29 Dec El chasqui de la Patria
Por Daniel Balmaceda
Poco después de haberse declarado la Independencia, el Congreso de Tucumán comisionó al oficial del Regimiento 8, Cayetano Grimau y Gálvez, de 21 años, para que transportara a Buenos Aires pliegos de papeles para entregar al director supremo Pueyrredon, al Cabildo, al brigadier Balcarce y a la Junta de Observación. Entre ellos viajaba el acta de Independencia con la firma de los 29 diputados, según lo informa la foja de servicios del soldado chasqui que partió casi desarmado: el sable que portaba estaba quebrado, le faltaba parte de la hoja.
Durante la escala en la ciudad de Córdoba tomó contacto con el gobernador de la provincia, José Javier Díaz, quien le cedió un soldado para que lo acompañara en calidad de custodio. Grimau aceptó de inmediato, ya que el camino, sobre todo en Santa Fe, se tornaba peligroso y con su medio sable daba ventaja. Sin embargo, la custodia dejaba mucho que desear. El acompañante ni siquiera tenía un cuchillo.
Ya por el sur de Córdoba, Grimau y su compañero se toparon con el inglés Joice (le decían el inglés García), soldado de Artigas a quien acompañaban dos hombres, en una misión encomendada por el caudillo. A Grimau estos viajeros le resultaron sospechosos: “Desde ese momento traté de adelantar mis marchas, por la desconfianza que naturalmente me causó el traje y los modales de dichos individuos, pero la falta de cabalgaduras demoró mi salida”, contaría luego.
No tuvo más remedio que marchar con esos tres sujetos que le seguían el rastro. “Inmediatos ya a la posta de la Cabeza de Tigre, divisamos un carruaje en que iba el señor diputado Del Corro [Miguel Calixto], y un doctor Molina [Manuel], con cuyo motivo creí oportunidad de desprenderme de tal compañía y pretexté alcanzar a dichos señores.” Pero el plan de Cayetano Grimau y Gálvez no funcionó. “Se frustró mi idea porque el inglés dijo serle también preciso ver a uno de ellos para darle una carta al gobernador de Córdoba.”
En medio de aquel encuentro con el diputado -quien viajaba con seis peones que lo escoltaban- ocurrió un gran percance. El chasqui de la Patria se alejó del grupo a distancia prudente, bajó del caballo y se dirigió a unos yuyales para resolver cuestiones fisiológicas. En ese complicado instante le pusieron un trabuco en la espalda, además de amenazarlo con un facón, y lo obligaron a entregar los papeles que transportaba. El inglés y sus secuaces huyeron con las actas sustraídas.
Al enterarse de que los pliegos se habían perdido, el inútil compañero de ruta anunció que regresaría a Córdoba. Según dijo estaba un poco enfermo y ya no tenía nada que custodiar.
El chasqui los persiguió hasta que los perdió de vista. Llegó a Buenos Aires y corrió a denunciar el robo. Se llevó adelante una investigación, pero nada pudo probarse.
Grimau continuó siendo útil a la Patria hasta que murió víctima de la fiebre amarilla de 1871. Las actas de la Independencia nunca más aparecieron. Las que hoy vemos son copias impresas de aquel primer manuscrito perdido en los yuyales del sur de Córdoba.
LA NACION