El amor en la madurez

El amor en la madurez

Por Marcelo Stiletano
El 8 de septiembre, en Toronto, cuatro talentosas mujeres del cine celebraban con franco regocijo el estreno mundial de una película atípica, que se anima a reírse de las cosas que les ocurren a personas de entre 40 y 50 años. Con la resignación en una mano y la esperanza en la otra, Una segunda oportunidad (Enough Said) es una rara exploración para los estándares actuales de Hollywood de lo que enfrenta una generación expuesta a la soledad, a las frustraciones amorosas o laborales y a la sensación de tiempo derrochado en el momento en que los hijos están a punto de dejar el hogar.
Pero en un momento, frente a la prensa internacional, a esas cuatro mujeres (la directora Nicole Holofcener y las actrices Julia-Louis Dreyfus, Catherine Keener y Toni Collette) no les quedó otra que dejar la risa de lado y acercarse al otro elemento clave de la película que se estrenará este jueves: la lágrima. Detrás de ellas, en el salón principal de conferencias del Festival de Toronto), el cartel de Una segunda oportunidad mostraba a su pareja protagónica: Dreyfus y James Gandolfini, que dejó como legado esta película y otro título inédito ( American Rescue ) antes de su sorpresivo fallecimiento en Roma, a los 51 años, el 19 de junio pasado.
“No necesitamos hablar de esto”, dijo casi al pasar Holofcener cuando la moderadora de la rueda de prensa invitó al cuarteto a evocar al gran actor desaparecido, puntal del film que estamos por conocer. En todo momento nadie se animó a mencionar por su apellido al añorado actor. Para todos allí era solamente “Jim” y así aparece en los títulos finales, con una mención a modo de dedicatoria.
“Nos encontramos por primera vez hace un par de años para hablar de otro proyecto -comenzó la directora- y allí Jim me confesó que era fan de mis películas, algo que ni siquiera imaginaba. Enseguida me di cuenta de que los dos teníamos un sentido del humor muy parecido. Cuando elaboré esta película me di cuenta de que era perfecto para el papel y cuando se lo comenté me dio la impresión de que hacía tiempo que estaba buscando un personaje como el de Albert.”
Holofcener encontró en Gandolfini a una persona “encantadora y llena de frescura”. Alguien que encaró su compromiso en Una segunda oportunidad comportándose “como un clown en el mejor sentido de la palabra”. Un equilibrio perfecto, en sus palabras, entre “atención, seriedad, responsabilidad profesional y la actuación misma, propia de un payaso tonto, ingenuo y muy gracioso”.
Dreyfus definió a Gandolfini como “uno de los grandes actores estadounidenses de los últimos tiempos” y dijo, sin temerle al lugar común, que haber trabajado con él fue como un sueño. “Tuve un par de privilegiados momentos en el rodaje que me llevaron a decirme: «¡No puedo creer que este rostro me esté mirando! ¡Y qué rostro!». Como dijo Nicole, Jim era una persona extraordinariamente comprometida con su trabajo. Se le notaban todas sus inseguridades y eso lo hacía perfecto para el papel. Nos fuimos conociendo y comunicando cada vez mejor mientras la película avanzaba. Fue un viaje maravilloso que jamás olvidaré”, expresó.
En ese momento, señalando a Dreyfus, Holofcener recordó que Gandolfini tenía cierto temor antes de rodar porque no sabía si podría adaptarse (con el apuro que requería el rodaje) al exacto timing de comediante que caracteriza a la ex integrante del equipo de Seinfeld y actual protagonista de la serie Veep. “Jim improvisó mucho para sumarse a esa línea, y una vez que sintió que todos apreciaban y reconocían de verdad quién era, además de todo lo que aportaba al trabajo en el set, se relajó definitivamente, dejó de lado los temores y se mostró tal cual era, divertido a su manera. Que no es a lo mejor la nuestra. Alguien tan dulce, tan sensible, tan emotivo. Todos lo vimos llorar en la escena de la cocina”, agregó la directora.
Para Holofcener, el abrupto final de la vida de Gandolfini (fallecido a raíz de un ataque cardíaco durante unas vacaciones que pasaba en la capital italiana) pone en juego preguntas fuertes e intensas sobre legados, herencias, el significado del paso del tiempo y “la sensación de que todo pasa muy rápido mientras estamos aquí”. La realizadora confesó que los personajes de sus películas evolucionan y muestran las huellas de la vida del mismo modo en que ella también vive esas experiencias. “No podría haber escrito Una segunda oportunidad a los 20 años”, admitió.
“Ahora mismo recuerdo que cuando tenía 49 años estaba obsesionada, asustada, preguntándome qué sería de mí a los 50, qué me va a pasar. No podía dormir pensando en eso. Y cuando pasé ese cumpleaños respiré aliviada y me dije: «¡Guau! Sigo acá, estoy viva, todavía valgo»”, dijo al final, cuando volvieron las sonrisas a la mesa.
LA NACION