para adelgazar. Y, peor aún, muchas escriben dándole a la enfermedad cierto halo de misticismo que no tiene, como explica en el New Yorker Alice Gregory. La escritora y crítica literaria, que sufrió trastornos alimentarios hace años, se queja de que la mayoría de los libros postanorexia presentan a la enfermedad como un estado de ascetismo espiritual del que sentirse orgullosa. Gregory quiere acabar con ese mito y confiesa que le cuesta hablar de su trastorno no porque le deprima, sino porque le aburre, por lo soporífero que era dedicar toda su energía mental a contar calorías: “Cuando se trata de escribir sobre la anorexia, la única opción verdaderamente radical sería mostrar claramente lo profundamente aburrida que es”.
LA NACION