Julio Montaner: “Hoy podemos decir que el fin de la epidemia de sida ya comenzó”

Julio Montaner: “Hoy podemos decir que el fin de la epidemia de sida ya comenzó”

Por Nora Bär
Aunque a veces se las olvide, las cifras del sida son todavía abrumadoras. Cada minuto, una mujer joven se infecta con el VIH. Y cada año, son 2,6 millones de personas (de las cuales 370.000 tienen menos de 15 años) las que contraen la infección. Pero, a pesar de que aún no hay forma de curarlo definitivamente, para el médico argentino residente en Canadá Julio Montaner hay razones para ser optimistas: hoy se sabe cómo controlar la transmisión del VIH.
“Si se amplía el testeo y se trata a todas las personas que viven con el virus, se reduce la transmisión, y la epidemia puede frenarse drásticamente -dice Montaner, que vino a la Argentina para participar del Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología-. La mejor arma para prevenir la transmisión del VIH es el tratamiento de los que están infectados.”
Dentro de dos semanas, las nuevas guías para el tratamiento del sida que se presentarán en la conferencia mundial sobre la especialidad incluirán la estrategia que este argentino nacido en el barrio de Caballito y padre de cuatro hijos probó en 2006 y que en 2011 fue elegida uno de los avances del año por la revista Science.
“Dentro de las nuevas guías terapéuticas de la Organización Mundial de la Salud estarán las medidas que nosotros desarrollamos”, cuenta el especialista, que ayer recibió la Mención de Honor Senador Domingo Faustino Sarmiento en el Senado de la Nación rodeado de su familia.
Montaner jugó un papel importante en el descubrimiento del tratamiento con antirretrovirales de alta efectividad. “Lo digo con gran orgullo, porque se lo copié a mi padre, que era tisiólogo: el tratamiento de combinación para el sida está inspirado en el de la tuberculosis -recuerda-. En 1996 estábamos organizando la Conferencia Internacional de Vancouver y ese evento nos dio el podio para presentar ante los colegas la estrategia de terapia triple como una nueva herramienta terapéutica. Para 2000, ya vimos una caída muy importante en la progresión de la mortalidad y habíamos cambiado dramáticamente el curso de la enfermedad. Pero especialmente lo que vimos es que el número de infectados por año caía en forma proporcional a la cantidad de personas que tratábamos: reducir la progresión de la enfermedad tenía un efecto secundario que se traducía en que también frenábamos el avance de la epidemia. Era como sustraer donantes potenciales de VIH de la comunidad. Nos entusiasmamos porque vimos que el mismo fenómeno estaba involucrado en la transmisión vertical.”
El éxito del que habla Montaner puede ilustrarse con cifras: en la Columbia Británica, donde trabaja, en los últimos siete años hubo sólo dos casos de transmisión vertical (de madre a hijo). “O sea que cuando se habla de alcanzar una generación sin VIH nosotros decimos que, por lo menos en lo que hace a los bebes, ya está”, se entusiasma.
Con esos datos en la mano, Montaner convenció al gobernador de su provincia de que en lugar de invertir más dinero, una parte muy importante de la estrategia para eliminar la morbimortalidad era tratar a todos los que vivían con VIH. “El retorno de la inversión aumenta en forma exponencial -subraya-. Gastar un poco más al principio en realidad permite ahorrar dinero. Porque si en lugar de tratar al 20% de los infectados uno trata al 80%, en un año reduce una gran cantidad de las infecciones. Cuando se trata a todos los infectados también les está ofreciendo un beneficio a los no infectados.”
Actualmente, se calcula que para 2015 habrá unos 15.000.000 de personas con VIH en tratamiento. Con los nuevos lineamientos serán 25.000.000 o más, porque aconsejan tratar a las embarazadas y a las personas con tuberculosis sin importar el nivel de CD4 (linfocitos responsables de la respuesta inmune) que tengan.
“En 2011 tuvimos dos millones y medio de nuevas infecciones. Nosotros desarrollamos un modelo matemático que indica que, si seguimos como hasta ahora, en 2030 tendríamos tres millones y medio. Es como una hipoteca que te come vivo -ilustra Montaner-. Yo pido que me avancés el depósito cinco años. Si me lo das hoy, la epidemia frena, como uno frena ante una luz roja.”
Si se implementan adecuadamente los lineamientos que se van a anunciar dentro de dos semanas, el número de nuevas infecciones caería por debajo de un millón dentro de los próximos tres años y por debajo de 500.000 dentro de diez a quince años. La experiencia de Montaner en la Columbia Británica es convincente: lograron un descenso de la morbimortalidad de más del 90%, del 90% en la mortalidad y del 60% en las nuevas infecciones.
“En los años noventa diagnosticábamos entre 800 y 900 casos por año -detalla-. En 2012, en la Columbia Británica se diagnosticaron 238. Nos ahorramos 600.”
Claro que implementar estos programas, además de dinero, cuesta mucho trabajo. Entre otras cosas, se requiere mantener una pesquisa continua. “Nosotros tenemos el testeo [para el VIH] normalizado en los centros de salud -cuenta-: ya no preguntamos más a los pacientes si quieren hacerse la prueba del sida. Les decimos: «Si usted tuvo un encuentro sexual en las últimas cinco décadas, tiene que hacérselo». El éxito más grande lo tuvimos entre los usuarios de drogas endovenosas. En los años 90, diagnosticábamos 400 casos por año, en 2012, diagnosticamos 29.”
Según la visión de Montaner, no se trata simplemente de ofrecer la medicación, sino especialmente de buscar a los pacientes, testearlos, ayudarlos, incentivarlos (por ejemplo, ofreciéndoles comida, albergue y hasta algún estipendio). Con recursos como éstos logró que la tasa de cumplimiento del testeo en adictos fuera de más del 90%.
“En todo el mundo, los sistemas de salud están organizados como le conviene al médico -destaca-. Cuando tenés una situación crónica como el VIH, hay que erradicar estas barreras sutiles que impiden el acceso de los pacientes. Hay que eludir esa perversión darwiniana por la cual los que tienen más recursos o son más hábiles logran extraer del sistema lo que es un derecho humano. Y los que no tienen esa capacidad o esa posibilidad porque tienen una enfermedad mental o son drogadictos son los que sufren. Lo que vimos es que si seguimos descuidando a las poblaciones más vulnerables se perjudican todos.”
Montaner y su equipo también compararon la efectividad del tratamiento con antirretrovirales en personas con VIH con la profilaxis previa a la exposición utilizando dos drogas en lugar de tres. “Si tomo el tratamiento, las chances de que mi pareja se contagie bajan más del 96% -detalla-. Con dos drogas, disminuyen un 50%, y si las toma superbién, hasta el 80%. El tratamiento de todos los infectados es la estrategia más efectiva. Y el retorno de la inversión es altísimo.”
Y se esperanza: “Hoy podemos decir que el final de la epidemia de sida ya comenzó”.
LA NACION