26 Jan La historia de Amorim, amante de García Lorca y supuesto custodio de sus restos
Por Natalia Páez
Del otro lado de la línea alguien le decía que podría haber dado con el cadáver de Lorca. No era una metáfora. Hablaba de los restos mortales del amado poeta andaluz asesinado en 1936 durante los primeros años de la Guerra Civil Española. Buscados desde la década del ’50 sin éxito por media docena de fosas, y de los que no se tiene rastro hasta el día de hoy. Esa era la medida del tentador desafío al que Santiago Roncagliolo, periodista, escritor peruano, nacido en Lima en 1975, se enfrentaría si decidía encarar la investigación que le proponían unos editores andaluces. Una bomba.
Le dijeron que tenían unos documentos reveladores respecto de una pista uruguaya: la de un amante de Federico García Lorca, el también escritor Enrique Amorim. Su diario, sus cartas, sus fotos y una extraña ceremonia realizada en Salto, en 1953, a orillas del Río de la Plata donde se levantó el primer monumento del mundo dedicado al granadino. Lugar en el que se enterró una misteriosa caja del tamaño de un osario mientras se representaban fragmentos de Bodas de sangre.
Roncagliolo había sido el elegido para hacerlo, por su fama de no temer a los temas que encienden polémicas acaloradas. Uno de sus libros de investigación periodística, La cuarta espada (la historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso) generó muchas discusiones y críticas. “Creo que me eligieron a mí porque saben que no le temo a las polémicas”, explicó a Tiempo Argentino.
Autor de elogiadas novelas como Pudor, llevada al cine, Abril rojo, premio Alfaguara 2006, y Tan cerca de la vida, el autor es hijo del canciller de Perú, Fortunato Roncagliolo, nombrado el año pasado por el gobierno de Ollanta Humala. Su trabajo ha sido traducido a dieciocho idiomas, y actualmente reside en Barcelona.
El resultado de su última gesta es El amante uruguayo (Punto de lectura). Cuatrocientas páginas que mantienen la atención en vilo con jugosas anécdotas no sólo sobre Lorca y su amante uruguayo, sino sobre todo el micromundo literario y artístico de la primera mitad del siglo XX en la región y sus principales figuras. Más allá del poeta, entre las páginas se encuentran jugosas anécdotas de, por ejemplo, Jorge Luis Borges, quien le dedicara a Amorin el cuento “El hombre de la esquina rosada”. También sobre Pablo Neruda, Oliverio Girondo, Norah Lange. Pero además, cuenta cómo Pablo Picasso fue ninguneado por el Partido Comunista y relata un encuentro en el que el uruguayo se hace pasar por Sartre para participar de una reunión entre Charles Chaplin y el pintor del Guernica.
Fueron más de dos años de viajes por España, Argentina y Uruguay; centenares de documentos, fotos, cartas, diarios, testamentos que acumulaba en su lugar de trabajo. “Los dos editores andaluces tenían la expectativa de encontrar el cadáver de Lorca y cambiar la historia”, explica.
“Si muero, dejad el balcón abierto”, dice uno de los poemas del granadino. Como si hubiera advertido el derrotero de sus restos en el final, deseó para sí mismo una tumba especial: “Enterradme con mi guitarra bajo la arena”, canta en uno de sus versos.
El libro de Roncagliolo es una rareza en cuanto al género de la investigación periodística. Disciplina que en casi su totalidad dedica libros a temas políticos, históricos, policiales o de hechos de corrupción. Pero el suyo hace investigación de un tema cultural.
Comienza describiendo la misteriosa ceremonia mortuoria, a orillas del río. Allí, cuentan los testigos, Amorim lucía “demacrado”, mientras se representaban los momentos más oscuros de la lorqueana Bodas de sangre (que, describe Roncagliolo, hizo llorar a unos rudos pescadores que pasaban por allí y pensaron que estaban enterrando a alguien). También había una lápida de tres metros por dos que incluía hasta una fuente de agua. Era el primer monumento en honor a García Lorca del mundo.
–Llama la atención que el título del libro no fuera por el lado del cadáver de Lorca y se haya centrado en la figura de Amorim.
–En un primer momento encontré que había muchos indicios de que estaba ese cuerpo ahí. Pero podíamos jugar todo a una carta y exponernos a un ridículo monumental si luego se comprobaba que no estaban. O podíamos escribir la historia de Enrique Amorim, un camaleón que se mueve por los intersticios de las vidas de grandes escritores españoles y latinoamericanos. Y de esa forma, será un libro que seguirá siendo legible aunque en Uruguay no estén los restos de Lorca.
–Amorin fue finalmente un gran farsante…
–Era un hombre que amaba a los artistas. Cambiaba de identidad para acercarse a ellos. Ocultó su homosexualidad casándose. Se hizo pasar por Sartre para colarse en una reunión entre Chaplin y Picasso. Y nos dejó todos los indicios para decirnos que él había rescatado los restos de su amante, García Lorca, dentro de una caja con las proporciones de un osario. Pero también dejó muchos indicios falsos… hasta llegó a decir que fue por una charla que Lorca tuvo con él en la Gran Vía de Madrid, que su verdugo, que los escuchaba unos metros detrás, decide finalmente asesinarlo.
–Son los secretos de alguien que estuvo casi de fisgón.
–Para mí, la historia de Amorim es la historia de alguien que vio cómo se transformó la historia del siglo XX, la del Buenos Aires glamoroso de los años ’30, bastante apolíticos entre los escritores. De repente, matan a Lorca. Han matado a uno de ellos. Luego, la Segunda Guerra Mundial, les han mandado tomar posición. La historia del siglo XX arrastra a los artistas. Contamos misterios y secretos desde el segundón, el que no sale en las fotos.
–¿No se tentó con pedir a la Intendencia de Salto que excaven en el monumento a Lorca?
–A mí me gusta que esto sea un misterio. Creo que el libro es mejor así. Se sabe cómo murió Lorca y quién lo mató. Yo, en lo particular, no necesito saber por dónde entró la bala. La familia de García Lorca no quiere saber dónde está, se ha negado a buscarlo. Yo creo que si tú se lo pides a la Intendencia, tendrán que decirte que sí.
TIEMPO ARGENTINO