17 Jan ‘Mejor imposible’, dice Madoff desde la cárcel
Por Sital Patel
“Me complacerá que me visite” decía el correo electrónico que me llegó a mediados de año. Estaba firmado por Bernard Madoff.
Este mensaje llevó a una reunión de dos horas en mayo con el estafador más infame de Wall Street, quien señaló a otros y dijo que la pirámide financiera que mantuvo durante varias décadas no fue realmente su culpa. Se mostró desdeñoso respecto a los reguladores y a quienes lo delataron. A Harry Markopolos, el investigador de fraudes que alertó a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) sobre Madoff, lo llamó “idiota”.
La prisión federal en Butner, Carolina del Norte, parece más un pequeño campus universitario que un centro penitenciario. Una vez superado el control de seguridad, me saludó la directora de información pública de la cárcel, Angela Langley. Nos dejaron pasar por tres puertas metálicas que se abrían con un zumbido. Para llegar a la última, había que recorrer un largo y frío pasillo de colores neutros.
La oficial me dirigió hacia una sala grande que Langley me explicó se utilizaba para “actividades recreativas”. Había máquinas dispensadoras, libros y revistas.
El ex inversionista, de 75 años, entró luciendo unos pantalones y una camisa de poliéster beige con un cinturón de tela y sin ninguna señal de estrés. Durante la conversación hizo algunas bromas y dijo que tiene suerte de estar en Butner, ya que tiene una reputación de ser “muy relajada” y es como una especie de “campamento”.
“Mejor imposible”, dijo Madoff. Según él, la Oficina Federal de Prisiones de EE.UU. “te coloca donde sobrevivirás”.
Como reportero de MarketWatch (un portal de noticias financieras y del mercado de The Wall Street Journal), me puse en contacto con Madoff para escribir un artículo sobre la transparencia de Wall Street y su equidad para los inversionistas, y reflexioné recientemente sobre esa conversación conforme se aproximaba el quinto aniversario del momento en que el fraude quedó al descubierto.
Pero al margen de la transparencia y la imparcialidad, estaba claro desde el principio que Madoff quería justificar los actos que resultaron en su sentencia de 150 años en prisión. El ex inversionista asegura que se sintió “atrapado” en el fraude por otras personas y que siempre pensó que sería capaz de salir de ahí.
Sus inversionistas, señaló, eran “personas sofisticadas” y deberían haber sido más suspicaces.
“La gente me preguntaba todo el tiempo cómo lo hacía. Y yo me negaba a decírselo y aun así seguían invirtiendo”, cuenta.
Madoff insiste en que los bancos estaban al tanto de su fraude y fueron cómplices de su desfalco durante años. En un momento dado, cuando me estaba costando seguir la lógica en este punto, me arrebató la libreta de notas y escribió lo que quería decir.
Un factor que permitió que la pirámide financiera continuara durante tantos años, asegura, es que tenía mucha credibilidad en la industria. Mencionó muchos nombres y habló mucho del pasado, cuando figuraba en la élite de corretaje de Wall Street y era miembro de muchas juntas.
Madoff le resta importancia a la posibilidad de que las autoridades pudieran haberlo atrapado mucho antes si hubieran hecho caso de las advertencias de Markopolos, asegurando que es un “idiota” que le dio pistas malas a la SEC.
Su fraude persistió tanto, según él, porque los auditores no verificaron los activos de su firma. “Si me hubiesen chequeado, me habrían descubierto”, señala.
Después de que la estafa salió a la luz pública, Madoff me contó que escribió cartas a los ex miembros de la junta de la SEC, Arthur Levitt y Mary Schapiro, para pedir disculpas.
Pero también hizo hincapié en que ninguno de sus empleados, excepto Frank DiPascali Jr., sabía que estaba involucrado en una pirámide financiera ilegal. Falsificaban los libros contables, pero no estaban al tanto del fraude, señaló Madoff. DiPascali se declaró culpable y su testimonio continúa esta semana en el juicio de otros cinco empleados de Madoff. Todos se han declarado no culpables de participar en la estafa.
Madoff asegura que tanto los presos como los guardias de la cárcel le piden consejos de inversión. Incluso, en un momento dado, los prisioneros querían que dictara un curso sobre cómo invertir, pero dice que la prisión no lo permitió.
Durante la mayor parte de nuestra reunión, se mostró de buen humor. Dijo en broma que la prisión de su hermano Peter, en Carolina del Sur, era mucho mejor que Butner. Peter Madoff, sentenciado a 10 años de prisión por su participación en la estafa, se niega a hablar con él.
Nadie en su familia cercana le dirige la palabra, ni siquiera su esposa y ni su hijo Andrew, cuenta, y asegura que esa es la peor consecuencia de su condena. Mencionó brevemente a su hijo Mark, que se suicidó tras enterarse del engaño de su padre. Madoff asegura que siente lo que pasó pero no mostró ninguna emoción.
Los prisioneros pueden utilizar el teléfono durante 15 minutos a la vez y tienen un máximo de 300 minutos al mes, pero Madoff asegura que no usa su tiempo porque no tiene “con quien hablar”.
LA NACION