Rabia y dolor: la historia de la nieta del criminal nazi de “La lista de Schindler”

Rabia y dolor: la historia de la nieta del criminal nazi de “La lista de Schindler”

Por Marina Artusa
Lo primero que reconoció fue el vestido de flores. “Era bastante exótico para la época y en la única foto que yo tenía de mi abuela ella estaba con ese vestido”, dice Jennifer Teege, la alemana que acaba de escribir su propia biografía – Amon. Mi abuelo me hubiera asesinado de un disparo–, un libro con un hallazgo histórico tan asombroso como insospechado: que el comandante nazi Amon Göetz, aquél conocido como “el carnicero de Plaszow”, cuya crueldad tan bien retrató Ralph Fiennes en la película La lista de Schindler de 1993, tuvo una nieta negra. Y que esa nieta es ella, una mujer de 43 años y casi dos metros de altura que nació del romance entre Monika –hija de Göetz y de su secretaria en el campo de concentración– y un estudiante nigeriano.
“Reconocí el vestido de flores de mi abuela en un libro de tapa roja que tomé de un estante de la biblioteca de Hamburgo por azar –dice Jennifer, que se dedica a la publicidad, está casada y es madre de dos varones–. Aquel día estaba recorriendo las secciones de Psicología e Historia. Sufrí depresión durante casi toda mi vida y buscaba algo para leer cuando un volumen de tapa roja llamó mi atención.” El título del libro, escrito por una tal Monika Hertwig –el nuevo apellido que usa la hija de Göetz–, era Debo amar a mi padre, ¿verdad?
“Lo empecé a hojear, vi fotos que me resultaban familiares, hallé los datos biográficos de mi madre y los de mi abuela. Cuando descubrí quién había sido mi abuelo, no pude volver sola a mi casa.” En esas páginas, Teege halló lo que su madre nunca le quiso confesar: que era nieta de Amon Göetz, un vienés que había nacido en 1908, que se había unido a los nazis en 1930 y que en 1943 había quedado a cargo del campo de concentración de Paszow, en la Polonia ocupada por los alemanes, donde se había hecho conocido por disparar a los judíos prisioneros desde su balcón. “Mi padre nazi disparó a mujeres con bebés en los brazos –admitió Monika en su libro–. Me atormenta pensar cuánto de él pueda haber en mí.” Cuando Jennifer nació, Monika la entregó en un hogar de niños y luego la dejó a cargo de una familia de crianza de Munich. “Mi madre venía a visitarme. También lo hizo alguna vez mi abuela. Pero nunca me hablaron de la historia familiar”, dice Teege.
La abuela, Ruth Irene Kalder, fue una ex actriz que se convirtió primero en secretaria y luego en amante de Göetz, que ya estaba casado y tenía tres hijos.
En 1944, las mismas SS lo apartaron de su cargo por el trato cruel que daba a los prisioneros del campo de concentración. Pero antes del juicio al que lo someterían las autoridades alemanas, los estadounidenses lo capturaron, lo procesaron y lo condenaron a muerte.
Amon Göetz fue ahorcado en 1946.
Su hija, Monika, tenía un año. Su viuda, Ruth, pasó el resto de su vida defendiendo su causa. Se suicidó con pastillas, en 1983, junto a un retrato de Göetz.
-¿Ni siquiera sospechó nada luego del suicidio de su abuela?
-Yo tenía diez años. Me enteré porque mi familia de crianza lo leyó en el diario. Nunca supe cómo murió.

-¿Tampoco cuando vio la película de Spielberg reconoció allí el apellido?
-En ese momento vivía en Israel. Estaba muy conmovida porque conocía a muchas caras del Holocausto. Jamás reparé en el apellido del personaje de Ralph Fiennes.

-Cuando descubrió la verdad. ¿Cuánto quiso saber acerca de su abuelo?
-Todo. El subtítulo de mi libro dice “Mi abuelo me habría asesinado de un disparo”. Y es obvio que habría sido así. Por el color de mi piel. No es lo que él hubiera esperado para una nieta suya.

¿Qué siente cuando piensa en quién fue su abuelo y en quién es su madre? ¿Rabia, dolor, pena?
De todo. Y me lo permito. Si no, esos sentimientos se transforman en un bumerang. Estuve furiosa, estuve triste. Estuve muy enojada con mi madre. Luego entendí quién es mi madre a partir de la madre que ella tuvo. Y creo que si no me lo contó fue para preservarme del dolor. He sufrido de depresión casi toda mi vida y la depresión comenzó a desaparecer cuando supe la verdad. Hoy, cinco años después, estoy recuperada. Entiendo quién soy y de dónde vengo.
Desde entonces, Jennifer visitó algunas veces el Museo Oscar Schindler, en Cracovia, y la villa familiar en Paszow, donde todavía está la casa que su abuela habitó con Göetz y desde donde el comandante disparaba a mansalva.

-¿Escribir el libro fue un alivio?
-Era importante para mí que el secreto familiar dejara de serlo, sobre todo por la historia que hay detrás. Tengo dos hijos que no quiero que crezcan con secretos en la familia. El secreto es tóxico. Por otra parte, es una historia pública, sobre un personaje público. Es un capítulo de la historia de Alemania.

-¿Le mandó una copia del libro a su madre?
-No. Digamos que en este momento estamos distanciadas. Pero la puerta está siempre abierta. Pero sí se lo mandé a mi papá. Y recibí una carta muy linda suya.

-¿Alguna vez pensó qué le habría dicho a su abuelo si lo hubiera conocido?
-Creo que no le habría dicho nada. Sólo le habría hecho una pregunta: “¿Por qué?”.
CLARIN