El legendario ladrón Ronnie Biggs murió en Londres a los 84 años

El legendario ladrón Ronnie Biggs murió en Londres a los 84 años

Por Juan Alonso
Qué otra cosa puede ansiar un hombre que morir cumpliendo sus deseos. Ayer falleció en Londres el último exponente de una raza de ladrones atípicos. El inefable Ronnie Biggs, que participó en el asalto al tren de Glasgow, Escocia, en agosto de 1963, protagonizó una espectacular fuga de la cárcel y una huida a Brasil –donde vivió 36 años– dejó la ambición del mundo para siempre. Tenía 84 años.
Su banda atracó hace 50 años un tren postal de la empresa Royal Mail, que transportaba 120 bolsas repletas de libras esterlinas, cuyo botín hoy está valuado en unos 30 millones de euros. La última vez que apareció en público dijo que no estaba arrepentido de haber cometido uno de los robos más famosos del siglo XX. “Si me preguntan si me arrepiento de ser uno de los ladrones del tren, mi respuesta es no”, respondió. Sólo se arrepintió de haber herido al conductor del tren que dos meses después del asalto murió. La vida de Biggs fue una hilarante novela negra. El 8 de agosto de 1999 celebró sus 70 años en una “pool party” en Brasil a la que acudió un grupo de ladrones famosos, entre ellos, su admirado Bruce Reynolds, su jefe en el ’63.
Luego se quedó sin dinero y vendió camisetas con su imagen. Solía posar en fotografías con los turistas. En 1978 grabó “No One is Innocent” con la banda punk Sex Pistols y publicó una autobiografía. El robo al tren quedó inmortalizado en el film Buster, con Phil Collins.
En marzo pasado había asistido al funeral de su compañero de andanzas y líder del grupo de ladrones, Reynolds, que fue condenado a 307 años de prisión por semejante desfachatez. Tal fue la afrenta para el Estado británico, que Scotland Yard los persiguió de por vida.
Hubo un detective que se especializó en Biggs y siguió su rastro desde Londres a Australia y Río de Janeiro. A Jack Slipper le costó admitir que había desarrollado una admiración secreta por él. “No sé si iría tan lejos como para decir que me gustaba después de leer el libro”, señaló. “Pero admito que es un personaje simpático, el tipo de persona que habría disfrutado si hubiera conocido, digamos, de vacaciones.”
Una de las razones del regreso de Biggs a Gran Bretaña fue la cerveza. Dijo que extrañaba el sabor de la clásica pinta en un pub. Pero no pudo darse el gusto por su deteriorada salud. En realidad eligió pasar sus últimos años de vida en su tierra natal. Eso sí: tuvo un hijo en Brasil con su novia Raimunda Rothen, una stripper con la que se casó en la cárcel en el Reino Unido en 2002. El hecho de haber tenido un hijo en Río le permitió a Biggs la coartada perfecta y evitar ser extraditado como pretendía el país que lo vio nacer, crecer y morir.

De París a la tumba
Fue un prófugo famoso siempre. Lo habían sentenciado a 30 años de cárcel, pero tras pasar sólo 15 meses en prisión, se fugó trepando el muro de la prisión con una escalera de cuerdas y saltando sobre una furgoneta de muebles descapotable, que tenía colchones preparados para amortiguar su caída. Así comenzó su vida de fugitivo.Huyó a París con su mujer y dos hijos, donde se sometió a una cirugía estética y compró documentos falsos antes de huir a Australia. Logró eludir la ley en 1977 y en 1981, cuando un grupo de soldados lo secuestró y lo llevó a la isla de Barbados, donde un tribunal consideró que los tratados de extradición con Londres no tenían validez y lo envió de nuevo a su confortable vida en Río. A los 71 años regresó a Londres por su voluntad y estuvo preso. En 2009 lo dejaron libre por razones humanitarias. Ya estaba demasiado enfermo.
TIEMPO ARGENTINO