Tesoros al alcance de la mano

Tesoros al alcance de la mano

Por Natalia Blanc
Un manuscrito de ciencia medieval del siglo XIV amarrado a una cadena de hierro, un incunable de santo Tomás de Aquino de 1476, un ejemplar de la Enciclopedia de las ciencias, las artes y los oficios ( L’Encyclopédie ), de Diderot y D’Alembert, de 1731, y dos del Vocabulario de la lengua guaraní , de la imprenta jesuítica de 1722: éstos son algunos de los valiosísimos libros que integran el fondo antiguo de la Biblioteca Nacional. Todos se conservan en vitrinas en la Sala del Tesoro, donde pueden acceder investigadores acreditados.
Allí, sobre un escritorio de madera que forma parte del mobiliario original de la primera sede de la biblioteca, en la calle Moreno, se despliega la colección más importante de ex libris de América Latina. Según contó a adncultura María Etchepareborda, directora de la sala, las más de veinte mil piezas donadas por María Magdalena Otamendi de Olaciregui están en proceso de estudio en la actualidad. “Toda la biblioteca es un tesoro en sí mismo, más allá de los ejemplares que se conservan en el Tesoro -dice la bibliotecaria-. Así como cada libro habla de su época, el acervo refleja la historia del país.”
En otras bibliotecas públicas, como la del Congreso de la Nación, la del Maestro (del Ministerio de Educación) y Circe (de la ciudad de Buenos Aires), también existen volúmenes de características únicas, por su antigüedad o valor simbólico: primeras ediciones, libros con anotaciones de personajes célebres o con dedicatorias personales, colecciones completas sobre temáticas específicas y bibliotecas privadas.
Lamentablemente, en muchos casos, estos fondos bibliográficos son poco conocidos por la población general. Aunque por estos días la mayoría de las entidades públicas y privadas tiene catálogos que se pueden consultar online , son escasas las páginas web institucionales que ofrecen información detallada. Para encontrar un título es necesario contar con datos puntuales. De lo contrario, la búsqueda puede resultar infructuosa.
Con el objetivo de promover los estudios bibliográficos de los archivos históricos y difundir estos patrimonios culturales, la Biblioteca Nacional creó en 2009 el Programa de Formación del Libro Antiguo, antecedente de las dos ediciones del Encuentro Nacional de Instituciones con Fondos Antiguos y Raros, que tuvieron lugar en 2011 y 2013. Este año participaron, entre otros, representantes de las bibliotecas públicas mencionadas, de universidades públicas y privadas y de museos. Durante cuatro jornadas, más de doscientas personas (en su mayoría, bibliotecarios, historiadores, conservadores, libreros y profesionales del sector) compartieron información sobre los bienes patrimoniales y analizaron estrategias vinculadas con los procesos de seguridad, conservación y digitalización, entre otras cuestiones. Hubo expositores de Francia, Italia, Portugal, Brasil, México, Chile y Perú. El encuentro, organizado por el Catálogo Nacional Unificado (registro colectivo de libros y facsímiles anteriores a 1800 existentes en el país) del Programa Nacional de Bibliografía Colonial dependiente de la Dirección de Cultura de la BN, fue declarado de interés cultural por la Unesco.
Entre los casos nacionales relevantes que se expusieron en las jornadas se destacan los fondos históricos del convento San Francisco de Buenos Aires, los de la Universidad Nacional de Córdoba y los libros guaraníes conservados en el Tesoro de la Biblioteca Nacional.Fechados en 1722, estos volúmenes fueron impresos por la imprenta móvil jesuítica. “Son dos ejemplares pertenecientes a la primera imprenta de la región. Uno fue donado por Bartolomé Mitre -explicó Analía Fernández Rojo, coordinadora del CNU-. Son piezas muy raras y hay pocas en el país: una en la provincia de Misiones y tres en la biblioteca del Colegio del Salvador.”
Por su parte, el convento franciscano de Buenos Aires -cuya biblioteca requiere autorización especial para visitas y consultas- posee un importante fondo documental de aproximadamente 18.000 volúmenes entre libros, folletos, periódicos y partituras. “Realizamos un estudio exhaustivo de cada ejemplar, desde la preservación y la conservación hasta el análisis de los manuscritos que se encuentran en las guardas del libro -aclaró la bibliotecaria Patricia Russo-. La biblioteca histórica no lo es sólo por tener volúmenes antiguos y raros, sino también por todos aquellos detalles que hacen a la historia franciscana y del país.”

INCUNABLES EN BUENOS AIRES Y CÓRDOBA
La Biblioteca Nacional y la de la Universidad Nacional de Córdoba poseen alrededor de veinte y treinta incunables, respectivamente. Son libros impresos entre 1455 y el 31 de diciembre de 1500, durante el primer siglo de la imprenta, según explicó el profesor Roberto Casazza, coordinador del Programa Nacional de Bibliografía Colonial de la Biblioteca Nacional, institución que atesora, entre otros, los títulos mencionados al comienzo de la nota.
La Sala del Tesoro o de Investigadores, creada en septiembre de 1932, lleva el nombre de Paul Groussac, en homenaje a uno de los directores, que estuvo 44 años al frente de la Biblioteca Nacional. El acervo (más de 21.000 obras monográficas y cerca de 800 publicaciones periódicas) está constituido por el fondo primitivo reunido en la etapa de su fundación en 1810, más importantes donaciones del siglo XIX y XX. Entre ellas, figuran las de Amancio Alcorta, Ezequiel Leguina, Pedro Denegri, Alfredo Santamarina y Mariano Balcarce, además de importantes adquisiciones como la biblioteca de Raymond Foulché-Delbosc, con manuscritos medievales e impresos raros. Su acceso está habilitado para investigadores, pero es posible consultar una selección de mil títulos del Tesoro en el sitio www.bn.gov.ar
La Biblioteca Mayor de la UNC es heredera de la Librería Mayor jesuítica. Su historia se remonta al año 1613, cuando sacerdotes de la Compañía de Jesús fundaron el Colegio Máximo. Con sede en el Museo Histórico de la Universidad, es de acceso público desde 1818, por decreto del entonces gobernador de la provincia, Manuel Antonio de Castro. Está dirigida por la licenciada Rosa M. Bestani.
Allí pueden apreciarse el incunable Scriptum Sancti Thomae de Aquino super primum sententiarum , de santo Tomás de Aquino, impreso en 1486; y Genealogiae deorum , de Giovanni Boccaccio, de 1495, entre otros libros antiguos. También está El contrato social , de Jean-Jacques Rousseau, traducido al español por Mariano Moreno; un manuscrito de la conferencia en Córdoba del poeta nicaragüense Rubén Darío de 1896, y una edición de L’Encyclopédie , de Diderot y D’Alembert.
A pedido de adncultura , Graciela Galli, jefa del departamento de Servicios al Público de la Biblioteca Mayor, seleccionó los siguientes incunables entre los 2600 volúmenes que integran el fondo histórico para citar a modo de ejemplo:
Biblia integrata summata: impresa en Basilea el 27 de junio de 1491 por Johann Froben, uno de los más reconocidos impresores de incunables. Es la primera Biblia en formato menor; no está todavía dividida en versículos, como la de los siglos posteriores. Se caracteriza por contar con una de sus letras capitales bellamente decorada, y otras iluminadas en forma más simple, trabajo que realizaban a mano los expertos miniaturistas una vez que el libro estaba impreso.
Textus sententiarum , por Pedro Lombardo: impreso en Basilea en 1486 por N. Kesler. Los cuatro libros de las sentencias fueron escritos entre 1152 y 1153. Cuando en la Universidad Nacional de Córdoba se laureaba a un estudioso con el título de doctor en Teología, se acostumbraba regalarle una Biblia y un ejemplar de las Sentencias . Tiene letras capitales iluminadas en azul y rojo y otras sólo en rojo; encuadernación en pergamino claro.
Quaestiones quodlibetales , por John Duns Scotus: Venecia, 7 de octubre de 1477. En este incunable se observa la intención del impresor de asemejar el libro lo más posible a un códice medieval. Se utilizaron tipos góticos de trazos gruesos y apretada caligrafía. Armoniosas letras capitales iluminadas en rojo y azul. La encuadernación está hecha en pergamino de color amarillento sin ornamentación de ningún tipo. El texto contiene comentarios a Aristóteles del autor, un teólogo y fraile franciscano que estudió en Oxford y enseñó en París entre 1306 y 1307.

SALA RESERVADA DEL CONGRESO NACIONAL
Imágenes del laboratorio de recuperación de archivo histórico de la Biblioteca del Congreso de la Nación.
La Sala de Colecciones Especiales de la Biblioteca del Congreso de la Nación resguarda libros muy antiguos y raros, además de primeras ediciones, de los siglos XVI al XX; material bibliográfico de la época colonial y publicaciones de los primeros años de la República, desde la declaración de la Independencia. También conocida como Biblioteca Reservada, tiene sede en el edificio del Palacio del Parlamento. Su material está disponible para investigadores y estudiantes de nivel universitario y terciario, pero en la actualidad no atiende al público: según información oficial, hasta el 5 de agosto estará cerrada por reformas estructurales.
Entre sus piezas más valiosas sobresale Summa totius theologiae; cum elucidationibus formalibus… per F. Seraphinum Capponi à Porrecta…, commentaria Rever. D. Thomae de Vio Caietani…, de santo Tomás de Aquino, impreso en 1612.
Allí también se encuentran las bibliotecas Juan María Gutiérrez, Peronista y Palant. La primera fue comprada a los descendientes del constitucionalista fallecido en 1878 y respeta el orden original de la colección. La mayoría de los libros (de poesía, política, biología, geografía, economía, educación, matemática, arte, historia y pensamiento) tiene anotaciones manuscritas. Por otra parte, en Colección Dr. Juan María Gutiérrez; archivo epistolario , obra en ocho volúmenes editada por la biblioteca parlamentaria que se ofrece para su consulta, se reúnen más de 3000 cartas de personalidades destacadas del siglo XIX como Justo José de Urquiza, Juan Bautista Alberdi, Adolfo Alsina, Martín Miguel de Güemes, Esteban Echeverría, Emilio Mitre y José Mármol. En el libro aparecen ordenadas cronológicamente.
Publicaciones oficiales y no oficiales del primer y segundo gobierno de Juan Domingo Perón, además de libros, folletos, láminas, anuarios, almanaques, discursos y fotografías, conforman la Biblioteca Peronista. Este material bibliográfico, que había sido sacado de circulación en 1956 por decreto del almirante Isaac Rojas, fue clasificado y organizado durante la década de 1970, y desde entonces es una de las colecciones especiales de la Biblioteca del Congreso.
Diferente es el caso de la biblioteca que lleva el nombre de Miguel Palant, ex director del cuerpo de taquígrafos de la Cámara de Senadores de la Nación. El archivo, donado por sus familiares, conserva obras de variados autores relacionados con la taquigrafía. Según informaron los responsables de la sala, es la única colección de taquigrafía parlamentaria de Hispanoamérica y, junto con la biblioteca especializada de Alemania, es el referente más importante de su rubro.

EDUCACIÓN Y BIBLIOTECAS PERSONALES
En el Palacio Pizzurno funciona la Biblioteca Nacional de Maestros, del Ministerio de Educación de la Nación, que ofrece acceso libre y gratuito a los interesados en consultar libros, documentos y material multimedia en la Sala de Lectura, Mediateca, Hemeroteca, Sala Americana y Centro Nacional de Información y Documentación Educativa. Especializada en Educación, esta biblioteca tiene ejemplares de 1810 en adelante. Pero en la Sala del Tesoro reside la colección más valiosa, que constituye el fondo antiguo, con obras impresas a partir de 1530. Su consulta es exclusiva para investigadores.
Como figura en la página www.bnm.me.gov.ar , en el Tesoro está la primera edición en latín de la Vera historia… , de Ulrico Schmidl, de 1599. También, las obras completas de Platón con traducción y comentarios de Marsilio Ficino publicadas en París en 1522, entre otras obras. En cuanto a las ediciones realizadas en el Virreinato del Río de la Plata, se destacan las piezas de la Imprenta de Niños Expósitos, que también pueden encontrarse en el Tesoro de la Biblioteca Nacional, y una de las colecciones más completas de La Gazeta de Buenos Aires . En el sitio se detallan qué materiales se pueden consultar, según cada categoría de usuario: público general, docentes, investigadores, bibliotecarios, instituciones y personal del ministerio.
La Biblioteca de Maestros recibió a lo largo de su historia donaciones de las colecciones privadas de Alejandra Pizarnik, Hortensia Lacau, Cecilia Braslavsky, Ricardo Levene y Leopoldo Lugones. Estos acervos personales están formados por libros, manuscritos, ejemplares dedicados y/o anotados. El fondo de la Biblioteca Braslavsky está dedicado a la educación de los siglos XX y XXI; también hay material inédito de la docente y pedagoga. En el caso del historiador Levene, el archivo incluye, entre sus doce mil títulos, obras de historia latinoamericana, sociología y derecho. La Biblioteca Leopoldo Lugones es una de las perlas: allí se encuentran primeras ediciones de sus obras, recortes de sus artículos y centenares de libros autografiados, con anotaciones al margen hechas por el poeta.
Un recorrido por cada una de estas colecciones privadas, que están al alcance del público, permite conocer la formación intelectual, ideológica y política de quienes las crearon así como sus respectivas afinidades literarias, influencias profesionales y opiniones.

TESOROS PORTEÑOS
La Red de Bibliotecas Públicas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está integrada por treinta establecimientos: por sus materiales, algunas de ellas se consideran bibliotecas tesoro. Inaugurada el 4 de junio de 2003, con el objetivo de preservar el patrimonio bibliográfico existente en la red de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura, la Sala Circe posee alrededor de 5600 volúmenes: libros impresos entre los siglos XVI y XX, ediciones de los Niños Expósitos, ejemplares de la revista Sur y primeros números de Caras y Caretas . Se destaca una versión de la Biblia editada en Ámsterdam en 1602 y la edición en cinco tomos en inglés de Los trabajos de Francis Bacon, de 1778. También, documentos antiguos, como un facsímil del manuscrito del Archivo de Indias: “Memorial de Jayme Rasquin al rey sobre la población del Rio de La Plata y puerto de San Francisco”, de 1553; y varios tomos encuadernados en pergamino de “Cartas edificantes y curiosas”, escritas en las misiones extranjeras de la Compañía de Jesús, entre 1753 y 1757. Entre los ejemplares más consultados se halla una lujosa edición de 1891 de El infierno de Dante, traducido por Bartolomé Mitre. Los aportes de las familias de Mariano de Vedia y Mitre y de Julio Díaz Usandivaras acrecentaron su valioso acervo con obras autografiadas por sus autores, encuadernaciones de lujo, ediciones privadas, cartas, fotografías y facsímiles. Para visita la Sala Circe es necesario concertar previamente una entrevista.
Otra biblioteca pública porteña con Salón Tesoro es la Miguel Cané, del barrio de Boedo: allí se encuentra la colección de revistas PBT desde 1902 hasta 1912; obras completas del teatro español y de Miguel de Cervantes Saavedra. Sólo se pueden consultar en la sala de lectura. La Biblioteca Popular Leopoldo Lugones, en Belgrano, cuenta con uno de los patrimonios bibliográficos más importantes de la red, con más de 40.000 volúmenes. El Tesoro contiene primeras ediciones de libros como El hacedor y El idioma de los argentinos , de Jorge Luis Borges; Libro del cielo y del infierno , de Borges y Bioy Casares, y Don Galaz de Buenos Aires , de Manuel Mujica Lainez. Para consultar el material de ese sector se debe solicitar cita previa.
En Devoto está la Biblioteca Antonio Devoto, donde es posible leer tanto el libro de lectura para tercer grado Huellitas , de 1933, como el “Reglamento para las milicias disciplinadas de infantería y caballería del Virreinato de Buenos Aires”, de 1801, y una edición polilingüe del Martín Fierro , de José Hernández, con traducciones al inglés, francés e italiano y tapa de madera con ilustraciones.

COLECCIONES PRIVADAS
La Biblioteca Americana, que dio origen al acervo bibliográfico del Museo Mitre, está constituida por libros y periódicos coleccionados por Bartolomé Mitre a lo largo de su vida. Estudiantes e investigadores pueden consultar esta importante colección que “representa la historia intelectual de un hombre del siglo XIX”, según definen sus responsables. Está especializada en historia argentina y americana e incluye obras en lenguas aborígenes y extintas.
En ese museo, que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación y está dirigido por María Gowland, también existe un archivo histórico, con cerca de 53 mil documentos (cartas, proclamas, medallas y monedas) que pertenecieron al ex presidente. El fondo general de la biblioteca contiene 60 mil volúmenes entre libros, folletos, revistas, recortes periodísticos y material audiovisual de diferentes épocas. Se destaca, especialmente, la Mapoteca, que originalmente formó parte de la Biblioteca Americana, con 12 mil piezas históricas. Actualmente, el catálogo se está digitalizando para que pueda consultarse online en www.museomitre.gov.ar
La ciudad bonaerense de Azul cuenta con una importante biblioteca museo que conserva, entre sus tesoros más valiosos, una colección cervantina (la más grande fuera de España) y otra hernandiana. En esta última se destacan la primera edición del Martín Fierro , de 1872, con correcciones manuscritas del autor, y la primera edición de La vuelta de Martín Fierro , de 1874, con una dedicatoria de José Hernández a Estanislao Zeballos, de 1879. Hay, también, traducciones del poema gaucho a los más variados idiomas, ilustraciones, vocabularios y estudios literarios sobre el texto de Hernández.
Declarada en 2007 por la Unesco como Ciudad Cervantina de la Argentina, en Azul se realiza todos los años un festival dedicado a la obra de Cervantes, que incluye conferencias, espectáculos y lecturas públicas. La pasión de Azul por Cervantes comenzó a partir de la iniciativa de Bartolomé Ronco, bibliófilo y coleccionista de diferentes ediciones del Quijote , cuya biblioteca fue legada a la ciudad.

ARCHIVOS PATRIMONIALES
Universidades públicas nacionales, como las de San Martín y Tres de Febrero, comenzaron en el último tiempo a trabajar en la preservación y clasificación de importantes archivos patrimoniales para que puedan ser consultados por estudiantes, docentes y público en general. Actualmente, la Unsam se ocupa del acervo del Cedinci, el mayor centro de documentación de la cultura de izquierdas en América Latina, y de la colección privada de Juan Bautista Alberdi, conservada en la Biblioteca Furt (en la estancia histórica Los Talas, Luján, provincia de Buenos Aires).
Según explicó Josefina Giglio, directora de Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de San Martin, “la Unsam es curadora del fondo documental Furt (en su mayor parte, inédito o defectuosamente editado), que contiene valiosa información para estudiar la escritura y el pensamiento alberdiano, así como también la vida política y cultural de nuestra región”. Consta de más de un centenar de libretas y hojas sueltas con apuntes, borradores y autógrafos, más de 7000 cartas dirigidas a Alberdi, legajos con textos ensayísticos y documentación jurídica, diplomática, política y personal, y materiales complementarios como escritos de terceros y recortes periodísticos. Está disponible sólo para investigadores.
En el caso del Cedinci, que en 2013 cumple quince años, su consulta está abierta a todo público. Dirigida por Horacio Tarcus, atesora 85 mil libros y folletos, 3000 colecciones de revistas culturales nacionales e internacionales, 4000 periódicos y revistas políticas y 60 fondos de archivo de intelectuales argentinos, entre ellos el de José Ingenieros. Además, allí se encuentran bibliotecas personales: por ejemplo, la del filósofo y crítico de arte argentino Héctor Raurich (1903-1963), integrada por casi 5000 volúmenes sobre historia, política, filosofía, arte y literatura. Y una completa biblioteca de filosofía marxista, con variados estudios sobre el pensamiento de Hegel.
Una de las curiosidades es una edición de 1827 de los Essai sur les m æ urs, de Voltaire, en cinco volúmenes. Hay también una sección de teoría y crítica del arte y la literatura, donde se encuentra la primera edición de Ficciones , de Borges; una edición en gran formato de Ismos , de Ramón Gómez de la Serna y libros dedicados a Raurich por Jorge Romero Brest. Recientemente, la Unsam firmó un acuerdo con la Fundación Espigas para administrar su acervo cultural. “Es el fondo documental más completo sobre la historia de las artes visuales en la Argentina. La idea es ponerlo a disposición del público lo antes posible”, completó Giglio.
La Untref recibió archivos privados a través de donaciones o en comodato. El año pasado, por ejemplo, Nelly Perazzo, de la Academia Nacional de Bellas Artes, donó a la universidad el archivo de la galería Lirolay y del compositor Juan Carlos Guastavino. Este año se sumó la contribución del artista plástico Juan Carlos Romero, con un archivo que incluye publicaciones periódicas, volantes, folletos, recortes de prensa, fotos, libros y catálogos, que abarcan desde finales de la década de 1930 hasta el presente.
Estos materiales son recibidos y catalogados por el Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura Dr. Norberto Griffa, dirigido por Diana Wechsler, cuyo archivo y centro de documentación estará disponible para todos los estudiantes, docentes e interesados en el tema.
“A partir de la donación del valioso Archivo Lirolay, de aquella galería emblemática que marcó durante veinte años una zona de la escena artística argentina, fuimos sumando otros archivos como el de los papeles del crítico Alberto Collazo, el de Guastavino y las colecciones de publicaciones periódicas y otros materiales donados por Edgardo Cozarinsky -contó Wechsler-. Ellos integran distintas secciones de este centro de documentación en formación, que estará integrado por materiales de galerías, de artistas e intelectuales y curatoriales.”
En la sección Audioteca y Mediateca de la Biblioteca Nacional también se preservan y clasifican archivos privados, que llegan por donación. Es el caso del acervo del compositor Juan Carlos Paz, integrado por 65 mil piezas musicales y objetos personales como fotografías, tarjetas, agendas y hasta un fichero con datos de contacto de los integrantes de la Asociación Nueva Música. La jefa del sector, Estela Escalada, mostró a adncultura cómo se resguardan y se conservan las obras más antiguas. En esa sala también está la biblioteca musical de Manuel Porrúa.
Un manuscrito de Paz (cuaderno con anotaciones) se guarda en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional, donde también está el reservorio más importante de Lugones. Este salón especial aloja, además de las piezas mencionadas al inicio de esta nota, los libros personales de Borges, fechados y anotados por el escritor, que se encontraron en el edificio. Del análisis minucioso de alrededor de 500 ejemplares surgió el primer tomo de Borges, libros y lecturas , de Laura Rosato y Germán Álvarez, investigadores que trabajan en la Biblioteca Nacional. En la actualidad está en preparación el segundo volumen, que incluye libros de Borges encontrados en otras bibliotecas.
Si se trata de bibliotecas personales importantes hay que mencionar la de Victoria Ocampo, conservada en Villa Ocampo. Los 11.000 títulos que la conforman reflejan su formación intelectual y sus amplias preferencias literarias. Como escribió su curador, Ernesto Montequin, en un texto que puede leerse en la página web www.villaocampo.org , allí conviven “la más vasta recopilación de mitos, como los trece volúmenes de La rama dorada , de James Frazer, con más de noventa novelas policiales de Georges Simenon; los Seminarios de Jacques Lacan dedicados de puño y letra por su autor, con las obras completas de W. H. Hudson; la edición original del Manifiesto del surrealismo de André Breton con una nutrida colección de sherlockiana”. Muchos ejemplares fueron anotados y subrayados por Victoria. El catálogo completo puede consultarse online .
Una biblioteca personal abierta al público recientemente es la que perteneció a Tomás Eloy Martínez. Se encuentra en la sede de la Fundación que lleva su nombre y reúne documentos, papeles de trabajo, correspondencia y objetos como una antigua máquina de escribir, además de su colección de libros.
En la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires se encuentra la Colección Arata, biblioteca particular de Pedro Narciso Arata, que fue el primer rector de esa casa de estudios. Sus herederos la donaron a la institución en 1946. Está formada por cerca de 15.000 volúmenes: manuscritos, libros raros y valiosos, revistas y fotografías. Su dirección está a cargo de la Biblioteca Central de la Facultad de Agronomía, que entre 2005 y 2009 llevó adelante un plan de puesta en valor y conservación de su patrimonio. Desde el 5 de diciembre de ese año está abierta para profesores e investigadores.
En el sitio web de la facultad ( www.agro.uba.ar/biblioteca/arata/coleccion ) se describen los ejemplares más valiosos: obras sobre Leonardo Da Vinci, química, botánica, historia, geografía y literatura de los siglos XV al XX. Entre ellos: un manuscrito jesuita y uno del padre Segismundo Asperger; un ejemplar de Galería de ladrones de la capital: 1880 á 1887 , de José S. Álvarez (Fray Mocho), de 1887; la primera edición de los cuatro volúmenes de la crónica de viaje de Philip King, Robert FitzRoy y Charles Darwin, de 1839.
Una curiosidad: uno de los primeros ex libris argentinos, dibujado por un artista milanés anónimo, en 1890, representa la química, disciplina en la que se especializó Arata. La lámina exhibe la siguiente frase en latín: ” Alii quidem Equus amant, alii aves alii feras; mihi vero a puerulo mirandum acquirendi et posidendi libros insedit desiderium. ” (Pues algunos aman los caballos y otros los pájaros, otros las fieras, en cambio de mí se posesionó desde chico el deseo ferviente de adquirir y poseer libros).
LA NACION