Tras el cigarrillo, la comida es el nuevo blanco de las regulaciones

Tras el cigarrillo, la comida es el nuevo blanco de las regulaciones

Por Hernán Iglesias Illa
Qué sándwich tiene más calorías? ¿El Bic Mac o el Cuarto de Libra con Queso? Desde septiembre de 2012, los clientes de los 14.000 McDonald’s que hay en los Estados Unidos pueden comprobar que el Big Mac tiene 550 calorías y el Cuarto de Libra, 750. Es decir, entre un cuarto y un tercio de la dieta de alrededor de 2000 calorías recomendada habitualmente por los nutricionistas para tener una alimentación saludable.
La decisión de McDonald’s, que fue voluntaria, llegó en un momento en el que cada vez más actores públicos y privados están tomando medidas para frenar o revertir el crecimiento de la obesidad, que afecta a más de un tercio (35%) de los norteamericanos. La Comisión de Salud de la ciudad de Nueva York votó por unanimidad restringir a 16 onzas (poco menos de medio litro) el tamaño máximo de las gaseosas azucaradas en los restaurantes y los espectáculos públicos.
Nueva York, de la mano de su alcalde, Michael Bloomberg, se ha convertido en los últimos años en la punta de lanza de un movimiento cada vez más popular entre dirigentes políticos municipales y regionales, que a su vez ha arrastrado (de buena gana o de mala gana) a los fabricantes de bebidas y las cadenas de comida rápida. La primera campaña de Bloomberg, hace diez años, fue el tabaco: primero prohibió fumar en los espacios públicos cerrados, después aumentó varias veces el precio de los cigarrillos (un atado en Manhattan cuesta unos 13 dólares) y, finalmente, desde este año, también está prohibido fumar en las playas, plazas y parques.
Muchos activistas esperan ahora que la comida pueda convertirse en el “nuevo tabaco”, para Bloomberg y para los Estados Unidos. En los últimos años, Nueva York obligó a la industria alimentaria a eliminar las grasas trans de sus ingredientes y a publicar (desde 2008) las calorías de los platos en todas las cadenas de restaurantes. La medida votada ayer incluye las bebidas con azúcar, pero excluye a las de bajas calorías, los jugos y las lácteas. La restricción será obligatoria a partir de marzo del año que viene. “Va a ayudar a salvar vidas”, escribió Bloomberg en su cuenta de Twitter. “[Esta medida] es el mayor paso dado por ningún gobierno para controlar la obesidad”, agregó.
La ofensiva reciente de Bloomberg ha dividido al público en dos mitades casi iguales, según las encuestas. Sus defensores valoran el impulso por una alimentación más saludable, especialmente en los niños. Sus críticos, en cambio, contraatacan con dos argumentos. Dicen, por un lado, que la medida sobre bebidas azucaradas será poco efectiva, porque quien tenga ganas de tomar un litro de Coca-Cola o Pepsi, igual podrá hacerlo, comprando dos vasos de medio litro (o una botella de un litro en un supermercado). Y, por el otro lado, argumentan que el Estado no debería meterse en las decisiones privadas de sus ciudadanos adultos.
Bloomberg ha respondido diciendo que estas medidas (publicar calorías, restringir el tamaño de los vasos) no prohíben el acceso a los productos: sólo son un pequeño recordatorio psicológico para que el público esté atento a su consumo de azúcar y grasas. En el documento de presentación de la medida, Bloomberg citó estudios científicos que apoyan su visión. Los varones a quienes se les dieron vasos más grandes consumieron un 33% de azúcar más (las mujeres, un 20%) que si hubieran tenido vasos más chicos, según el estudio. “Estos datos sugieren que si a la gente se le sirven porciones más pequeñas, consumirán menos, ganarán menos peso y estarán más sanos”, dice el reporte de Bloomberg. “Y así quizás empecemos a revertir la catastrófica epidemia de obesidad.”
Buena parte de los argumentos del alcalde de Nueva York están tomados de la nueva economía conductista, según la cual los humanos somos menos racionales de lo que creemos y tomamos decisiones que muchas veces nos perjudican. En los últimos años, esta perspectiva empezó a penetrar en los gobiernos, incluyendo la Casa Blanca, donde el presidente Barack Obama contrató como funcionario al profesor Cass Sunstein, padre del concepto “paternalismo libertario”, según el cual el Estado puede ayudar a los ciudadanos a tomar mejores decisiones (pero sin tomar las decisiones por ellos). Bloomberg es un declarado admirador de la economía conductista y de los “empujoncitos” (o nudges, según su nombre en inglés) que un gobierno puede dar para alertar a la población.
Este enfoque se sumó a una ofensiva más amplia de Estados Unidos contra la obesidad, a la que todo el mundo aquí califica como una “epidemia”. En 2008, según datos del Centro para la Prevención de Enfermedades (CDC), los costos médicos derivados de la sociedad alcanzaron los US$ 147.000 millones. Las personas obesas tuvieron que desembolsar aquel año 1429 dólares más que una persona de peso normal en gastos médicos. Aun así, las campañas públicas y las medidas oficiales parecen estar empezando a surtir efecto: las estadísticas muestran que en los últimos cinco años la prevalencia de la obesidad se ha mantenido constante en Estados Unidos. No se ha reducido, pero al menos ha dejado de crecer, después de 30 años de alza acelerada.
LA NACION