25 Feb Hace medio siglo se iniciaba la leyenda
Por Roberto Parrottino
Sacame los guantes!
–No puedo. Los vas a necesitar.
–¡Sacámelos!
–Está en juego el título mundial. Pensá.
Angelo Dundee, el entrenador, dialoga con Muhammad Ali en el rincón. Al boxeador le arden los ojos. Parpadea por la quemazón. En el cuarto round, Sonny Liston le fregó los ojos con una sustancia tóxica embadurnada en sus guantes. Medio ciego, sale al ring. Liston no puede con la velocidad y los brazos extendidos de Ali, que esquiva los manotazos y vuelve a la esquina. Del sexto asalto, el hombre más peligroso de los Estados Unidos se va con la sangre chorreándole de la nariz, el pómulo izquierdo tajeado, un hombro lesionado y la mirada extraviada. Es ahora Liston el que no puede. Le dicen: “Seguí, o vas a ser un vagabundo toda tu vida.”
En diagonal, Ali ya está de pie. Zapatea. Suena la campana. Levanta las manos. El 25 de febrero de 1964 en el Convention Center de Miami Beach, Ali se corona por primera vez campeón del mundo de los pesos pesados. “Una victoria de Liston hubiera significado el fin de Cassius Clay –dice el biógrafo Thomas Hauser, autor de Muhammad Ali: His Life and Times, en el documental Made in Miami–; puede que jamás hubiésemos conocido a Muhammad Ali, porque para entonces todo el mundo sabía que era seguidor de Elijah Muhammad, y que Malcolm X era una presencia visible, al punto que con él leía el Corán. Si Liston hubiera ganado esa noche, el poder del establishment no le hubiera permitido pelear nunca más por el título del mundo pesado.”
Al día siguiente, Cassius Clay cambió su nombre de esclavo –así lo anunció– a Cassius X; y, al poco tiempo, a Muhammad Ali, otorgado por Elijah Muhammad, el líder de la organización Nación del Islam de los musulmanes negros. Ali había dejado Louisville para asentarse en Overtown y entrenarse en el gimnasio de la Calle Quinta, “una isla de democracia en medio de la segregación”, según Ferdie Pacheco, su doctor personal. Miami había encabezado las protestas por los derechos civiles. A Ali lo paraba la policía cuando corría por la calle, y le negaban la entrada a restaurantes y la compra en locales de ropa.
Liston representaba lo opuesto. Había aprendido a pelear en la cárcel. Era taciturno. Tomaba alcohol. Estaba manejado por la mafia del boxeo y, sobre todo, simbolizaba al negro sumiso. Ali, el bocón más grande de la historia, entraba a los entrenamientos de Liston y le gritaba: “¡Sal de ahí, oso feo! Después del combate me voy a construir una casa muy bonita, y una de mis alfombras va a ser tu cara de oso. El cinturón de campeón es mío. ¿Para qué lo querés vos?, ¿para sujetarte los pantalones?” Elijah Muhammad le mostraba fotos de Liston con sacerdotes blancos. Las apuestas estaban 8-1 en contra de Ali. Apenas ganó, se acercó a las cuerdas y les lanzó a los periodistas: “¡Cómanse sus palabras! Se los dije y no me escucharon. Soy el boxeador más grande y bello de todos los tiempos. Hablo con Dios todos los días. He conmocionado al mundo.”
GUANTES DE ORO
El sábado pasado, un comprador anónimo pagó 836 mil dólares por los guantes que utilizó hace hoy medio siglo. Los tenía Dundee, quien murió en 2012. Ali, además de films y documentales, remeras y subastas, es un centro cultural. El Muhammad Ali Center abrió en 2005. Seis pisos, un teatro y una plaza; y la misión de “preservar y compartir su legado e ideales, y promover el respeto, la esperanza y la comprensión para inspirar a los adultos y a los niños de todas partes a ser tan grandes como puedan ser”. Porque Ali, que ya campeón proyectaba películas en las barrios para la comunidad, era un poeta. “Ved al joven Cassius Clay / peleando contra el oso / Liston recula y recula / y va a acabar en el foso / porque en el ring ya no hay sitio / y eso que es muy espacioso / Clay le pega con un puño / luego le da con el otro / El único que pelea es Cassius Clay, el hermoso”, recitó en Canto a mí mismo. “Casi todos los especialistas de boxeo veían en el autobombo de Ali –en prosa o en verso– los desvaríos de un demente”, escribió el periodista David Remnick en King of the World, una biografía de Ali.
Liston murió el 30 de diciembre de 1970. Lo encontraron seis días después tirado al borde de la cama en su casa de Las Vegas. La autopsia determinó que en la sangre contenía rastros de codeína y morfina, elementos que aparecen cuando se descompone la heroína. “Si Ali fue el rostro del movimiento de los derechos civiles –supo apuntar el escritor Norman Mailer–, Liston era el ‘negro malo’”.
En 2013, Greg Swaim, hijo del mafioso Dale Cline, más conocido como James John Warjac, reveló en un libro sobre su padre que un asesino a sueldo ultimó a Liston a través de una sobredosis forzada de heroína. El 25 de mayo de 1965 en Lewiston, Ali volvió a pelear con Liston, quien se desplomó al minuto y 49 segundos de la primera vuelta después de un piñón imperceptible. Todavía sobrevuela la sospecha de arreglo, de que fue a menos, aunque el golpe se comprobó en la cámara lenta. Años después, le preguntaron a Ali qué le hubiera gustado decirle a Liston de anciano. Respondió: “Hombre, qué miedo dabas”.
EL GRAFICO