Solteros a los 40

Solteros a los 40

Por Luis Corbacho
La fiesta privada sucede en Isabel un viernes por la noche. Hay mozos, tragos, bandejas de sushi circulando entre las mesas y gente producida para una velada fuera de lo común. Hay, también, algunos rasgos de celebración casamentera: un disc jockey -no un DJ de moda, sino un profesional de la música que fue contratado para pasar hits de los 80 y carnaval carioca a pedido-, tías y abuelas, mucho cotillón y pantalla gigante con videos del anfitrión. Nadie se está casando. No hay una pareja celebrando aniversarios ni compromisos de ningún tipo. Detrás de todo esto está Laura Marzoa, una mujer a la que algunas señoras mayores podrán llamar “chica” y algún adolescente cometerá el pecado de decirle “señora”, que celebra sus 40. Setenta personas, entre familiares y amigos, dan cuenta de que Laura no está sola. Licenciada en turismo, directora comercial de su propia empresa y soltera por elección, ella preparó su fiesta de 40 como si se tratara de un casamiento. Una unión con ella misma, con sus logros, su éxito laboral, su estabilidad emocional y un grupo de amigos de toda la vida que viajaron desde distintas partes del mundo para no perderse la celebración.
“Recién en esta etapa siento la necesitad de querer compartir la vida con alguien. Pero nunca fue una prioridad y aún no lo es concretamente. El trabajo es muy importante para mí, le dedico muchas horas. Es una razón de vida”, dice ella, un año después de aquel festejo, en la terraza de su moderno departamento de Palermo.
Al igual que muchos adultos jóvenes cercanos a las cuatro décadas, muestra un paradigma de prioridades diferente al establecido hace un tiempo: la realización profesional y el desarrollo personal cobran protagonismo frente a la urgencia del matrimonio, la vida en pareja, los hijos y la familia.
“Estamos ante una generación de 40 años que vive como si tuvieran 30. Estos grupos de personas han visto a sus padres trabajar muchísimo y entendieron que tanto esfuerzo es un sacrificio no siempre bien pago y no están dispuestos a seguir ese camino. Por eso, hacen una ruptura con el modelo de vida de sus progenitores y se van convirtiendo en una generación más hedonista: buscan el placer de la inmediatez y prolongan su adolescencia, y en lo posible evitan los compromisos estables.”
Con esta definición teórica, abre el juego la licenciada Adriana Guraieb, especialista en vínculos y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Mariano tiene 39 años y es CEO de una empresa puntocom. Trabaja 12 horas por día, sale de noche cuatro o cinco veces a la semana y uno de sus mayores placeres es descubrir nuevos bares y restaurantes en clave de exploración gourmet. Es un hombre inteligente, dado a la conversación y muy exitoso en los negocios. Estuvo en pareja muchos años, amagó con el casamiento, sintió que no era el momento para dar el gran paso y regresó a la soltería. En relación con su vida amorosa, dice: “Es importante tener una pareja, pero que sea lo suficientemente independiente para no resultar cargosa. Tiene que haber espacios. Para mí, es un principio básico que si uno no puede estar bien solo, es casi imposible estar bien en pareja”, afirma, categórico.
Lorena Marazzi es una diseñadora gráfica que acaba de cumplir 40 y apunta al mismo blanco: le gustaría estar en pareja, pero no lo ve como algo fundamental para acercarse a la felicidad. “Siempre me pareció mejor el noviazgo, pero en las épocas en que estuve sola nunca lo viví como un problema. Trato de disfrutar de ambos estados por igual”, aclara.
Lorena es inquieta. A la mañana va al gimnasio, luego trabaja ocho horas por día en una editorial, al salir de ahí suele ir a algún evento o muestra de arte, hace after hour con amigas, acude a clases de tango dos veces por semana, juega al hockey los sábados a la mañana y ese mismo día, por la noche, va religiosamente a Frank’s en busca de los mejores cócteles de la ciudad. “Creo que es el único lugar donde se puede ir un sábado y encontrar gente de mi edad. Hacen tragos buenísimos, te atienden muy bien y el ambiente es muy variado, cada cual con su onda. Me gusta que no sea homogéneo como en otros lugares”, dice.

DIVERSIÓN Y BUEN SERVICIO
Buenos tragos, música tranquila, excelente servicio, cocina de alta calidad, horarios no muy trasnochados -las tres de la madrugada es el tiempo límite para emprender la retirada- y gente con la edad de uno es lo que buscan los solteros de cuarenta que quieren divertirse.
Esta generación, a diferencia de quienes hoy acusan unos cuasi adolescentes veintipico o treinta, tiene resuelta su vida profesional -por lo tanto, cuenta con los medios para salir a buenos lugares y exigir calidad en sus consumos-, es instruida en los placeres gourmet y del buen vivir, no está dispuesta a gritar en un bar o restaurante para sobreponerse al bullicio musical del DJ de turno y no soporta, en ninguna circunstancia, sentirse estafada con un plato de comida mal elaborado o un trago preparado con alcohol de segunda, sin importar lo cool que sea el sitio en cuestión.
Así piensa Javier Bonifacini, un soltero de 38 años. “En los restaurantes, lo que más valoro es que me atiendan bien y la comida sea buena. Lo demás, no importa. Si voy a un bar, la música es fundamental; si no me gusta la música, me voy, así de simple -sentencia-. La Panadería de Pablo los jueves es una buena opción por las fiestas Pop Up: tienen un menú a buen precio, linda gente y buenos tragos.”
¿El máximo de los solteros por elección? Estar con amigos y viajar. Así lo explica Laura Sandoval, PR manager cada vez más cerca de los 40 y cada vez más lejos de una vida tradicional como madre y esposa de familia. “Me parece fundamental encontrar un compañero en la vida, aunque ahora estoy viviendo otro momento muy lindo, disfrutando mucho. Lo que más me gusta, en esta etapa, es viajar con amigas, amigos y sola también. Es una de las actividades que más te hacen crecer: tomar distancia de tu vida, observar, generar cambios y transformaciones”, cuenta.
El resto de los consultados concuerda en este punto. Ante la pregunta ¿cuál es el mejor plan de tu vida?, Mariano contesta sin dudar: “Los viajes, claramente, y cuanto más exóticos, mejor”. Laura, la del cumpleaños de 40 símil casamiento, no sólo gasta sus ahorros en grandes fiestas. “Lo más importante para mí es salir de la ciudad -dice-. Necesito salir de mi entorno y conocer otras realidades. Me conecta con la vida. Me gusta viajar con amigos, pero también sola, sobre todo cuando voy a lugares nuevos. Es una gran aventura.”
Cuando no viajan, los solteros de cuarenta mantienen un circuito de lifestyle y salidas que privilegia el descubrimiento de nuevos lugares, el buen ambiente y, como se dijo anteriormente, la calidad de servicio. “Si uno trabaja intensamente, el hecho de salir a comer debe ser una experiencia y un microviaje”, explica Mariano. “Me gusta ir a lugares poco conocidos: Little Rose -bar du marché de los mejores de sushi-, Sarkis, Captain Cook -de lejos el mejor restaurante de comida asiática-, Club Social en Barracas, en la avenida Caseros, y Fornería, la mejor terraza de plaza Armenia. En cuanto a bares, destaco Verne Club, Harry (sólo para entendidos) y las sesiones acústicas de los miércoles en Sheldon, de plaza Serrano.”
Laura Sandoval, por su parte, conoce los mejores lugares de Buenos Aires -que no necesariamente son los más caros o sofisticados- gracias a su trabajo como relacionista pública. ¿Sus preferidos? Leopoldo, para cualquier momento del día; para el brunch, Malvón y Olsen. Para ir a tomar algo, clásicos como el Danzón, Million y 878. En materia de restaurantes, opta por los de puertas cerradas, como Agosto y Porta Chiusa, a los que se accede mediante estricta reserva y en determinados días de la semana. “Hoy por hoy no salgo a bailar, porque estoy muy dedicada a otras cosas. Antes al menos una o dos veces al mes organizábamos fiestas en distintas casas, pero eso ya no se da”, cuenta, y plantea otro punto en común entre los solteros de 40 consultados: ninguno sale a bailar.

NADA DE “SOLOS Y SOLAS”
“Me encantaría ir, pero no encuentro buenos espacios. Los lugares para mayores de 35 me deprimen soberanamente; yo no me veo como ese perfil de solas y solos. Si voy a los boliches de moda está lleno de modernitos asexuados, y yo la etapa de la modernidad cool ya la pasé. Prefiero ir a fiestas; por suerte, hace un tiempo están surgiendo otros lugares como Isabel o Pony Line, con una propuesta más divertida para los que ya dejamos de tener 30 hace rato”, sostiene Laura Marzoa.
Mariano, por su parte, tampoco encuentra boliches a su medida. “Quedan muy pocos de calidad en Buenos Aires. Dejé de ir a bailar porque no hay lugares que me parezcan buenos”, afirma. En este sentido, Lorena también es categórica: “No voy a bailar. Hace siete u ocho años que ese plan dejó de ser una salida”, afirma.
A Javier Bonifacini tampoco lo seducen esas pistas. “No voy a bailar; a veces en estas fiestas cuando la ronda de amigos se mueve no te queda otra que moverte un poco, pero la verdad no apuntamos a eso”, dice.
De lo que Javier está seguro es de que con sus amigos la pasa muy bien, e incluso se divierte más que en una salida en pareja. “Salgo cuatro veces por semana, tanto a comer a casas de amigos como a bares y restaurantes. Respecto del plan, ¡no hay ninguno! Lo bueno es cuando nos juntamos muchos amigos, no importa dónde o cómo terminemos, siempre la pasamos mejor que cuando la salida es sólo de a dos.”
Viven en el lugar que eligieron, manejan sus horarios sin dar explicaciones, salen cuando quieren a donde quieren, van a los mejores bares y restaurantes de la ciudad, y en el momento que encuentran un espacio en sus vidas profesionales organizan un gran viaje por el mundo sin tener que negociar el destino con “el amor de su vida”. O con los hijos.

¿SON FELICES?
Ante estos hechos, surge de manera natural una pregunta: ¿son felices quienes deciden transitar los cuarenta sin una vida familiar o de pareja?
“La felicidad es un acontecimiento subjetivo y uno va mutando, cambiando de elección acerca de cómo y con quién ser feliz. No necesariamente la felicidad pasa por estar en pareja: las estadísticas hablan de cuántas parejas no son felices juntas, así que el paradigma de la felicidad es de muy amplio espectro”, sostiene la licenciada Adriana Guraieb.
Bajando esta definición a tierra, y luego de haber escuchado los testimonios de varios solteros que rondan los cuarenta, podemos afirmar que su vida condice con gran parte de sus deseos, que están solos por elección y que en muchos casos no son padres o madres por mandato propio (“tener hijos no es fundamental”, coinciden todos). Y que si la felicidad depende en gran parte de lo que cada uno quiera hacer con su vida, ellos, decididamente, hacen lo que más les gusta. Aunque en muchos casos, si no todos, la pareja o la familia propia sea una cuenta pendiente.
LA NACION