Mutación discográfica

Mutación discográfica

Por Carolina Malet
La llegada de las nuevas tecnologías reconfiguró el mapa de las relaciones industriales, comerciales y personales en todo el mundo. El principal cambio que vivió la creación artística en todos sus ámbitos fue la posibilidad de digitalizar sus expresiones, transformándolas en contenidos para la nueva era. Este nuevo escenario generó un apasionante espacio de convergencia entre los creadores y los proveedores de tecnologías que permiten dar vida a la red. Surgieron así nuevas propuestas artísticas, modelos de negocios y más audiencias, y con ellas, la piratería.
Lo primero que apareció fue la copia digital, que puso fin a la era de los cassettes: el CD ofrecía la posibilidad del copiado y a la vez permitía a las discográficas sacar todo su catálogo en un nuevo formato. Luego, el proceso se agudizó cuando apareció el MP3. “La industria no fue inteligente, y aún hoy es tremendamente difícil concertar, en conjunto, estrategias a largo plazo. Pero a un paciente en agonía le resulta difícil proyectarse a futuro”, asegura el periodista Sergio Marchi. Y agrega: “El factor esencial de este cambio es tecnológico, pero también la mala prensa de la industria discográfica, justificada en muchos casos, debe haber jugado un papel importante”.
Fernando López Rossi, compositor y productor de grandes éxitos como Bandana y Mambrú, cuenta que a principios de la década del ’90 uno podía intentar producir toda dase de discos. Si era exitoso, los beneficios eran muchos, pero si no, se continuaba intentando. “Era un negocio en plena expansión. Hoy, en cambio, al no haber tantos artistas rentables, no podemos permitimos fallar”. El artista aparece en este eslabón como uno de los principales damnificados. Para el cantante rosarino Pablo Dacal, esto siempre fue así. “El cambio que se está generando tiene que ver con un mayor control de los autores sobre su obra, una comunicación más directa con el público y una subjetividad cada vez mas desarrollada”, indica. Sergio Munich, bajista de la banda Infierno 18, se considera amante de los CD y asegura que sigue comprando los discos de Blink 182 y Metallica durante sus giras. Sin embargo, reconoce que la venta de discos se hace cada vez más difícil: “El único que compra copias originales es el fanático de una banda que quiere tener todo, si no, la mayoría baja música de Internet”. No obstante, la mayor pérdida de rentabilidad corre por cuenta de las discográficas. “Cuando se quiso crear una tienda digital en la Argentina, había que vencer tantas resistencias, trabas y curros que el negocio terminaba por no ser viable”, afirma Marchi, y señala: “La gente piratea porque siente que no le quita tanto al artista. El artista recibe y le roban poco; a la industria le duele más”. Por su parte, Javier Delupí, director ejecutivo de CAPIF (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas), cree que se debe establecer reglas claras para el desarrollo de todos los actores que participan, el respeto al trabajo y el aporte de cada uno en este ámbito.
La piratería digital produce una pérdida masiva en los ingresos de la industria de la música, afectando empleos y yendo en deterioro de nuevos productos. Según indica CAPIF, en la Argentina la venta ilegal de música en soportes no autorizados continúa siendo el principal obstáculo para el crecimiento del mercado del CD. Se calcula que el 60% de este mercado corresponde a ventas ilegales y comprende dos segmentos: celulares e Internet. Además, la música nacional es la que más afectada se ve por la piratería, ya que casi un 50 por ciento de las ventas ilegales corresponden al repertorio local, favorito por el público en comparación con otros. Así, se da un doble efecto negativo: por un lado genera pérdidas económicas para sus creadores; y por el otro, no alienta la creación ni la promoción de consagrados o nuevos talentos. “Trabajamos activamente en campañas educativas y de concientización, impulsando distintas acciones que tienen como objetivo difundir un mensaje positivo de revalorización de la música legal. Buscamos lograr beneficios impositivos para el sector, que alienten a los sellos a continuar produciendo e invirtiendo en nuestros artistas”, manifiesta Delupí.
Si la industria termina por derrotar a la piratería, el consumidor estará a su disposición; si la piratería es imparable, la industria y los artistas correrán peligro, sobre todo porque la industria se está metiendo de lleno en la otra fuente de ingresos de los artistas: los conciertos. Esta es una de las principales maniobras en las que se concentraron las discográficas para no perder la rentabilidad y, según cuenta Miguel Ángel Motta, trabajador de Warner, Madonna fue una “visionaria” al respecto: “Ella se fue de la productora porque entendió, antes que los demás, que el negocio estaba en los shows más que en los discos”, señala. Sergio Munich agrega: “Tu primera carta de presentación es el CD, pero luego la gente evalúa tu performance en vivo. Es cierto que hoy el ingreso mayor de los músicos son los shows, sin embargo, el disco sigue siendo fundamental para el desarrollo de un artista”.
Como primera medida, algunas firmas se fusionaron y trataron por todos los medios de reducir sus costos fijos. Hasta que luego se empezaron a firmar los denominados “contratos 360o”. “El artista vende el alma a la productora, que se encarga no sólo de los discos, sino también de los recitales, el merchandising y cualquier otra actividad que genere ingresos”, explica Motta. Las grandes compañías con catálogos prestigiosos optaron por una vía más estratégica: remasterizar discos de artistas legendarios, lo que no sólo mejora el sonido notablemente, sino que también ofrece un formato atractivo para cualquier fanático o coleccionista. Por último, las licencias web de radios, canales de videodips, proveedores de música ambiental y musicalizadores de eventos también fueron generadores importantes de ingresos para la industria, adquiriendo cada vez más impulso.
Las compañías discográficas están en un proceso de mutación total. No queda ninguna parte de la estructura que no esté en un proceso de convulsión y adaptación a algo nuevo, que todavía tampoco está definido totalmente. Para muchos artistas y productores, se puede barajar dos opciones para mejorar el mercado. Por un lado, bajar los costos del proceso de la creación de un disco, para que pueda tener un precio más razonable que convenza a la gente de comprar el original. O bien, que se permita vender mucha música digital por un precio muy barato, dado que ello, sin gastos de fabricación del objeto, implicaría bajar drásticamente el importe al consumidor. Sin embargo, Marchi se cuestiona: “¿Querrán reducir un monstruoso margen de ganancia? Sabemos que la avaricia de la industria no tiene límites”.
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