El tiempo del e-paciente

El tiempo del e-paciente

Por Tesy de Biase
Hoy la salud también se juega en la pantalla de la computadora. Internet democratizó el acceso de los pacientes a la información sobre salud, y Google pasó a ocupar el lugar de la preconsulta. Antes de llegar al médico o al psicólogo, los pacientes saben el curriculum de quien los atenderá, si ha presentado trabajos científicos y hasta su estado civil. Pero también saben sobre su padecer.
Casi el 70% de los argentinos consulta sus síntomas en la Web, según una encuestade la consultora Mindshare Argentina. Y ese paciente informado descoloca al saber académico. La primera señal de alarma en el mundo científico saltó en 2004, cuando la revista British Medical Journal publicó un editorial de Tom Ferguson, investigador del fenómeno healthseekers -buceadores de información sobre salud-. Allí calificó a esta nueva población de internautas como “la primera generación de e-patients”. Ya por entonces los definió como personas hiperinformadas y dispuestas a ocupar un rol activo en todo lo que tuviera que ver con su salud. “Cuando el paciente llega a la consulta ya consultó en Internet TODO”, comenta el licenciado Gustavo Nahmod, psicólogo del equipo de psicoprofilaxis quirúrgica en el Hospital Álvarez. “Entonces parto desde ahí, de esa información que ya tiene y le propongo cómo seguir buscando información y qué es importante que chequee con el médico”. En un trabajo presentado junto con a su colega Ramiro Díaz Suguer en el último Congreso Internacional de Salud Mental, ambos profesionales afirman que “todos tenemos acceso a la información que nos provee Internet, pero esto no implica que la totalidad de esa información sea válida, objetiva y que se refiera estrictamente al usuario que acude a ella”. Desde su perspectiva, Internet arrasa con la subjetividad, es un gran cúmulo de información que no necesariamente aplica a cada consultante, o hay que saber rastrearla para que responda a las preguntas que cada uno se hace. “Nosotros apuntamos a construir la singularidad de cada paciente”, coincide la licenciada Cristina Blanco, quien también presentó un trabajo en el mismo Congreso junto con Christian Caruso, ambos profesores de la Facultad de Psicología en la Universidad de Buenos Aires. La idea es que cada persona pueda procesar y elaborar la información que lee en relación con su propia singularidad”. El punto conflictivo y controversial de la cuestión es que los pacientes no siempre tienen las herramientas para interpretar la información que leen. El caudal de datos es amplísimo, y hay de todas las tendencias. “Si una persona quiere confirmar que es fóbica, en Internet va a encontrar información para hacerlo. Si quiere confirmar que no lo es, también. Por eso la importancia de que la información sea llevada a una instancia de implicación subjetiva”, afirma Nahmod, en concordancia con sus colegas.
Un amplio porcentaje de profesionales se resiste a lo que siente como una intrusión del público en sus saberes y prácticas, y prefiere mantener la asimetría de la relación terapeuta-paciente. El paradigma de la interactividad es como un tsunami que se impone por su propio empuje, y muchos profesionales que así lo asumen decidieron dejar entrar Internet en el consultorio.
Pacientes en la Web “Cuando apareció Internet hubo tal resistencia que se negaban a usarla. Durante mucho tiempo se pensó que era una construcción irreal, lo virtual no existe. Pero hoy lo virtual es una instancia psíquica más… Si Freud viviera agregaría lo virtual en su conceptualización sobre el aparato psíquico. En el tratamiento de adolescentes yo trabajo con Facebook, que es necesario porque forma parte del mundo interno del adolescente”, comenta Nahmod.
De hecho, en la discusión que cerró las presentaciones del Congreso, varios terapeutas participantes reconocen que tienen pacientes por vía virtual. Durante mucho tiempo esto existió pero no se lo podía decir, y recién ahora algunos tímidamente están confesando que atienden a un paciente por Skype. Los e-mails de interconsulta ya son una constante, y también tiene un espacio el coaching telefónico, “una herramienta útil también para el manejo de crisis, reduciendo de este modo el número de consultas de emergencias, internaciones y riesgo”, comenta Pablo Gagliesi, médico psiquiatra, director de la Fundación Foro y especialista en terapia dialéctico-comportamental para pacientes con alteraciones psicológicas severas, como las depresiones profundas”. El teléfono celular es un dispositivo de conexión y de urgencias. Un cable que conecta la alarma. Y es tranquilizante para un paciente en crisis.
Las comunidades en línea constituyen otra alternativa que cada día suma seguidores, y Susannah Fox, directora del Pew Internet Project -una institución que desde hace años indaga la conducta de los internautas-, la define como positiva, ya que suplementa la información ofrecida por los especialistas. Los participantes aprenden de sus pares y comparten sus experiencias en red e interactivamente, las reglas de la era digital. Fox concluye: “La evidencia científica confirma que la conexión entre los pacientes y la de cada uno con la información tiene un efecto positivo sobre la salud”.
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