Madiba, el nieto de un rey tribal que derrotó al apartheid con la fuerza de la no violencia

Madiba, el nieto de un rey tribal que derrotó al apartheid con la fuerza de la no violencia

Por Manuel Alferi
La figura de Nelson Mandela creció como nunca mientras el líder negro pasaba penurias en una oscura celda sudafricana. En las sombras de la cárcel y sin más contacto verbal que con algunos policías, Mandela se convirtió en el símbolo nacional e internacional de la lucha contra el apartheid. Fueron 27 años tras las rejas: un castigo que el héroe thembu debió sufrir por ponerse al hombro la resistencia contra el régimen separatista que gobernaba su país y pronunciarse a favor de la igualdad racial y la democracia. Los miles de días de prisión dejaron una huella imborrable en el cuerpo de Mandela y, según sus médicos, tuvieron mucho que ver con su muerte. Pero no transcurrieron en vano y aquellas banderas que lo llevaron a la cárcel fueron, justamente, las mismas que más tarde lo convertirían en el hombre más importante de la historia sudafricana.
La leyenda comenzó el 18 de julio de 1918 en Mvezo, un pequeño poblado de sólo 300 habitantes. Allí nació Rolihlahla Dalibhunga Mandela, hijo de Henry Mgadla Mandela, un consejero principal de la casa real Thembu, y Nonqaphi Nosekeni Fanny. Tuvo 12 hermanos y fue nieto del rey Ngubengcuka, aunque nunca gozó de derechos dinásticos. Su padre, Henry, ejerció como jefe local en Mvezo hasta que fue destituido por el gobierno de la flamante Unión de Sudáfrica.
A mediados de los años ’20, la familia se trasladó hacia una aldea cercana, Qunu. Henry falleció en 1928, a los 48 años, víctima de la tuberculosis. Con sólo nueve años, Mandela quedó al cuidado del regente de los thembu, David Jongintaba Dalindyebo. El joven recibió educación primaria en una misión wesleyana (metodista) próxima al palacio de su padrino adoptivo y en el Clarkebury Boarding Institute de Engcobo. Allí, una profesora británica lo bautizó Nelson y comenzó a utilizar el apodo Madiba, un título honorífico otorgado por los ancianos del clan homónimo de la etnia xhosa.
Mandela cursó los estudios secundarios en la Healdtown Methodist Boarding School de Fort Beaufort, donde conoció a quien más adelante sería un fraternal compañero en la lucha por la libertad: Oliver Tambo. Después de finalizar la secundaria, comenzó a estudiar en el Colegio Universitario de Fort Hare para obtener su título de Bachiller en Artes. Allí fue elegido como miembro del Consejo de Representantes Estudiantiles, de donde sería expulsado por participar en una huelga estudiantil.
En esa época, al enterarse de que su padrino le había arreglado un matrimonio tribal, Mandela le robó algunas piezas de ganado y, con el dinero obtenido, en 1941 se fugó a Alexandra, uno de los populosos suburbios de Johannesburgo. Un año más tarde se graduó como abogado en la Universidad de Witwatersrand. Mientras, se ganaba la vida como vigilante de una mina de oro y como oficinista en un estudio jurídico.
En plena Segunda Guerra Mundial, Madiba comenzó a militar en el Congreso Nacional Africano (ANC), una organización nacionalista fundada en 1912. En 1948, después de la creación del Partido Nacional Sudafricano –que desde el gobierno mantendría la política de segregación racial conocida como “apartheid”–, Mandela cobró importancia dentro del ANC. Especialmente, en la Campaña de Desobediencia Civil de 1952 y en el Congreso del Pueblo de 1955, que adoptó como bases programáticas los lineamientos expuestos en la “Carta de la Libertad”, elaborada por la Alianza de Congresos Sudafricanos en abierto rechazo al apartheid y caracterizada por un lema fundamental: “Que el pueblo se gobierne.”
Junto con otros compañeros y bajo el liderazgo intelectual de Anton Lembede, Mandela trabajó para la transformación del ANC –que hasta entonces había expresado sus reivindicaciones exclusivamente en el ámbito parlamentario– en un movimiento de masas con un programa de exigencias más firmes al gobierno sudafricano. Con ese objetivo, puso en marcha la Liga de la Juventud del Congreso Nacional Africano (ANCYL), de la que Mandela fue elegido secretario. En el ámbito privado, Madiba y su colega Oliver Tambo manejaron un despacho de abogados que proporcionó consejos legales de bajo costo a muchos sudafricanos negros que, de otro modo, no habrían conseguido la ayuda que necesitaban.
Siguiendo la inspiración y los métodos de resistencia no violentos expuestos por Mahatma Gandhi, Mandela llevó adelante un programa político inspirado en la lucha de la minoría india y de los mineros negros, que contemplaba el llamamiento a la huelga general, la desobediencia civil y la no cooperación. También reclamaba demandas políticas y sociales sobre la igualdad jurídica de los ciudadanos negros, la formación de un parlamento representativo basado en el principio democrático de “un hombre = un voto”, una redistribución más justa de la tierra y la eliminación de las barreras a la educación de los jóvenes negros.
Al mismo tiempo, Madiba reconoció la necesidad de formar un frente multirracial, que no fuera exclusivamente negro y que incluyera a otros grupos políticos de resistencia para oponerse al apartheid y a la dictadura de la minoría blanca. Para impulsar esa empresa, Mandela y su círculo organizaron la Alianza del Congreso. En junio de 1952, el partido le encomendó la divulgación por todo el país de la denominada Campaña de Desafío a las Leyes Injustas, una movilización de masas que Mandela condujo en la calle con la consigna de no provocar acciones violentas.
Por su lucha a favor de la igualdad de derechos, el 5 de diciembre de 1956 fue arrestado por el gobierno sudafricano. Permaneció en la cárcel, junto con 150 compañeros de lucha, hasta 1961, cuando fue declarado inocente. Una vez liberado, Mandela encabezó el comando “Umkhonto we Sizwe” (“Lanza de la nación”), el brazo armado del ANC, contra las autoridades sudafricanas y el régimen separatista. Fue considerado terrorista por el gobierno y también por la ONU. En un viaje secreto por el continente, mantuvo contactos con otros referentes de la resistencia y decidió la reorganización de los elementos nacionalistas africanos.
Pero en 1960 fue encarcelado nuevamente. En esta ocasión, tras la matanza de Sharpeville, Transvaal, cuando la policía disparó indiscriminadamente contra una multitud de manifestantes y mató a 69 personas. La represión cayó sobre Mandela y cientos de militantes del movimiento de liberación negro. En marzo de 1961 su caso fue revisado y Mandela quedó exonerado de la acusación de participar en actividades terroristas. Sin embargo, en agosto de 1962, estando prófugo de la justicia, fue detenido otra vez. Pasaría 27 años encerrado.
A medida que transcurrían los años, las presiones locales e internacionales sobre el gobierno de Sudáfrica para dejar a Mandela en libertad se hicieron cada vez más fuertes. El 5 de julio de 1989, en una reunión sin precedentes, Madiba fue invitado a tomar el té con el presidente Botha en su residencia en Ciudad del Cabo. El encuentro secreto discurrió con cordialidad y, aunque no se llegó en él a ningún acuerdo sustancial, marcó el principio del deshielo. Semanas más tarde, el 15 de agosto, enfermo del corazón, Botha cedió la presidencia del país a Frederik de Klerk. Sudáfrica se embarcó en una serie de reformas que terminaron liquidando el apartheid y el flamante mandatario anunció la liberación de Mandela el 11 de febrero de 1990.
En esta nueva etapa, Mandela renunció a la lucha armada, a la que consideró una “acción puramente defensiva frente a la violencia del apartheid”. En 1991, el líder fue elegido finalmente presidente ejecutivo del ANC.
Tres años más tarde, y después de ganar el Premio Nobel de la Paz –uno de los 250 premios y reconocimientos internacionales que recibió a lo largo de cuatro décadas de lucha–, Madiba fue elegido presidente nacional. El 9 de mayo de 1994, la Asamblea invistió a Mandela como flamante mandatario de la República y al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales, tomó posesión del cargo con mandato hasta 1999.
En el quinquenio presidencial, Madiba aseguró el total respaldo internacional; implicó a las élites blancas en la normalización del país; y desarmó, con más rapidez de lo esperado, a la extrema derecha racista, que se automarginó completamente del escenario político. El líder logró construir una política de reconciliación entre la mayoría negra, que fue oprimida en el apartheid, y la minoría blanca, que se mostraba temerosa de un posible revanchismo por parte del nuevo gobierno.
Además, el ANC hizo suyos los principios de la democracia parlamentaria, con libertad de prensa, un poder judicial independiente y el marco jurídico que brindaba una de las constituciones más progresistas del mundo. Sin embargo, no logró avances significativos en la lucha contra el SIDA –una de las banderas del por entonces presidente–, ni realizó una profunda redistribución de la riqueza.
En la primavera de 1999, ya alejado del poder, pero no de la vida política, Mandela continuó su labor pública en diferentes fundaciones e instituciones humanitarias. El ex presidente se volcó a las acciones caritativas y formativas, y apoyó campañas desarrolladas por otras fundaciones y ONG. El SIDA fue una de las máximas preocupaciones de Mandela desde que dejó la presidencia. A los 86 años habló sobre la necesidad de “dar publicidad a esa enfermedad y no esconderla, porque la única manera de convertirla en una enfermedad normal, como la tuberculosis o el cáncer, es decir abiertamente que alguien ha muerto de sida, y así la gente dejará de considerarlo algo extraordinario”.
Entre 2002 y 2004, Mandela también criticó duramente la política exterior de la administración de George Bush en Estados Unidos por su estrategia belicosa en Irak. El ex presidente arremetió contra la Casa Blanca por lanzar la invasión del país árabe a espaldas de la ONU e instó a la comunidad internacional a parar la guerra.
La salud de Mandela comenzó a decaer ya en julio de 2001, cuando le diagnosticaron un cáncer de próstata. La dolencia fue curada tras siete semanas de tratamiento con radioterapia, que concluyó de manera satisfactoria.
Pero los problemas de salud regresaron después de una década. Con 95 años y después de varias internaciones, Nelson Mandela murió ayer por una infección respiratoria. Los médicos que lo trataron sostuvieron que la insuficiencia pulmonar presentada por el ex presidente estuvo vinculada directamente a una tuberculosis mal curada en los angustiosos años de prisión. Por lo visto, ese período de oscuridad nunca dejó en paz al legendario líder.
TIEMPO ARGENTINO