Un gran campeón

Un gran campeón

Por Francisco Schiavo
Tiembla, pero no por miedo, es emoción. Las lágrimas no están vinculadas con la angustia, tienen que ver con eso que puede generar la pasión por unos colores. Late con fuerza el corazón y no son nervios, o sí, un poco, aunque en realidad galopa intenso por ese deseo cumplido. Cosquillea el estómago, sí por emoción. Lanús es el dueño de la Copa Sudamericana y su pueblo siente que le explota el pecho. Y está bien, porque detrás de esas sensaciones también existen muchos motivos menos calientes, pero tan valiosos… Es la reinvindicación de un estilo, es la traducción de un proyecto puesto en un título, ese que se debía para consolidar la ida. Es el mejor caso testigo de que es posible llegar a la cima desde el orden y el cuidado de una institución. El Sur grita con fuerza. El 2-0 en la Fortaleza tras el 1-1 en San Pablo, impulsa esa palabra que suena dulce, encanta oídos, que afloja los pies y confunde los sentidos: ¡campeón!
Sabía el equipo de los Barros Schelotto, desde el arranque, qué pretendía y no es patrimonio de muchos equipos eso de tener clara su misión. Era una final, ante un equipo brasileño, Ponte Preta, recientemente descendido, pero brasileño… Los últimos 90 minutos de una aventura internacional que podía entrar en la historia del club, que ocuparía un lugar de privilegio en la vitrina y que acompañaría a la extinta Conmebol de 1996 y al Apertura 2007.
No se trataba de un juego más, era necesario saber manejar el clima, poner la cabeza fría, aún cuando había una ciudad que destilaba ansiedad. También era imprescindible dejar la piel en el campo y en ese escenario aparecieron los soldados indicados: Goltz, Izquierdoz, el Pulpo González, Ayala y Silva. Ellos resultaron la usina, el motor. Todos aportaron lo suyo, porque Blanco ofreció experiencia y una buena lectura en el área para marcar el segundo gol, Somoza sumó con su presencia y hasta los destellos de Junior Benítez fueron determinantes: con un taco suyo nació el primer tanto, el de Ayala, el que hizo hervir la sangre por primera vez en la noche.
Compacto, sólido, una imagen de aplomo fue la que exhibió Lanús y que le sirvió para desactivar una estrategia muy típica en un certamen internacional y como visitante: esperar y salir rápido de contraataque. Y por qué habría de cambiar Ponte Preta, si en todo el certamen se aferró a esa idea y dejó a casi todos en el camino: ganó, fuera de Brasil, tres de los cuatro juegos previos a esta final.
Pero tampoco se dejó intimidar el conjunto argentino por las estadísticas, supo cómo debía absorber cada presión, cada tensión. Y es indudable que desde el banco de los suplentes también existe una cuota parte de todo lo que produjo anoche, en realidad, todo lo que ofreció en el certamen. El lomo curtido de Guillermo por todo lo que ganó internacionalmente como jugador y lo que incorporó Gustavo cuando era ayudante de Gregorio Pérez, les permitido transmitir cómo se debe jugar una definición de un torneo continental, el primero para los Mellizos como DT.
Y no es un detalle menor eso de conocer cómo se disputan esta clase de partidos, porque Lanús, en la parte final, manejó el desarrollo con una autoridad envidiable. Un paso seguro y firme, el paso de un campeón genuino. Y hasta alguno se anima a pensar que se puede prolongar todo en el torneo Inicial… ¿Y por qué no? Si ya es un gran campeón.
LA NACION