Los hechos, y no las palabras, mostrarán qué tan seria es la reforma de China

Los hechos, y no las palabras, mostrarán qué tan seria es la reforma de China

Antes del inicio del Comité Central del Partido Comunista que acaba de concluir en Beijing, los líderes de China prometieron drásticas reformas económicas. Algunos hasta compararon la importancia del plenario con la histórica asamblea del partido de 1978, en la que Deng Xiaoping introdujo reformas del mercado que sirvieron de base para los 35 años de extraordinario crecimiento.
La pregunta es si el liderazgo del Partido Comunista, conducido por el presidente Xi Jinping, ha cumplido con sus audaces promesas. Quienes quieren creer que China realmente entró en un impresionante nuevo período de liberalización económica se aferraron a una frase de la declaración de cierre: la promesa de que el mercado a partir de ahora jugará un rol “decisivo” en la conducción de la economía china.
Una valiente interpretación de esa palabra podría provocar una cascada de reformas de gran alcance. Si se liberaran las fuerzas del mercado en todo el sistema económico, se podría bien imaginar una liberalización de precios y de las tasas de interés, una eventual convertibilidad total de la moneda china y una drástica restricción del rol de las empresas estatales del país.
Sin embargo, la declaración proveniente del plenario no dio detalles de ninguna de esas reformas. No hay ninguna mención explícita a la reforma del sector financiero o cambios al sistema “hukou” de permisos de residencia, que convierte a muchos habitantes rurales en ciudadanos de segunda clase cuando se mudan a las ciudades. La promesa de fortalecer los derechos a la propiedad para los granjeros podría ser de amplio alcance. Pero parte de la declaración de cierre de la asamblea parecería decir que irán en la dirección opuesta a la idea de que los mercados de acá en más serán “decisivos”. Por ejemplo, el compromiso de “consolidar y desarrollar la economía estatal” indica que el rol de las empresas públicas será protegido y hasta ampliado.
Vale la pena recordar que tras el plenario de Deng en 1978, pasaron años antes de que alguien notara lo importante que fue. Quizás también tome tiempo desplegar el programa de Xi. Pero la rápida promulgación de ciertas medidas, como permitir a los campesinos vender o hipotecar sus terrenos, o liberalizar los precios de la energía, al menos daría una señal de su decisión de actuar. Una reforma sustancial a las empresas estatales tendría un impacto aún mayor.
Para que la próxima década sea fructífera, Xi y sus colegas deben lograr que la apertura de la que hablan se traduzca en acciones genuinamente decisivas.
EL CRONISTA