05 Dec Turismo extremo: la guerra como atracción
Por Emma Jacobs
Rick Sweeney recientemente organizó un viaje para un pequeño grupo de turistas. La logística ya se había planificado. Volarían a Turquía y viajarían por tierra a su destino: Siria. A último momento decidieron cancelar el viaje. No a causa del peligro – a pesar de que, según se dice, más de 100.000 murieron como resultado de la guerra civil. Sino porque los operadores turísticos con sede en Estados Unidos temían ser incluidos en una lista negra del gobierno por colaborar con Al Qaeda.
Si eso sucediese, Sweeney y los otros fundadores de la agencia de turismo Warzone Tours no podrían hacer su trabajo de organizar viajes a destinos tales como Mogadiscio y Bagdad ni desempeñarse como contratistas privados para brindar protección a ejecutivos y políticos.
Sweeney es parte de un grupo nicho de guías turísticos que llevan a los viajeros lejos de las playas de Benidorm, a países que sufrieron o están inmersos en conflictos. Su empresa se ubica en el extremo más costoso y aventurero -algunos dirían imprudente y temerario -del espectro. Un turista que quiera realizar un viaje hecho a medida a Bagdad con su agencia debe pagar hasta u$s 40.000.
Warzone Tours se promociona como una agencia de “viajes extremos”, que llega a lugares donde existen conflictos armados. El sitio web de la agencia muestra soldados, un auto en llamas y tiene un sonido de fondo de explosiones y gritos.
A Sweeney, de 49 años, quien desde hace 25 años trabaja en el ejército y en el área de seguridad se le ocurrió la idea de crear una agencia de viajes cuando lo destinaron a zonas de conflicto en el exterior. “Pasé un tiempo en Bosnia e Irak y había muchos lugareños con los que quería conversar y sitios de importancia cultural que no pude visitar”, dijo Sweeney.
El empresario les propuso la idea a algunos clientes potenciales y el entusiasmo que éstos mostraron lo convenció de que existía un mercado nicho para aquellas personas con ganas de visitar lugares que estuvieron en conflicto o actualmente lo están. Entonces, en 2008 se lanzó Warzone Tours.
El cliente típico, comentó Sweeney, es alguien que nunca trabajó en el ejército o en el área de seguridad pero que “ganó suficiente dinero y ahora tiene los medios para hacer algo aventurero que no pudo hacer durante su vida laboral”. La mayoría de sus clientes son empresarios de mediana edad que ganan bastante más de u$s 100.000. Aunque recuerda a una mujer que compró un viaje a Irak como regalo para su padre de edad avanzada. “Quizás quería recibir su herencia antes”, bromeó Sweeney.
La seguridad representa el mayor costo para los turistas. Pero es un precio que vale la pena pagar, según Sweeney, quien envía un equipo de contratistas privados de seguridad de antemano y contrata guardias locales de confianza. Lo que mayormente hacemos es logística y planificación. Eso cuesta dinero. Si llevo a un ejecutivo a México a visitar su fábrica, no requiere tanta seguridad como nuestros [turistas], explicó el agente de viajes.
Los verdaderos turistas a zonas de guerra, dijo, son individuos que generalmente van a las zonas de conflicto solos. Existen muchos rumores sobre personas que se hacen pasar por periodistas para estar en el frente de batalla. En el conflicto sirio se dice que una mujer quería casarse con un soldado del Ejército Sirio Libre, otra que recién había terminado una relación amorosa quería que la asesinaran y dos estudiantes simplemente querían tener el derecho de jactarse de aparecer en una foto sosteniendo una AK-47.
Sweeney se muestra indiferente ante los peligros de Bagdad o Mogadiscio (tanto EE.UU. como el Reino Unido advierten no viajar a Irak y Somalía). “Es probable que los turistas piensen que es más peligroso de lo que realmente es. Han habido disparos cerca o un coche bomba. Nada hacia nosotros”, comentó el agente de viajes con aire despreocupado.
La idea del turismo en zonas de guerra no es del agrado de James Willcox, un británico de 35 años que ayudó a dos agentes de viajes, uno de Afganistán y el otro de Pakistán, a crear Untamed Borders en 2006. A diferencia de Sweeney, Willcox no tiene experiencia militar o en seguridad, pero viajó por Asia central cada vez que pudo. “Viajar es mi carrera”, señaló Willcox, quien organiza viajes a las cuevas de Bamiyán, donde los talibanes destruyeron enormes estatuas de Buda.
“Turistas de guerra, turismo oscuro, lugares macabros, tours militares son términos que tratamos de evitar porque no transmiten una idea clara de lo que hacemos”, dijo Willcox. Sin embargo, el guía mencionó que a las personas que viajan con él les gusta fotografiar tanques rusos quemados en Afganistán y el lugar donde fueron cayeron los helicópteros estadounidenses Black Hawk en la capital somalí en 1993.
El grueso de su trabajo consiste en organizar y supervisar viajes a Afganistán, especialmente expediciones de trekking al corredor de Wakhan. Las provincias de Kandahar y Helmand no están en el itinerario pero Willcox lleva a los viajeros a Kabul (a donde llegan por aire).
“La gente supone que es una zona de guerra. Hay 6 millones de personas que van a trabajar todos los días en Kabul y no les pasa nada. El miedo no es proporcional al riesgo”, comentó el guía británico.
Los dramáticos informes televisivos y de la prensa escrita, señaló Willcox, distorsionan la realidad de la vida de todos los días. “Durante los disturbios que tuvieron lugar en Londres en 2011 recibí llamadas, mensajes de texto y correos electrónicos de personas de Grozni, Kabul, Peshawar y Mogadiscio preguntándome si estaba bien. Veían fotos de Londres en llamas y pensaban que podría estar en problemas”.
Nicholas Wood, ex corresponsal del New York Times en los Balcanes, quien creó la empresa Political Tours en 2011 también opina que la noción de turismo de guerra es de mal gusto. Su firma lleva grupos a Libia, Corea del Norte e incluso a la ciudad de Londres, afectada por la crisis financiera.
“Hacemos hincapié en que la gente conozca la zona. Sacarlos de la burbuja de los museos”, dijo Wood.
Después de que el embajador estadounidense en Libia fue asesinado en Bengasi en septiembre del año pasado, Wood decidió que el país resultaba demasiado inestable para los turistas. “Tengo una responsabilidad moral para con los clientes de no exponerlos al peligro”, comentó el ex corresponsal. Tampoco quiere fomentar los gustos de aquellos que desean presenciar el combate en vivo y en directo. Admite, sin embargo, que los corresponsales de guerra sienten “emoción y adrenalina cuando cubren conflictos” aunque señaló que “adular a los corresponsales como si fuesen héroes interfiere con la noticia”, agregó Wood.
Geoff Hann también creó una empresa que organiza viajes destinados a aquellos que quieren explorar Afganistán e Irak. Hann, quien fundó Hinterland Travel hace 30 años, dijo que al negocio nunca le ha ido mejor, gracias al atractivo generado por internet. Teme no poder encontrar a alguien con la adecuada combinación de habilidades para ayudarlo. Él habla algo de árabe y tiene conocimientos rudimentarios de pashto y farsi. En general se maneja hablando un “inglés simple lentamente”.
EL CRONISTA