Córdoba: la policía se acuarteló y por la noche se multiplicaron los robos

Córdoba: la policía se acuarteló y por la noche se multiplicaron los robos

Por Waldo Cebrero
Por segunda vez en un gobierno de José Manuel de la Sota, la provincia de Córdoba se queda virtualmente sin policías en las calles, debido a un conflicto salarial que derivó en un acuartelamiento de los uniformados. Lo mismo había sucedido, por primera vez, en agosto de 2005. Al igual que aquella oportunidad, el paro de policías que rige desde las 23 del lunes, abre una importante crisis política en un gobierno delasotista que en su discurso hizo bandera con la seguridad.
Anoche, las calles de la ciudad de Córdoba mostraban una tensa postal: sin patrulleros y policías, los comerciantes cerraban temprano, ante los eventuales robos que, finalmente, comenzaron por la tarde. Mientras tanto, en el predio donde funcionan los Cuerpos de Acción Preventiva (CAP) 4 y 5, de barrio Cervecero, más de 6000 uniformados se preparaban para pasar la noche acuartelados, a la espera de una contraoferta a su pedido de aumento salarial.
Por la tarde, los uniformados habían presentado un petitorio con 14 puntos en donde exigieron un aumento que lleve el salario a 13 mil pesos de bolsillo (actualmente, promedia los 5900 pesos), mejoras en las condiciones laborales y que no haya sanciones para quienes se plegaron a la medida de protesta.
Para destrabar el conflicto, el gobernador De la Sota, que se encontraba en una escala de su viaje a Colombia, resolvió volver y anoche se aguardaba su llegada. Antes de esta decisión que da cuenta de la gravedad de la situación que se vive en el distrito, el jefe de Gabinete provincial, Oscar Gonzales, había ofrecido a los efectivos –bajo pedido expreso de que cese el motín– un incremento del 27 por ciento al básico (pautado actualmente en 2500 pesos). Esa primera propuesta fue rechazada de plano y derivo en la interrupción del viaje de De la Sota y su vuelta a la provincia.
“Nos preparemos para pasar una noche sin policías. El paro es total”, aseguró ayer Adriana Rearte, una de las voceras del grupo de esposas de policías que comenzaron con el reclamo dos semanas atrás.
Al cierre de esta edición, también se plegaron a la medida algunos empleados del Servicio Penitenciario cordobés. Según aseguró el jefe del Distrito 5, Gabriel Muñiz, la seguridad provincial está a cargo “sólo de los superiores”. También sostuvo que se sumó el personal de cuerpo especial ETER, que depende directamente del jefe de la Policía, para evitar los saqueos a supermercados que, entrada la noche, ya superaban la decena.

LAS BASES, LOS JUANES
“Este es un reclamo salarial. No pedimos la cabeza de nadie”, aclaró ayer uno de los uniformados acuartelados. El pedido de aumento comenzó a ser exigido por las esposas de los policías, el 18 de noviembre. Pero el lunes por la noche, tras semanas de malestar en el personal de calle, los primeros móviles se plegaron al paro y convocaron a acuartelarse en el CAP 4y5, que ya había sido una de las sedes claves del conflicto de 2005. De hecho, los 14 puntos que elevaron al Ejecutivo dan cuenta de un problema estructural en la situación laboral de los uniformados.
Por otra parte, en el origen del problema también aparece la demanda de “trasparencia” a la cúpula policial, recientemente envuelta en un escándalo por mantener presuntos vínculos con narcotraficantes. “No queremos que se meta a todos en la misma bolsa. Nuestros maridos no son corruptos”, era una de las primeras consignas que embanderaban las mujeres, y repetida ayer entre los propios efectivos.
La histórica revuelta es, a las claras, un reclamo de “las bases” o “los juanes”, como se les dice en la jerga provincial a los efectivos de bajo rango. Ejemplo de este problema hacia el interior de la institución es que los manifestantes incluso impidieron el ingreso a los comisarios y miembros del Estado mayor policial, que ayer quisieron dialogar con ellos.
El caso muestra también el fracaso de la política de seguridad de De la Sota, que se limitó al incremento de personal, sin atender a las condiciones salariales y de trabajo, y sin profesionalizar la fuerza, tan cuestionada en los últimos tiempos.
TIEMPO ARGENTINO